“Hay líneas rojas que no se pueden tolerar: la violencia, el insulto, la agresión, la discriminación o el relegamiento ante determinados techos de cristal”. Así se expresó esta mañana el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, César García Magán, al abordar el Día Internacional de la Mujer. “Que no sea un día para recordar y olvidarlo, sino para tenerlo presente en nuestro ser y en nuestro hacer cotidiano”, apreció.
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En el marco de la rueda de prensa de la Asamblea Plenaria de los obispos que se celebra en Madrid, el portavoz episcopal se mostró “convencido de la igualdad entre, no solo por convicciones teóricas, sino desde una mirada existencial práctica”. “Porque si no -añadió-, estaría manchando la memoria de mi madre”. “Permítanme que recuerde especialmente a mi madre, no solo por el nacimiento, sino por el cuidado que siempre me dio y porque hoy me sigue cuidando desde el cielo”, dijo emocionado el obispo auxiliar de Toledo.
Más allá de las leyes
En este camino a la igualdad que se visibiliza el 8 de marzo, García Magán matizó que “no se puede caer en un planteamiento de dialéctica como si para darles derechos a las mujeres habría que quitárselo a los hombres”. “Tenemos leyes que garantizan la igualdad, pero hay espacios laborales, empresariales o educativos en los que hay todavía techos de cristal”, subrayó.
“Decir mujer trabajadora es una redundancia, porque toda mujer es trabajadora”, expuso también García Magán, que remarcó cómo “todos estamos en esta vida gracias al trabajo de una mujer, con la colaboración de un padre”.
El aborto en Francia
Preguntado por el hecho de que Francia haya blindado el derecho al aborto en su Constitución, el secretario general comentó que, “como no puede ser de otra forma, los obispos en Francia se han pronunciado contra esa propuesta”. “Nosotros, todos los obispos sin excepción en España, compartimos esa posición”, añadió.
En esta misma línea, expresó que “hay mujeres que con el aborto pierden el derecho a la vida, esas niñas que están en el seno materno”. “Hay dos situaciones en la vida del ser humano donde ese desvalimiento es mayor: cuando somos ancianos y tenemos una dependencia, y cuando necesitamos de esa conexión con nuestra madre para seguir viviendo”, remató el obispo.
