Jorge Mario Bergoglio se reúne con la comunidad del centro médico, cuando se cumplen cien años de que fuera donado a la Santa Sede
En 1869, una familia noble italiana decidió dedicar su patrimonio a la caridad. En su casa, habilitaron cuatro camas para niños enfermos que comenzaron a cuidar unas monjas. Fue la ‘primera piedra’ del que sería el primer hospital pediátrico del país, el Bambino Gesù. Hace justo ahora cien años, los Salviati decidieron donar este centro médico a la Santa Sede que, no solo ha mantenido esta obra, social sino que lo ha convertido en un sanatorio de referencia mundial, y no solo por ser el hospital de los Papas. De hecho, está previsto que abra una nueva sede en Roma.
Esta celebración centenaria se hizo visible esta mañana, a través de una audiencia con el Papa Francisco en el Aula Pablo VI. El pontífice argentino, a través de un discurso leído por el sacerdote Filippo Ciampanelli, que ya le ha ayudado en otras ocasiones ante sus problemas de bronquitis, invitó a los presentes a acrecentar su misión desde tres ejes: la generosidad, el cuidado y la comunidad.
“¡Gracias! Gracias por todo esto. Sigan adelante en esta bendita obra”, enfatizó el Papa en su intervención. Y explicó el motivo: “Os confieso que cuando voy al Bambino Gesù tengo dos sentimientos contrapuestos: siento dolor por el sufrimiento de los niños enfermos y de sus padres; pero al mismo tiempo siento una gran esperanza, viendo todo lo que allí se hace para curarlos”.
Francisco puso en valor cómo el hospital se ha convertido en un referente en investigación y tratamiento que tiene como prioridad “hasta la acogida de niños necesitados de todo el mundo, ofrecidos sin distinción de condición social, nacionalidad o religión”. Desde ahí, animó a toda la comunidad sanitaria a mantener esta “especial atención a los más vulnerables, como los pacientes que padecen enfermedades graves, raras o ultrarraras”. “Y no sólo eso -apreció el pontífice argentino-, sino que, para que la ciencia y los conocimientos especializados no sigan siendo el privilegio de unos pocos, les insto a que continúen poniendo los frutos de sus investigaciones a disposición de todos, especialmente allí donde más se necesitan, como lo hacen, por ejemplo, contribuyendo a la formación de médicos y enfermeras africanos, asiáticos y del Oriente Medio”.
Pero, más allá de la calidad médica, el Papa subrayó como los equipos del Bambino Gesú son reconocibles por su “amabilidad y cercanía”. “Este es un elemento calificativo, que nunca debe pasarse por alto, aunque sé que a veces se trabaja en condiciones difíciles”, admitió Jorge Mario Bergoglio. “No hay cuidado sin relación, cercanía y ternura, a todos los niveles”, subrayó justo después el texto del Papa.
Añadiendo la vertiente más trascendente, el Sucesor de Pedro recordó a los profesionales del hospital que su trabajo es “una misión”: “Vidas que ayudan a la vida”. En su alocución, el pontífice destacó detalles cotidianos como el voluntariado en el centro, la donación de sangre, leche, órganos, células o tejidos. “El amor lleva a algunos padres al acto heroico de consentir la donación de órganos de sus hijos que no lo lograron”, aplaudió el Papa.