Ayer, 6 de marzo de 2024, casi nueve décadas después de su muerte, Miguel de Unamuno fue reconocido por su Universidad de Salamanca, de la que fue tres veces rector, con su más alta distinción: ser su último doctor Honoris Causa.
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Recogieron la distinción tres de sus nietos: Miguel de Unamuno, Pablo de Unamuno y Salomé de Unamuno. El primero de ellos, que llegó a conocer a su abuelo, defendió emocionado que “este Honoris es suyo desde hace un siglo, cuando estaba enfrentándose al poder represivo”. Un claro guiño al posicionamiento del autor de ‘San Manuel Bueno, mártir’, cuando en 1924, hace ahora un siglo, denunció la tiranía de Miguel Primo de Rivera y acabó pagando por ello una pena de destierro en Fuerteventura, aunque finalmente acabara exiliado en París y Hendaya.
Un histórico 4 de marzo de 1922
Pero, si retrocedemos solo dos años más, hasta 1922, nos encontramos con otro día histórico para la Universidad de Salamanca. Fue ese 4 de marzo cuando, en una solemne sesión presidida por Unamuno, entonces vicerrector, se concedió el primer doctorado Honoris Causa de la institución; en este caso, a santa Teresa de Jesús.
Teresa de Cepeda y Ahumada, la gran mística y literata que marcó como pocas figuras su tiempo histórico, ya fue canonizada, el 12 de marzo de 1622, por el papa Gregorio XV, que decretó que su festividad pasara a celebrarse el 15 de octubre.
Como recuerda la propia Universidad de Salamanca en su web, fue en la reforma de 1921, promovida por el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, César Silió, cuando se aprobaron los estatutos de las universidades, apostando por una autonomía que, entre otras cosas, les permitía entregar el reconocimiento honorífico del Honoris Causa.
Iniciativa del obispo
Al año siguiente, de cara a la conmemoración del III Centenario de la canonización, el obispo de Salamanca, Julián de Diego García y Alcolea, propuso formalmente este Honoris Causa para la santa abulense. Apenas dos meses después, ese 4 de marzo, el claustro, bajo la presidencia de Unamuno, se acordó por aclamación dicho reconocimiento.
La solemne investidura se celebró en el Paraninfo de la Universidad salmantina el 6 de octubre de 1922 y contó con la presencia, entre otras autoridades, de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, y del presidente del Gobierno, José Sánchez Guerra. Como destaca la propia institución académica, “se anticipó en casi cinco decenios al nombramiento por el papa san Pablo VI de la primera Doctora de la Iglesia Católica, que también fue santa Teresa de Jesús, el 27 de septiembre de 1970”.
Quijotismo teresiano
Como destaca Pedro Paricio Aucejo en su artículo ‘El quijotismo teresiano según Unamuno’, el filósofo bilbaíno siempre admiró a santa Teresa de Jesús, tachándola de “dama andante del amor que de tan hondamente humano se sale de lo humano todo”. Y es que, junto a san Juan de la Cruz, el otro gigante de la mística que alumbró España, a ambos les movieron “ímpetu y arrestos caballerescos”, siendo ese fuego espiritual “lo que a tan altas almas les llevó a buscar la santidad en España y fue la vida de mortificación una empresa caballeresca”.
Santa Teresa de Jesús y Miguel de Unamuno, junto a su hermano espiritual, Don Quijote, se muestran como un modelo a imitar, por qué no, en la España de 2024. Y es que, como ha quedado grabado en las paredes de la eterna Universidad de Salamanca, la llamada del autor de ‘Del sentimiento trágico de la vida’ nos interpela con fuerza: “No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas”.