Tras varias semanas de protestas en su contra y con buena parte del país en manos de las bandas criminales (en la capital, Puerto Príncipe, estas ya se han adueñado del 80% del territorio), ha anunciado su dimisión el primer ministro, Ariel Henry. Considerado por los más críticos como un tirano (desde el asesinato del presidente, Jovenel Moïse, el 7 de julio de 2021, este le había sucedido en la práctica, aunque sin asumir oficialmente el cargo presidencial), el mandatario ha acabado cediendo a las presiones al reconocer, como dijo en su discurso oficial de despedida, que Haití necesita “calma”, “paz” y “estabilidad”. Mientras, se mantendrá un Gobierno interino, pues la complicada situación del país, en un clima marcado por el caos, la violencia y la inseguridad, hace inviable la convocatoria de unas elecciones.
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Horas antes de confirmarse la salida de Henry, el presidente de la Conferencia Episcopal de Haití, Max Leroy Mésidor, había lanzado un SOS desesperado en el que clamaba ayuda a la comunidad internacional, pues Haití “camina peligrosamente hacia la guerra civil”. Y es que, más allá de la convulsa situación política, el problema más desgarrador es que las mafias controlan buena parte del país, ante la impotencia de un Estado apenas existente. Hasta el punto de que, para el arzobispo de Puerto Príncipe, “las fuerzas de policía son impotentes frente a bandas bien armadas que se han convertido en un ejército organizado. (…) Hay secuestros por todas partes. Seas rico o pobre, intelectual o analfabeto, cualquiera puede ser secuestrado. Es una dictadura”.
La Iglesia, hostigada
En buena parte, los miembros de la Iglesia están siendo objetivo de los grupos criminales para tratar de exigir luego rescates. Si ya hace unas semanas fueron raptadas y finalmente liberadas seis hermanas de Santa Ana, estos días ha ocurrido lo mismo con un laico y nueve religiosos que habían sido secuestrados. Concretamente, tres hermanas de San José de Cluny y seis consagrados de los Hermanos del Sagrado Corazón. Tras la puesta en libertad de la mayoría, dos de ellos aún continúan prisioneros.