Un grupo de cardenales críticos con Francisco ya está preparando el cónclave que elegirá a su sucesor (y para el que, evidentemente, no hay fecha). En marzo de 2022, se filtró un texto que se movía entre esos purpurados y que, firmado por ‘Demos’, se trataba de un texto anónimo (luego se supo que pertenecía al cardenal australiano George Pell, fallecido nueve meses después) y que, titulado ‘El Vaticano hoy’, era un aldabonazo contra el pontificado de Bergoglio.
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Casi dos años después, ‘Daily Compass’ difunde un segundo memorando en este sentido. Firmado por ‘Demos II’ (se especifica que “ha sido escrito por un cardenal después de cotejar las sugerencias de otros cardenales y obispos”), el presente documento se bautiza como ‘El Vaticano mañana’ y es un golpe en la línea de flotación a Francisco. Eso sí, se justifica en que se difunde (en seis idiomas) “con vistas al próximo cónclave y como alimento de reflexión entre los fieles sobre las prioridades de la Iglesia”.
“Las deficiencias son obvias”
En primer lugar, el texto detalla que las “deficiencias” en esta década de pontificado de Francisco son “obvias”, recalcando su “estilo de gobierno autocrático, a veces aparentemente vengativo”; cayendo incluso a veces en la “intolerancia”. Pero lo que más deplora el cardenal que ha escrito la reflexión es la persistencia de “un patrón de ambigüedad en cuestiones de fe y moral que causa confusión entre los fieles. La confusión genera división y conflicto. Socava la confianza en la Palabra de Dios. Debilita el testimonio evangélico. Y el resultado hoy es una Iglesia más fracturada que en cualquier otro momento de su historia reciente”.
Por todo ello “la tarea del próximo pontificado debe ser la de recuperar y restablecer las verdades que lentamente se han ido oscureciendo o perdiendo entre muchos cristianos”. Entre ellos, “conceptos básicos” como que “nadie se salva excepto a través de, y solo a través de, Jesucristo”. También es clave tener en cuenta que “Dios es misericordioso, pero también justo”, por lo que, si bien “perdona”, también “nos pide cuentas”, ya que “es a la vez Salvador y Juez”. Y es que “el pecado es real y sus efectos son letales”.
No puede cambiar la doctrina
Encarnando esto en la misión petrina, se denuncia que el Papa “es sucesor de Pedro y garante de la unidad de la Iglesia, pero no es un autócrata”. Por ello, “no puede cambiar la doctrina de la Iglesia y no debe inventar ni alterar arbitrariamente la disciplina de la Iglesia”.
En consecuencia, “los ‘nuevos paradigmas’ y los ‘nuevos caminos inexplorados’” que a su juicio se están alimentando con Bergoglio, “no son de Dios”. Lo que se traduce en que “un nuevo papa debe restaurar la hermenéutica de la continuidad en la vida católica y reafirmar la comprensión del Vaticano II sobre el papel apropiado del papado”.
No es una democracia
Una clave es que, “como la Iglesia no es una autocracia, tampoco es una democracia. La Iglesia pertenece a Jesucristo. Ella es su Iglesia. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo, compuesto de muchos miembros. No tenemos autoridad para remodelar sus enseñanzas para que se ajusten más cómodamente al mundo. Además, el ‘sensus fidelium’ católico no es una cuestión de encuestas de opinión, ni siquiera de la opinión de una mayoría bautizada. Proviene únicamente de aquellos que genuinamente creen y practican activamente, o al menos buscan practicar sinceramente, la fe y las enseñanzas de la Iglesia”.
