El Seminario Conciliar de San Pedro y San Pablo de la archidiócesis de Braga –y que cuenta con tres instituciones con el nombre de ‘seminario’ sin salir de la ciudad catedralicia– ha emprendido el camino de la sinodalidad antes de que aparecieran las últimas actualizaciones de la Ratio Studiorum por parte del Vaticano. Más de una treintena de seminaristas se forman en estos momentos en este centro de referencia para las diócesis del norte de Portugal e incluso algunos de Cabo Verde. Desde su comunidad formativa los sacerdotes Vítor Novais, rector y coordinador de la Formación Permanente del Clero y del Diaconado Permanente; Joaquim Félix, Vicerrector y coordinador del Preseminario de Adultos; Juvenal Dinis, formador y Tesorero de los Seminarios; Pedro Sousa, formador y coordinador del Tiempo Propedéutico; y la laica Alzira Fernandes, Directora Espiritual; presentan a Vida Nueva, a fondo, como es la experiencia de este semillero vocacional del norte de Portugal.
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Una comunidad de comunidades
PREGUNTA- ¿Cuál es su papel específico del seminario en la archidiócesis de Braga?
RESPUESTA- El Seminario Conciliar de Braga es una “comunidad de comunidades” dentro de la propia institución, en el sentido de que intentamos ajustar la comunidad a los diferentes ritmos de las diversas etapas de formación. Como tal, la comunidad del seminario se divide en tres pequeñas comunidades con sus propias vidas y ritmos. Para acompañar estos diferentes ritmos, los formadores se alternan en su servicio, presencia y acompañamiento a cada una de las comunidades: la Comunidad del Tiempo Propedéutico está formada por alumnos procedentes de Secundaria (con el curso 12 terminado), del Seminario Menor y del Seminario. La Comunidad de la Etapa Discipular está formada por alumnos de primero y segundo año de Teología; y la Comunidad de la Etapa de Configuración está formada por alumnos de tercero, cuarto, quinto y sexto año de Teología, siendo que el sexto año está más orientado a la reflexión sobre la dimensión pastoral de la Iglesia, con vistas al internado pastoral. Como ya se ha dicho, cada una de las comunidades tiene su propio ritmo y horario, además del jueves y el domingo (días de comunidad), procurando así cumplir las exigencias de la ‘Ratio fundamentalis’.
La comunidad del seminario también está abierta a la ciudad y a la diócesis: los domingos por la tarde, con las Vísperas Solemnes y la Eucaristía; y, cada mes, con una apertura a la iglesia diocesana para participar en una Oración por la Paz con Taizé, que acoge a grupos de jóvenes que desean hacer esta experiencia de oración.
Por último, está el séptimo año, que corona esta configuración, formado por estudiantes que, tras su ordenación diaconal, son enviados por el arzobispo de la diócesis a realizar un período de prácticas pastorales de un año de duración en una o varias parroquias (dependiendo de la realidad del sacerdote con el que realizarán las prácticas), acompañados también por un sacerdote de la diócesis. Una vez superados todos los escrutinios, el período de prácticas pastorales culmina con la celebración de la Ordenación Sacerdotal.
P.- ¿Cómo definiría el seminario y qué tiene de especial en comparación con otras diócesis?
R.- El seminario es una “comunidad de comunidades” en un tejido de relaciones de confianza, que busca vivir en una relación fraterna y solidaria. En verdad, sólo en una relación de total confianza es posible la vida comunitaria. En la formación que impartimos, procuramos seguir las directrices de la Iglesia Universal, adaptándolas a la realidad de nuestra iglesia local. Invertimos e insistimos en valorar una comunidad tejida por un clima de confianza, que es el primer educador, así como la atención personalizada a cada formando, porque cada persona es un mundo y trae consigo una historia personal que necesita ser conocida, asumida y “resucitada”. En este momento, nuestro seminario acoge a jóvenes/adultos de las diócesis de Braga, Viana do Castelo, Pemba (Mozambique) y Santiago (Cabo Verde), lo que hace que esta red de relaciones tenga que ser bien tejida, comprendida y trabajada.
Una corresponsabilidad integral
P.- ¿Qué se ha hecho en la comunidad de los seminarios para que responda a la realidad de nuestro tiempo? ¿O son los seminarios cosa del pasado?
R.- Contemplamos a nuestros aprendices en una dimensión holística del conocimiento, en la que los diversos actores de la formación se esfuerzan por trabajar juntos en una red de sinergias. Pretende ser una formación humana integral e integrada en una sinfonía de interdisciplinariedad para la unidad de toda la persona, a través del diálogo y la escucha, en una cultura de revisión de vida. Además de los sacerdotes formadores, el equipo de formación también incluye parejas, hombres y mujeres involucrados en diversos campos del conocimiento y las artes, como la filosofía, la espiritualidad, la música (piano/órgano, guitarra clásica, canto), el teatro, el deporte, la literatura, la comunicación, las ciencias humanas y las lenguas. También participan en la vida comunitaria, en el sentido de que su contribución no se limita al componente pedagógico de la enseñanza de contenidos propios de cada asignatura, sino que implica una corresponsabilidad integral en el proyecto educativo, teniendo siempre en cuenta la perspectiva global, en una dimensión transversal: clases, encuentros, celebraciones, vigilias, oraciones, tertulias, conferencias, conciertos, cine, visitas a museos, entre otros.
