El papa Francisco ha inaugurado el 95 Año Judicial del Tribunal del Estado de la Ciudad del Vaticano, un acto solemne que se ha celebrado esta mañana en la Sala de las Bendiciones. En medio de varias toses el pontífice tuvo que aclarar: “Os doy las gracias a todos, he preparado un discurso pero siento mi incapacidad para leerlo a causa de la bronquitis”. El mismo proceso se repitió en la audiencia anterior con el grupo de familias Talità Kum. La valentía ha centrado la intervención del pontífice ante el personal judicial que “unida a la fortaleza, asegura la constancia en la búsqueda del bien y capacita para afrontar la prueba, no es sólo una cualidad particular del espíritu, característica de ciertas personas heroicas”.
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Frente a los abusos
La valentía, añadió el Papa en el discurso leído por el asistente Filippo Ciampanelli, “contiene una fuerza humilde, que se apoya en la fe y en la cercanía de Dios y se expresa de modo particular en la capacidad de actuar con paciencia y perseverancia, rechazando los condicionamientos internos y externos que obstaculizan la realización del bien” y por ello “confunde a los corruptos y los arrincona”. “Incluso en sociedades bien organizadas, bien reguladas y apoyadas institucionalmente, sigue siendo necesario el coraje personal para afrontar las distintas situaciones con discernimiento y confianza en el Señor. Sin esta sana audacia, se corre el riesgo de ceder a la resignación y se acaban pasando por alto muchos pequeños y grandes abusos. Es una actitud que no busca su propio protagonismo, sino la solidaridad con los hermanos y hermanas que soportan el peso de sus miedos y debilidades”, añadió el pontífice.
El Papa advirtió que “junto a las virtudes de prudencia y justicia, que deben estar informadas por la caridad, y junto a la necesaria templanza, la tarea de juzgar requiere las virtudes de fortaleza y valor, sin las cuales la sabiduría corre el riesgo de permanecer estéril”. “Se necesita valor para llegar hasta el final en la rigurosa averiguación de la verdad, recordando que hacer justicia es siempre un acto de caridad, una ocasión de corrección fraterna destinada a ayudar al otro a reconocer su error”, reiteró. Por ello, destacó, “la valentía es necesaria cuando uno se compromete a garantizar el debido proceso y es objeto de críticas. La solidez de las instituciones y la firmeza de la administración de justicia se demuestran por la serenidad de juicio, la independencia y la imparcialidad de quienes están llamados, en las diversas fases del proceso, a juzgar. La mejor respuesta es el silencio laborioso y el compromiso serio con el trabajo, que permiten a nuestros Tribunales administrar justicia con autoridad e imparcialidad, garantizando el debido proceso, respetando las peculiaridades del sistema vaticano”. “Este compromiso pide ser sostenido por la oración. No hay que tener miedo a perder el tiempo dedicándole abundantemente. Y esto requiere también valor y fortaleza”, concluyó.