En el libro, el Papa explica por qué no es comunista, por qué no ve la televisión, cómo vive los ataques a su persona y cuál fue su papel durante la dictadura argentina
El papa Francisco se confiesa. Il Corriere della Sera avanza hoy parte de la autobiografía de Jorge Mario Bergoglio, titulada ‘La vida. Mi historia en la Historia’ (HarperCollins), escrita a cuatro manos con el corresponsal de Mediaset en el Vaticano, Fabio Marchese, y que verá la luz próximamente en Europa y América.
En el libro, el Pontífice habla sobre sus amores de juventud, su relación con Benedicto XVI, sus posiciones políticas, los ataques que recibe o su papel durante la dictadura argentina.
Bergoglio cuenta su cercanía a su profesora Esther y explica por qué es católico y no comunista. “Esther era una mujer formidable, realmente le debo mucho. Era una verdadera comunista, atea pero respetuosa: a pesar de tener sus ideas, nunca atacó la fe. Y me enseñó mucho sobre política: me dio publicaciones para leer, incluida la del partido comunista”.
Sobre su posición política, continúa: “Alguien, después de mi elección como Papa, dijo que hablo a menudo de los pobres porque yo también sería comunista o marxista. Un cardenal amigo también me contó que una señora, buena católica, le dijo que estaba convencida de que el papa Francisco era el antipapa. ¿La motivación? ¡Porque no uso zapatos rojos!“.
Y recalca: “Hablar de los pobres no significa automáticamente ser comunista: ¡los pobres son la bandera del Evangelio y están en el corazón de Jesús! En las primeras comunidades cristianas la propiedad era compartida: esto no es comunismo, esto es cristianismo en estado puro”.
En el libro, el Papa habla de Maradona, Messi y su pasión por el fútbol, pero explica por qué no ve los partidos de Argentina por televisión. “Era el 15 de julio de 1990. Mientras los hermanos jesuitas y yo estábamos viendo la televisión en el salón de recreo, se transmitieron algunas escenas no muy delicadas, por decirlo suavemente, algo que ciertamente no era bueno para el corazón. Nada arriesgado, por Dios, pero una vez que regresé a la habitación me dije: ‘Un sacerdote no puede mirar estas cosas’. Y así, al día siguiente, en la misa de la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, ¡hice la promesa de no mirar más televisión!”.
“Durante el seminario también tuve un pequeño enamoramiento: es normal, de lo contrario no seríamos seres humanos. Ya había tenido novia en el pasado, una chica muy dulce que trabajaba en el mundo del cine y que luego se casó y tuvo hijos. Esta vez, sin embargo, estaba en la boda de uno de mis tíos y quedé deslumbrado por una chica. Realmente me hizo dar vueltas la cabeza por lo hermosa e inteligente que era. ¡Durante una semana tuve su imagen siempre en mi mente y me costaba orar! Luego por suerte pasó y me dediqué en cuerpo y alma a mi vocación”, explica.
Bergoglio escondió y protegió a tres seminaristas vinculados a monseñor Angelelli, posteriormente asesinado por la dictadura. “Esos tres seminaristas me ayudaron a acoger a otros jóvenes en riesgo como ellos, al menos veinte en dos años. Creo que los servicios secretos me estaban monitoreando, por eso logré de alguna manera engañarlos cuando hablaba por teléfono o cuando escribía algunas cartas…”, comienza diciendo.
Como relata Francisco, “me presentaron el caso de un niño que necesitaba escapar de Argentina: noté que se parecía a mí y logré hacerlo escapar vestido de sacerdote y con mi cédula de identidad. Esa vez arriesgué mucho: si lo hubieran descubierto, sin duda lo hubieran matado, y luego hubieran venido a buscarme”.
En cuanto a los dos jesuitas expulsados de la Compañía de Jesús y secuestrados por el régimen, el padre Yorio y el padre Jalics, Bergoglio dice que luchó por su liberación: dos veces fue a visitar al almirante Massera; logra incluso hablar con Videla, convenciendo a su capellán de que diga que está enfermo para celebrar misa en su lugar. Finalmente, los dos son liberados y Bergoglio organiza su fuga de Argentina. También intenta ayudar a Esther, su profesora comunista, escondiendo sus libros, pero no puede salvarla. Esther es secuestrada, torturada y arrojada desde un avión.