Otro argumento del cardenal ‘Demos II’ es que “la ambigüedad no es ni evangélica ni acogedora. Más bien, genera dudas y alimenta impulsos cismáticos. La Iglesia es una comunidad no solo de Palabra y sacramento, sino también de credo. Lo que creemos ayuda a definirnos y sostenernos. Por lo tanto, las cuestiones doctrinales no son cargas impuestas por ‘doctores de la ley’ insensibles. Tampoco son espectáculos secundarios cerebrales de la vida cristiana. Por el contrario, son vitales para vivir una vida cristiana auténticamente, porque tratan de aplicaciones de la verdad, y la verdad exige claridad, no matices ambivalentes”.
Desprecio a Juan Pablo II y Benedicto XVI
Un punto especialmente duro se da cuando se afirma que, “desde el principio, el pontificado actual se ha resistido a la fuerza evangélica y la claridad intelectual de sus predecesores inmediatos. El desmantelamiento y reutilización del Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia de Roma y la marginación de textos como ‘Veritatis Splendor’ [de Benedicto XVI] sugieren una elevación de la ‘compasión’ y la emoción a expensas de la razón, la justicia y la verdad. Para una comunidad religiosa, esto es a la vez insalubre y profundamente peligroso”.
También se le achaca a Bergoglio su “desprecio del derecho canónico”, lo que “socava la confianza en la pureza de la misión de la Iglesia”. Concretamente, se critica que, “entre las marcas del pontificado actual, están su excesiva dependencia del ‘motu proprio’ como herramienta de gobierno y un descuido y disgusto general por los detalles canónicos”.
Huye de la ‘teología del cuerpo’
Partiendo de la base de que la Iglesia no puede caer en “la remodelación sociológica para adaptarse a los instintos y apetitos (y las confusiones sexuales) de una época”, este pontificado ha incurrido en “la retirada de una ‘teología del cuerpo’ convincente”. Y todo “en un momento en el que aumentan los ataques a la naturaleza y la identidad humanas, desde el transgenerismo hasta el transhumanismo”.
Con todo, uno de los puntos más sorprendentes de la crítica a Bergoglio es que se considera excesiva su mirada global, pareciendo haber olvidado que “la Iglesia en Italia y en toda Europa (hogar histórico de la fe) está en crisis. El propio Vaticano necesita urgentemente una renovación de su moral, una limpieza de sus instituciones, procedimientos y personal, y una reforma profunda de sus finanzas para prepararse para un futuro más desafiante. Estas no son cosas pequeñas. Exigen la presencia, atención directa y compromiso personal de cualquier nuevo papa”.
Un Colegio Cardenalicio debilitado
El rechazo del personalismo que le achaca ‘Demos II’ a Francisco se aprecia con toda su fuerza en este párrafo: “El Colegio Cardenalicio existe para brindar asesoramiento superior al Papa y elegir a su sucesor tras su muerte. Ese servicio requiere hombres de carácter limpio, sólida formación teológica, experiencia madura de liderazgo y santidad personal. También requiere un papa dispuesto a buscar consejo y luego escuchar. No está claro hasta qué punto esto se aplica en el pontificado del papa Francisco”.
Porque Bergoglio “ha puesto énfasis en diversificar el Colegio, pero no ha logrado reunir a los cardenales en consistorios regulares diseñados para fomentar una colegialidad genuina y la confianza entre hermanos. Como resultado, muchos de los electores en el próximo cónclave no se conocerán realmente entre sí y, por lo tanto, pueden ser más vulnerables a la manipulación”.
Contra los jesuitas y Víctor Manuel Fernández
El colofón a esta diatriba cardenalicia llega en la parte final, cuando el cardenal que ha escrito el texto justifica su anonimato: “La franqueza no es bienvenida y sus consecuencias pueden ser desagradables”. Y más ante “la fuerte dependencia del actual pontificado de la Compañía de Jesús, el reciente trabajo problemático del cardenal Víctor Manuel Fernández en Doctrina de la Fe y el surgimiento de una pequeña oligarquía de confidentes con excesiva influencia dentro de la Vaticano; todo a pesar de las pretensiones descentralizadoras de la sinodalidad, entre otras cosas”.