Al cumplir 75 años de edad, el arzobispo de Managua está obligado a presentarla y será el Pontífice quien determine cuánto tiempo más permanecerá al frente de esa arquidiócesis
Al cumplir este jueves 7 de marzo 75 años de edad, el cardenal Leopoldo José Brenes, presentó al Papa su renuncia al Arzobispado de Managua, tal como dicta el Derecho Canónico, y aseguró estar listo para ceder su lugar a las nuevas generaciones.
En una entrevista publicada en el canal de YouTube de la Arquidiócesis de Managua, de la cual es arzobispo, el cardenal explicó que al entregar su renuncia no significa que inmediatamente el Santo Padre la acepte, sino que puede tardar algún tiempo, pero es un requisito presentar la dimisión a la diócesis que preside.
“Eso no significa que al día siguiente de cumplir 75 uno reciba la carta de aceptación de parte del Papa”, sino que es un proceso que debe seguirse y estudiarse con detenimiento, y el cual puede durar incluso años.
Adelantó que una vez que el Papa le acepte la renuncia, podría ejercer su ministerio como guía espiritual de sacerdotes y seminaristas de Managua, o incluso, el nuevo arzobispo designado por el Santo Padre podría asignarle una parroquia.
El cardenal Leopoldo Brenes nació en la ciudad de Ticuantepe, Departamento de Managua, el 7 de marzo de 1949. Realizó los estudios eclesiásticos en México y en Roma, y fue ordenado sacerdote en 1974. Tiene la licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Lateranense.
El 13 de febrero de 1988 fue nombrado obispo auxiliar de Managua por el papa Juan Pablo II, y en diciembre de 1991 fue elegido como obispo de Matagalpa, cargo que ocupó hasta 2005. El 1 de abril de 2005, poco antes de morir, el papa Juan Pablo II le nombró arzobispo de Managua en sustitución del cardenal Miguel Obando y Bravo.
En el Episcopado de Nicaragua, Brenes ha fungido como responsable de vocaciones y ministerios, ha sido secretario general, vicepresidente y presidente de dicho organismo. En su ministerio episcopal ha destacado como mediador en los conflictos sociales, aunque también ha recibido críticas por su postura ‘discreta’ en torno a la persecución religiosa que sufre la Iglesia nicaragüense desde el 2018.
El régimen de Daniel Ortega felicitó al cardenal Brenes a través de la primera dama y vicepresidenta, Rosario Murillo, quien aprovechó para señalar que existe actualmente una buena relación entre el gobierno sandinista y la Iglesia católica:
“Gracias a Dios hemos venido dejando atrás los días de campanas y cristales rotos, días terribles, cuando intentaron romper el sentido de familia y comunidad”, dijo, refiriéndose a la Iglesia católica.
Cabe recordar que a finales del año pasado y principios de este 2024, Rosario Murillo emitió una serie de mensajes despotricando contra los sacerdotes nicaragüenses, a quienes llamó “servidores de satanás” y “verdaderos demonios”.
Un cambio de tono rotundo en el discurso, ha venido con la felicitación al cardenal Leopoldo Brenes: “las campanas repican con seguridad, alegría y victorias, y al saludar a su eminencia, el cardenal Leopoldo, nos comprometemos todos a trabajar duro por el respeto, el encuentro en una cultura y una pastoral de justicia, concordia y liberación de todo mal”.
El aniversario del cardenal Leopoldo Brenes coincidió con la presentación, dos días antes, del informe ‘Ataques a la libertad religiosa de Nicaragua’, que fue presentado en el Marco de la 55º sesión del Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, el cual revela que el régimen nicaragüense de Daniel Ortega ha arrestado, desde abril de 2018, a 55 religiosos (entre ellos el obispo Rolando Álvarez), de los cuales 44 fueron liberados y exiliados.
El informe, que fue elaborado por la Fundación Panamericana para el Desarrollo, el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más y Aid Outreach in the Americas, señala que los otros 11 religiosos son misioneros evangélicos, que siguen detenidos.
Además de las detenciones arbitrarias, el informe detalla que decenas de religiosas y sacerdotes han sido expulsados del territorio nicaragüense, prohibiéndoles la entrada a ese país, así como la cancelación de 381 organizaciones religiosas, la vigilancia permanente de las iglesias y la prohibición de procesiones fuera de los templos.