Entrevistas

Octavi Vilà Mayo: “¿Acaso hay mejor manera de evangelizar que desde la alegría?”





Un monje obispo. Sí, Octavi Vilà Mayo, O.Cist. es el nuevo obispo de Girona. El actual abad de Poblet (Tarragona, 1961) desembarca en la diócesis que lleva casi dos años en sede vacante, desde el fallecimiento de Francesc Pardo el 31 de marzo de 2022. El monje cisterciense es abad del reconocido monasterio catalán desde el 3 de diciembre de 2015, en sustitución de Josep Alegre, fallecido el 26 de enero de 2024.



Es licenciado en Geografía e Historia y diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Barcelona. Asimismo, cuenta con un posgrado en Nuevas Tecnologías de la Información por la Universidad Politécnica de Cataluña y en Gestión Cultural por la Universidad Pompeu Fabra. El religioso estudió después Filosofía y Teología en la Facultad de Teología de Cataluña, porque es lo que se conoce como una vocación tardía, pues entró en el monasterio en 2006, e hizo la profesión temporal en 2007 y la definitiva en 2010. Vilà fue ordenado diácono en 2014 por el arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives, y presbítero en 2015 por el entonces arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol.

Como abad de Poblet es presidente de la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón y miembro del Capítulo General y del Sínodo de la Orden Cisterciense. Setenta y dos horas después de conocerse su nombramiento y tras pasar una mañana conociendo la curia de Girona, ‘Vida Nueva’ conversa con el monje del Císter, al que cuando se le pregunta qué tal está no entona ni un bien ni mal, simplemente (y con una sonrisa): “Aterrizando”.

PREGUNTA.- Un obispo cisterciense… ¿Ha sido el primer sorprendido?

RESPUESTA.- Sí, ciertamente, porque no es muy habitual. En este momento hay dos en activo en Brasil: el cardenal arzobispo de Río de Janeiro, Orani João Tempesta; y el obispo de Barretos, Edmilson Amador Caetano. Y, ya retirado, el arzobispo emérito de Tours (Francia), Bernard-Nicolas Jean-Marie Aubertin. Tampoco es tan habitual hoy que sean religiosos, pero de vida contemplativa, menos conocidos por todos, todavía menos.

Por otro lado, soy el cuarto abad de Poblet que eligen obispo. El primero fue obispo de Huesca en el siglo XII, luego otros dos –Francisco Dorda y Agustín Vázquez Varela– de Solsona en el XVII. Y ahora yo, 300 años después, que no son dos días (se ríe).

P.- ¿Pensó en decir que no?

R.- Cuando recibí el anuncio pedí un cierto tiempo para meditarlo, porque me quedé sorprendido. La realidad es que la sensación fue de incredulidad, porque me enteré al abrir el correo electrónico a las cuatro y media de la mañana, tras sonar el despertador. A esas horas uno no está muy despejado (se ríe). Se me autorizó a consultarlo a dos personas: al director espiritual y al metropolitano, con el que me conozco muy bien. Ellos me ayudaron a discernir. El problema espiritual es reconocer la voluntad de Dios en lo que me llegaba, después de haber interpretado durante tanto tiempo que su voluntad me llamaba al monasterio primero y luego a aceptar la responsabilidad de abad. A veces Dios te va marcando distintos caminos a lo largo de tu vida. Como soy una vocación tardía, entré al monasterio a los 43, tengo cierta experiencia en saber que Dios te va guiando en distintos sentidos en diferentes momentos.

Adiós a Poblet

P.- Deja el monasterio huérfano…

R.- La comunidad lo está viviendo con tristeza y con sorpresa, porque el nombramiento implica un secreto. Primero convoqué al capítulo del abad y luego a la comunidad entera el jueves por la mañana antes del anuncio para comunicárselo. Son 20 años de compartir mucho juntos, pero están contentos y rezando por mí.

P.- ¿Qué aportará el carisma del Císter a su ser pastor?

R.- Desde el punto de vista espiritual, lo que cualquier monje puede aportar. Por un lado, la calma del clima de oración tranquilo y pausado. Y, por otro, una cosa que es muy importante para nosotros y tiene que serlo también para la vida de cualquier creyente –como recoge el Concilio Vaticano II en la Dei verbum–: el contacto con la Palabra de Dios, que es la mayor fuente para alimentar nuestra fe.

P.- En estos días de reflexión y oración hasta que se comunicara el nombramiento, ¿ha encontrado similitudes entre ser abad y obispo más allá de la probada experiencia de gobierno?

R.- En cierta manera hay aspectos que pueden ser comunes, pero un abad lo es de una comunidad de 24 personas en este caso, en un ámbito en el que convivimos las 24 horas y yo diría que nos conocemos perfectamente. Sin embargo, una diócesis es distinto por ser más grande y, además, no conviviré 24 horas con todos los sacerdotes.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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