Cuando decidió estudiar teología, no buscaba romper ningún techo de cristal. Directamente, lo ignoró. Y lo superó con naturalidad, convirtiéndose en la primera mujer en licenciarse en estudios eclesiásticos en Colombia. Algo ha llovido ya desde entonces, pero, a los 85 años, Isabel Corpas de Posada no parece haber perdido ese empuje profético y la vida nueva que acompaña cada una de sus reflexiones. Prueba de ello es su libro más reciente: ‘Conversión ministerial en el tiempo de la conversión a la sinodalidad. Apuntes para una teología de los ministerios eclesiales’ (Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, 2023).
PREGUNTA.- Para quien no haya podido acercarse aún a esta obra, ¿qué implicaciones tiene para Isabel Corpas esa doble ‘conversión’ que aparece en el título?
RESPUESTA.- A dichas implicaciones me refiero en el último capítulo. Y son las que el papa Francisco ha venido planteando como conversión eclesial en su propósito de renovación de la Iglesia que inició el Vaticano II y que había quedado en stand-by. Vayamos por partes. Cuando comenzaba su ministerio, Francisco se refirió en ‘Evangelii gaudium’ a la conversión eclesial. Lo hizo al anunciar que habría cambios en la Iglesia, y que iban a ser necesarios “en el camino de una conversión pastoral y misionera que no puede dejar las cosas como están”, y precisando que dicha conversión conlleva una reforma de estructuras. Más recientemente, ha puesto a la Iglesia a vivir la sinodalidad en este ‘kairós’ eclesial que es el Sínodo de los Obispos actualmente en desarrollo –el Sínodo de la Sinodalidad– como un camino de conversión sinodal o conversión a la sinodalidad.
Ahora bien, hablar de conversión es hablar de cambio: cambio de corazón y cambio de mentalidad, es decir, metanoia, con el consiguiente cambio de imaginarios y paradigmas, o sea, de estructuras de pensamiento que sirven de marco de referencia para interpretar la realidad, para fundamentar y justificar nuestra manera de pensar, nuestras actitudes y formas de relación.
La conversión eclesial, como la plantea Francisco –y cito nuevamente ‘Evangelii gaudium’–, es “capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación”. Implica, por lo tanto, no solamente reformas en la organización o en las estructuras, sino cambios en la relación de hombres y mujeres, de jerarquía y laicado, cambio de imaginarios y paradigmas clericales que hagan posible la conversión de un modelo de Iglesia clerical a una Iglesia incluyente y ministerial, que es donde entra en juego la conversión ministerial.
Consecuencias prácticas o implicaciones de la conversión eclesial podrían o deberían ser, entonces, la superación de la mentalidad clerical o clericalismo, que Francisco tan duramente ha criticado, como también de la tradicional división entre jerarquía y laicado, o Iglesia docente e Iglesia discente, es decir, los que tienen el poder –’potestas sacra’– y quienes no lo han recibido. Consecuencia práctica es la posibilidad de reconocimiento formal a la participación de las mujeres en la vida y en la misión de la Iglesia que asoma en la actual experiencia de ‘kairós’ sinodal, cuando parece haber espacio para todos y todas. Consecuencias prácticas son, además, cambios muy concretos, como son los cambios en la teología y la praxis de los ministerios eclesiales, que no han logrado desprenderse de la visión sacerdotal preconciliar y, por consiguiente, clerical, de la teología del sacramento del orden –propiedad de los clérigos–, que se elaboró como teología del sacramento del sacerdocio y que ha excluido a las mujeres de la ordenación. Lo cual supone desclericalizar la Iglesia o su “des-sacerdotalización”, que plantea el teólogo chileno Jorge Costadoat.
P.- ¿Cree que Francisco logrará que la sinodalidad se integre como el estilo de ser Iglesia hoy, o se va a quedar como una palabra que forma parte de la cartelería de las parroquias y obispados?
R.- ¡Muy dolorosa descripción! Pero es muy probable que la sinodalidad se quede en mera palabrería si no se da la conversión eclesial que propusiera el Vaticano II y a la que Francisco invita. Lo cual no es fácil, porque “la conversión pastoral –y cito el documento de la Comisión Teológica Internacional sobre la sinodalidad– para la puesta en práctica de la sinodalidad exige que se superen algunos paradigmas, todavía frecuentemente presentes en la cultura eclesiástica, porque expresan una comprensión de la Iglesia no renovada por la eclesiología de comunión”. En otras palabras, para que la sinodalidad no se quede en carteles parroquiales, es preciso poner en práctica la sinodalidad, lo cual supone la superación del clericalismo en la Iglesia.
P.- ¿Considera que todavía es un tabú hablar en profundidad de los ministerios laicales por lo que verdaderamente implicaría en reforma de las estructuras eclesiales?