“Fue un genocidio generacional”, escribe el Papa. Y añade: “Las acusaciones contra mí continuaron hasta hace poco. Fue la venganza de algún izquierdista que sabía cuánto me oponía a esas atrocidades… El 8 de noviembre de 2010 también fui interrogado como persona informada de los hechos para el juicio por los crímenes cometidos durante el régimen. El interrogatorio duró cuatro horas y diez minutos: un aluvión de preguntas… Después algunas personas me confiaron que el gobierno argentino de entonces -liderado por Cristina Kirchner- había intentado por todos los medios ponerme una soga al cuello, pero que al final no lo habían conseguido. No encontraron pruebas porque estaba limpio”.
“Me dolió ver, a lo largo de los años, cómo su figura de Papa emérito ha sido explotada con fines ideológicos y políticos por personas sin escrúpulos que, al no haber aceptado su dimisión, han pensado en su propio beneficio y en su pequeño jardín que cultivar, subestimando la dramática posibilidad de una fractura dentro de la Iglesia”, denuncia el Papa. Y agrega: “Decidimos juntos que sería mejor para él no vivir escondido, como había previsto inicialmente, sino ver a la gente y participar en la vida de la Iglesia. Desgraciadamente sirvió de poco, porque en diez años no ha faltado la polémica y nos ha perjudicado a ambos. Ratzinger fue utilizado en mi contra”.
“Hay quienes en el Vaticano esperan mi muerte. Cuando el Papa está en el hospital, muchos pensamientos rondan por su cabeza, y también hay quienes especulan para beneficio propio o en los periódicos. Por suerte, a pesar de los momentos difíciles, nunca pensé en renunciar”, afirma el Pontífice.
En el mismo sentido, continúa: “Creo que el ministerio petrino es ‘ad vitam’ y, por tanto, no veo condiciones para la renuncia. Las cosas cambiarían si se produjera un impedimento físico grave, y en ese caso ya firmé la carta de renuncia al inicio del pontificado que está depositada en la Secretaría de Estado. Si esto sucediera, no me llamaría Papa emérito, sino simplemente Obispo emérito de Roma, y me mudaría a Santa María la Mayor para volver a ser confesor y llevar la comunión a los enfermos. Pero esta es una hipótesis lejana, porque realmente no tengo razones lo suficientemente serias como para pensar en rendirme. A lo largo de los años, algunos esperaban que tarde o temprano, tal vez después de mi hospitalización, haría tal anuncio, pero no existe tal riesgo: gracias al Señor, gozo de buena salud y, si Dios quiere, todavía quedan muchos proyectos por realizarse”.
“Me imagino una Iglesia madre, que abraza y acoge a todos, incluso a los que se sienten mal y a los que han sido juzgados por nosotros en el pasado. Pienso en personas homosexuales o transexuales que buscan al Señor y que, en cambio, han sido rechazadas o ahuyentadas”, dice el Papa en este sentido.
Para Francisco, “las bendiciones para las parejas irregulares solo quieren decir que Dios ama a todos, especialmente a los pecadores. Y si los hermanos obispos deciden no seguir este camino, no significa que sea la antesala de un cisma, porque la doctrina de la Iglesia no está en entredicho”.
Asimismo, confirma que el matrimonio homosexual no es posible, pero las uniones civiles sí: “Es justo que estas personas que viven el don del amor puedan tener cobertura legal como todos los demás. Jesús salía a menudo al encuentro de personas que vivían en los márgenes, y eso es lo que la Iglesia debe hacer hoy con las personas de la comunidad LGBTQ+, a menudo marginadas dentro de la Iglesia: hacerles sentir como en casa, especialmente a aquellos que han recibido el bautismo y son a todos los efectos parte del pueblo de Dios. Y el que no haya recibido el bautismo y quiera recibirlo, o quiera ser padrino o madrina, que sea bienvenido”.
El Papa escribe que, si hubiera seguido todo lo que se dice y se escribe sobre él, habría tenido que ir al psicólogo una vez por semana. Pero reconoce que le duele quienes escribieron que “Francisco está destruyendo el papado”. “¿Qué puedo decir? Que mi vocación es la sacerdotal: ante todo soy sacerdote, soy pastor, y los pastores deben estar entre la gente… En el cónclave de 2013 había un gran deseo de cambiar las cosas, de abandonar ciertas actitudes que lamentablemente todavía hoy luchan por desaparecer. Siempre hay quienes intentan frenar la reforma, quienes quisieran quedarse estancados en los tiempos del Papa-Rey”, subraya.