Además de cuidar las materias curriculares, el seminario se ha preocupado de crear un dinamismo propio de un “seminario en salida”, como sugiere el papa Francisco: ofrece actividades de voluntariado, de contacto con el mundo exterior, convirtiéndose en un auténtico lugar de esperanza. En este sentido, se desarrollan experiencias de presencia y contacto con los márgenes y los más vulnerables: presos, enfermos, trabajo en comunidades parroquiales y participación en experiencias pastorales en parroquias distintas a la de origen. Existe una gran preocupación por parte del equipo ampliado de formación para que el seminario sea una comunidad en salida.
El Seminario Conciliar de Braga ha promovido una reflexión constante entre el presbiterio archidiocesano y la sociedad, impulsada por una preocupación fundamental sobre la cuestión: “¿Qué sacerdotes para la Iglesia de hoy?” Para responder a esta pregunta, se organizaron dos Congresos Internacionales, con un amplio abanico de ponentes nacionales e internacionales de renombre: uno sobre la figura del sacerdote – “A la escucha de la Palabra”- y otro sobre la problemática de los seminarios católicos – “Levantad los ojos y ved”-.
Se ha iniciado un proceso de reflexión, pero la cuestión sigue abierta, y el problema se centra esencialmente en la perspectiva eclesiológica. No vemos al seminario situado al margen de la Iglesia, sino integrado en ella. La formación de los jóvenes seminaristas no es algo que concierna sólo al seminario y a los formadores; es también una responsabilidad de la Iglesia local, de las parroquias de las que proceden los candidatos, de sus respectivos párrocos, de sus familias, del presbiterio y del equipo episcopal, todos interconectados en una red de relaciones de unidad y comunión.
La comunidad de formación, a través de sus distintos formadores, se esfuerza por introducir a los alumnos en las claves de una renovación de los distintos lenguajes, desde el más tradicional hasta el lenguaje del mundo del arte contemporáneo.
Un proceso constructivo
P.- ¿Cuáles son los retos para la formación de los futuros sacerdotes?
R.- El primer gran reto en la formación de los futuros sacerdotes se plantea a las comunidades cristianas de las que proceden los candidatos y al presbiterio.
Otro reto importante es el desarrollo y la evolución de la formación humana básica hacia una formación humana-espiritual integral. La formación humana es la base de todo lo demás. Este es un gran reto para los tiempos modernos: restablecer una dimensión humano-espiritual y reforzar la dinamización de las relaciones.
Un tercer desafío consiste en superar una perspectiva ontologizante, es decir, una visión que realza la sacralidad del ministro ordenado, separándolo de la comunidad, negando una perspectiva ‘kenótica’ del sacerdocio de Cristo, como él mismo lo interpretó, en una línea de semejanza y servicio al pueblo de Dios.
P.- ¿Cómo se puede vivir la sinodalidad en un seminario?
R.- Además de lo ya enumerado, somos conscientes de la importancia de este proceso constructivo de escucha recíproca y de diálogo entre formadores y seminaristas en la programación de la vida del seminario, ya que permite a los seminaristas participar cada vez más en su propio proceso educativo.
Otra exigencia es el esfuerzo continuo que hay que hacer, con valentía creativa y eficaz, para vivir la tradición en un dinamismo progresivo. Otro aspecto es trabajar en el lenguaje de la tradición para nuestro tiempo.
Una mujer en el proceso
P.- En Braga se normalizó la presencia de una mujer en el equipo de formación. Cuál fue la decisión y cómo valora esta experiencia?
R.- Una de las novedades de la Archidiócesis de Braga fue la elección de una mujer como Directora Espiritual. Creemos que la presencia de lo femenino en el proceso humano integral es esencial y, en este sentido, esta presencia efectiva de lo femenino existe en el Seminario Conciliar de Braga desde hace más de dos décadas. Y fue una progresión natural hasta que hoy tenemos una mujer como directora espiritual. Actualmente, tenemos varias mujeres en las diversas dimensiones de la formación, desde jóvenes a madres y laicos.
P.- ¿Cuáles son los límites de esta experiencia de formación?
R.- Un primer límite de la experiencia de formación es el hecho de que puede terminar en el tiempo pasado en el seminario. Otro límite concierne a los formandos recientes, ordenados sacerdotes, que, después de la formación en el seminario, piensan que van a cambiar y revolucionar toda la diócesis. Otro problema que señalamos, derivado de una dificultad que hemos experimentado, se refiere a la transición a la vida sacerdotal. En efecto, no es fácil encontrar pequeñas comunidades de sacerdotes que acojan a los nuevos sacerdotes y les ayuden a consolidar y cimentar su aprendizaje y su experiencia en la comunidad del seminario, en el presbiterio.