El papa Francisco ha recibido en la mañana de este viernes 15 de marzo a los participantes en la Plenaria del Dicasterio para la Evangelización. Consciente de los “problemas” que se ligan hoy al testimonio público de la fe, Bergoglio ha pedido que la “mirada” se dirija siempre “a las diferentes regiones del mundo, tan diferentes entre sí en cultura y tradición”.
En este ejercicio de discernimiento y respeto por la diversidad, huyendo siempre de ‘la colonización ideológica’ contra la que Francisco clama siempre que puede, ha reflexionado sobre “la situación que enfrentan varias Iglesias locales, donde el secularismo de las últimas décadas ha creado enormes dificultades: desde la pérdida del sentido de pertenencia a la comunidad cristiana hasta la indiferencia hacia la fe y sus contenidos”.
El Pontífice ha admitido que “son problemas graves y que muchos hermanos tienen que afrontar cada día, pero no debemos desanimarnos. Se ha estudiado el laicismo y se han escrito avalanchas de páginas sobre él. Sabemos los efectos negativos que ha producido, pero este es un momento propicio para comprender qué respuesta eficaz estamos llamados a dar a las jóvenes generaciones para que recuperen el sentido de la vida”.
En este sentido, Bergoglio siente que “el llamado a la autonomía personal, presentado como una de las reivindicaciones del secularismo, no puede teorizarse como independencia de Dios, porque es precisamente Dios quien garantiza la libertad de acción personal. Y, en cuanto a la nueva cultura digital, que presenta muchos aspectos interesantes para el progreso de la humanidad (pensemos en la medicina y la protección de la creación), también trae consigo una visión del hombre que parece problemática si se la remite a la necesidad de verdad que habita en cada persona, combinada con la necesidad de libertad en las relaciones interpersonales y sociales”.
Por tanto, “el gran problema que tenemos ante nosotros es comprender cómo superar la ruptura que se ha producido en la transmisión de la fe. Para ello, urge recuperar una relación efectiva con las familias y los centros de formación. Para ser transmitida, la fe en el Señor resucitado, que es el corazón de la evangelización, requiere una experiencia significativa vivida en la familia y en la comunidad cristiana como un encuentro transformador de vida con Jesucristo. Sin este encuentro real y existencial, estaremos siempre sometidos a la tentación de hacer de la fe una teoría y no un testimonio de vida”.
En este punto, Francisco se ha mostrado muy agradecido por el ‘Directorio’ que, en 2020, el Dicasterio para la Evangelización impulsó para articular la catequesis. Y es que se trata de “una herramienta válida y que puede ser eficaz, no solo para la renovación de la metodología catequética, sino diría que sobre todo para la implicación de la comunidad cristiana en su conjunto”.
Siendo “el ministerio de catequista” una “vocación” que debe ser “alimentada y acompañada” por los obispos, el Papa desea que esta misión crezca “especialmente entre los jóvenes, para permitir que se reduzca la brecha entre generaciones y que la transmisión de la fe no aparezca como una tarea confiada solo a las personas mayores. En este sentido, os animo a buscar vías para que el catecismo de la Iglesia católica siga siendo conocido, estudiado y valorado, de modo que de él se puedan extraer respuestas a las nuevas necesidades que van surgiendo con el paso de los decenios”.
Más allá, otro punto nuclear ha de ser “la espiritualidad de la misericordia como contenido fundamental en la obra de evangelización. La misericordia de Dios nunca falla y estamos llamados a dar testimonio de ella y a hacerla, por así decirlo, circular por las venas del cuerpo de la Iglesia. Dios es misericordia: este mensaje perenne fue relanzado con fuerzas y métodos renovados por san Juan Pablo II para la Iglesia y la humanidad a principios del tercer milenio”.
Un ámbito en el que este ha de testimoniarse con especial fuerza son los templos que acogen a peregrinos, culminando un camino de búsqueda y preguntas: “La pastoral de los santuarios requiere estar impregnada de misericordia para que quienes llegan a esos lugares puedan encontrar oasis de paz y serenidad. Los ‘misioneros de la Misericordia’, con su generoso servicio al sacramento de la Reconciliación, ofrecen un testimonio que debe ayudar a todos los sacerdotes a redescubrir la gracia y la alegría de ser ministros de Dios, que perdona siempre y sin límites”.
En definitiva, Francisco desea que abunden “ministros de Dios que no solo esperan, sino que van al encuentro, en búsqueda, porque el Padre es misericordioso, no maestro; es buen Pastor, no mercenario, y se llena de alegría cuando puede acoger a una persona que regresa” o “la encuentra mientras deambula por sus laberintos”.
Así, “cuando la evangelización se realiza con la unción y el estilo de la misericordia, encuentra una mayor escucha y el corazón se abre con más disposición a la conversión. De hecho, hemos sido tocados en lo que sentimos que más necesitamos; es decir, el amor puro y libre, que es fuente de vida nueva”.
Al finalizar la audiencia privada, en el Palacio Apostólico, el Papa ha reconocido a los presentes que, de cara al Jubileo de 2025, dirigido al conjunto de la Iglesia universal, está trabajando en una “carta apostólica” que verá la luz “dentro de algunas semanas”. En ella apelará a que esta importante cita, cuyo precedente se dio en el año 2000, será una oportunidad desde la que “deberá surgir la fuerza de la esperanza”.
El Pontífice ha asegurado que espera “que esas páginas puedan ayudar a muchos a reflexionar y sobre todo a vivir concretamente la esperanza. Esta virtud teologal ha sido vista poéticamente como la ‘hermana pequeña’ entre las otras dos, la fe y la caridad, pero sin la cual estas dos no pueden avanzar y no se expresan mejor. ¡El pueblo santo de Dios lo necesita mucho!”.
Por ello, tras agradecer “el gran compromiso que el Dicasterio para la Evangelización pone en la organización diaria del próximo Jubileo”, el Papa ha reiterado que “la acogida de los peregrinos, sin embargo, debe expresarse no solo en las obras estructurales y culturales necesarias, sino también en permitirles vivir la experiencia de la fe, la conversión y el perdón, encontrando una comunidad viva que dé testimonio de ello con alegría”.