El escritor madrileño Miguel Á. González acaba de publicar ‘Perder el equilibrio’ en la editorial Grijalbo. En sus páginas conoceremos el terror que se incrusta en la piel a través de un personaje, Jonás, que nos guiará en un bucle cada vez más oscuro hasta un verdadero descenso a los infiernos.
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PREGUNTA.- ‘Perder el equilibrio’ es una historia de odio y venganza. ¿Por qué hay que leerla?
RESPUESTA.- Para aprender de esos sentimientos primarios y animales que todos hemos sentido alguna vez, pero intentamos controlar. Sabremos de un personaje que se deja lleva por ellos y veremos al abismo al que le conduce.
Pacto con el lector
P.- ¿Por qué nos fascina lo turbio?
R.- Una parte del interés parte de que hay un pacto entre lector y autor de que todo es ficción. Yo permito que ocurran cosas en mis historias que no desearía para mi vida real. Pero como lectores disfrutamos de aquello que nos hace salir de la rutina, con tramas que escapan a la lógica. Además, tenemos un lado perverso que intentamos dominar pero que sí se colma asomándonos a un precipicio… porque sabemos que es irreal.
P.- ¿De dónde sale un perfil tan reptiliano como Jonás?
Yo tenía una idea básica de la venganza, pero lo creé con una vida aparentemente normal, con un trabajo, una familia… luego empezaron a ocurrir cosas que le trastocan. Eso me interesa mucho. Quitarle una pieza de su rutina para ver cómo todo se desmorona. Lo malo es que el personaje fue creciendo, y se fue volviendo cada vez más oscuro y malvado. Muchas de las acciones que ocurren fue Jonás el que me llevó a escribirlas… ¿Suena malévolo? (…)
Como santo Tomás
P.- Usted escribió ‘Dios no está con nosotros porque odia a los idiotas’. ¿Es un hombre de fe?
R.- Es complejo. Podría decirte que soy como santo Tomás, “creo lo que veo”, pero también hay una espiritualidad pequeña, doméstica, cotidiana: la de hacer las cosas bien, de forma correcta y sin hacer daño. Esa me interesa mucho. Quizá la respuesta que más se ajusta a mi presente sería decir que el agnosticismo, que no es fácil, es una forma de no ateísmo.