R.- Creo que es, más bien, falta de interés. Desinterés de la jerarquía eclesiástica que, acomodada a prácticas tradicionales, prefiere seguir “administrando” los bienes de la salvación a un laicado que no se entromete en asuntos de Iglesia, pero está siempre dispuesto a ayudar al cura de la parroquia. Y desinterés del laicado, acostumbrado a que los curas le digan en qué creer o cómo pensar y actuar, en vez de tener que tomar decisiones. Y que, además, prefiere “recibir” de la jerarquía los bienes de la salvación a través de los sacramentos, según el modelo preconciliar de Iglesia que el Vaticano II replanteó, pero que todavía no ha calado en los paradigmas e imaginarios del común de los y las fieles que van a misa y bautizan a sus hijos, pero sienten que la Iglesia son los curas. Se desconoce la centralidad de la condición bautismal y la responsabilidad que todos y todas compartimos en la construcción de la comunión eclesial y la realización de la misión que tiene la Iglesia.
P.- En los últimos Consejos de Cardenales, el Papa ha invitado a varias mujeres para que hablen a los purpurados del “principio mariano y petrino” de Von Balthasar. ¿Es este principio teológico el que podría abrir la puerta a esa conversión ministerial?
R.- Mucho ruido ha hecho en los medios de comunicación la invitación del papa Francisco a mujeres teólogas para oír su opinión acerca de la dimensión femenina de la Iglesia, hecho que constituye un paso muy significativo en el reconocimiento del lugar que las mujeres están llamadas a ocupar. Por primera vez y en dos oportunidades, la voz de las teólogas ha sido escuchada por los cardenales que asesoran al Papa en asuntos de gobierno. En la reunión de diciembre, las invitadas fueron las teólogas Lucia Vantini y la hermana Linda Pocher, que hablaron a los cardenales de desmasculinización de la Iglesia y de los límites del pensamiento de Von Balthasar al que se refiere la pregunta, y sus intervenciones fueron publicadas en un libro prologado por Francisco que no ha llegado a mis manos pero está en camino y cuyo título, traducido al español, es ‘¿Desmasculinizar la Iglesia? Comparación crítica sobre los ‘principios’’ de Hans Urs von Balthasar. Según la nota editorial, cuestiona el uso que se le ha dado a este argumento y a interpretaciones del Evangelio que ocultan y marginan a las mujeres. A la reunión de febrero, que hizo aún más ruido, fueron invitadas la obispa anglicana Jo Bailey Wells, y las teólogas Giuliva Di Bernardino y la hermana Linda Pocher, que repitió invitación.
Y para responder a la pregunta acerca de si el doble principio petrino y mariano de Von Balthasar podría abrir la puerta a la conversión ministerial, depende del uso que el Vaticano haga de él. Porque la formulación del teólogo alemán del siglo pasado se refería a la autoridad del papa o ministerio petrino con el propósito de resaltar la dimensión mariana de la Iglesia fundamentada en el bautismo. No se refería a la dimensión masculina y femenina de la Iglesia, que es como terminó utilizándolo la jerarquía –no la teología– para caracterizar lo masculino como “petrino” y a Pedro como prototipo de la jerarquía, al mismo tiempo que a María como prototipo de lo femenino y lo femenino como “mariano”.
Lo que pasa es que esta interpretación prolonga en la Iglesia la estructura organizativa de la familia patriarcal y su tradicional división de roles femeninos y masculinos, que asocia la identidad de la mujer con la función maternal y el espacio doméstico, y al varón con la autoridad y el espacio público, exaltando la importancia de María y del lugar de las mujeres, equiparando la autoridad de los hombres de Iglesia con la autoridad del paterfamilias que se acostumbraba a respetar en el hogar, y desde donde el papa Francisco ha recurrido, como si fueran columnas de la eclesiología, al doble principio de Von Balthasar para justificar la exclusión de las mujeres de la ordenación.
Ahora bien, creo que es indispensable tener en cuenta que esta división de roles femeninos y masculinos de la sociedad patriarcal y, consiguientemente, de la familia patriarcal, está hoy en parte superada: las mujeres han salido del espacio doméstico para compartir con los varones el espacio público, en el que se atrevieron a tomar la palabra tras muchos siglos calladas, y los varones han comenzado a compartir el espacio doméstico y se han atrevido a participar en la crianza de sus hijos después de siglos de permanecer excluidos.
Entonces, repito, del uso que se haga del principio petrino y mariano de Von Balthasar depende que se pueda abrir la puerta a una conversión ministerial con una visión inclusiva e incluyente de la realidad y de la Iglesia que no discrimine a las mujeres, o que sustente la conservación de la interpretación sacerdotalizante de los ministerios, con la consiguiente exclusión de las mujeres del sacramento del orden establecida en el entorno patriarcal en el que se organizó la Iglesia.