La Iglesia celebra hoy el Foro de Diálogo y estudio sobre el Perdón y la Reconciliación, que busca revisitar a la entrega de los mártires como testigos de un amor sin límites. Se trata de una iniciativa impulsada mano a mano por la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española y el Instituto de Espiritualidad de la Universidad Pontificia de Comillas. A partir de las cinco de la tarde, el centro de formación de los jesuitas acoge este espacio de reflexión, en el que participarán entre otros, el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino o Manuel Fanjul, director general de Publicaciones de la Conferencia Episcopal Española. El acto estará presentado por la misionera idente Lourdes Grosso, como directora de la oficina episcopal, y por el carmelita Fernando Millán, director del Instituto de Espiritualidad.
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PREGUNTA.- ¿Por qué es necesario un foro cómo este? ¿Porque se ha olvidado a los mártires o porque se ha tergiversado su ejemplo de reconciliación?
RESPUESTA.- Necesitamos espacios de diálogo y encuentro fraterno, lejos de crispaciones y desencuentros. Se trata de trabajar juntos por la concordia, la comunión, el desarrollo de las comunidades y los pueblos. Para ello hay que saber perdonar, hay que aprender. Perdonar es una necesidad humana que nos acompaña desde siempre, además de ser signo clarividente del amor cristiano. Todos hemos dañado a alguien en algún momento y hemos acusado el dolor de un mal recibido. Necesitamos curar las heridas y el perdón es el mejor remedio.
No se ama lo que no se conoce. La memoria de los mártires viene acompañada del horror de la persecución religiosa sufrida en toda Europa, y en concreto en España, en las primeras décadas del siglo XX. Pero más allá del horror, como tremendamente cruenta es la cruz de Cristo, está la realidad del amor hasta el extremo, de la fidelidad, de la fe, el valor, el perdón, valores tan necesarios en todos los tiempos y también en el nuestro.
P.- De todos los expedientes que han pasado por su mesa, ¿cuál le ha impactado personalmente por su capacidad de perdonar a sus verdugos?
R.- La generosidad del amor siempre impacta. Todo acto de perdón es como el fuego purificador de quien lo da y se desea que también de quien lo recibe. Son muchos los testimonios: el padre que pide a su hija que transmita a la familia que perdone como él lo hace a quienes van a matarle; la joven madre que da a luz en la cárcel y prefiere morir a delatar a quien le enseñó a rezar; el anciano que pregunta quién va a dispararle porque quiere darle un abrazo de perdón antes de que lo haga…. Son tantas historias y las podemos ir conociendo una a una en las biografías que ya están publicadas.
P.- En un tiempo de polarización como en el que vivimos, incluso, eclesial, ¿ofrecen los mártires una lección de serenidad y paz frente a tantos impactos de desecuentro?
R.- Sin lugar a dudas. La fuerza que recibieron los mártires para poder amar hasta el extremo les dio la capacidad de vivir en condiciones infrahumanas y dramáticas con una serenidad, una paz, ayuda mutua, generosidad que sólo se explican por la gracia divina. Y esa gracia está al alcance de todos, de manera especial en el sacramento de la reconciliación.
P.-¿Cómo se evita que se pueda pensar que, en lugar de reivindicar la memoria de quienes perdonaron, reconocer a los 609 mártires del siglo XX es homenajearles contra alguien o, incluso, alentar los bandos de entonces?
R.- Quien piense en objetivos contrarios a los que claramente se exponen en la convocatoria de este foro sencillamente se equivoca. Contamos con la honestidad de las personas y no hay por qué pensar que van a tergiversar la realidad. Por otra parte, al mal sólo se le puede vencer con el bien, el amor y la verdad, que es lo de que vamos a tratar en estas iniciativas.
P.-¿Se han llegado a desestimar causas vinculadas a la persecución del siglo XX en España porque precisamente se dudara de que hubiera un testimonio de perdón?
R.- No me consta.