El campanario, con una mínima cruz silueteada, apenas delata que estamos ante una iglesia. El edificio, revestido con lamas blancas y volúmenes circulares, esconde espacios para vivir la fe desde lo individual y lo comunitario, a la vez que se integra en el frondoso paisaje que lo circunda. La majestuosa obra, de 13.500 m2, está en Biñan (Filipinas) y ha revolucionado la arquitectura sacra. Aparentemente, rompe la dicotomía entre lo religioso y lo secular, pero su imagen cenital revela que envuelve la estrella fulgente de cinco puntas, el Signum Fidei, que define los valores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: fe, justicia, fraternidad, servicio y compromiso.
Es el Santuario de La Salle, ejemplo de renovación –y de integración contemporánea– del concepto de templo, escuela y santuario. Es, a la vez, un homenaje por el 500º aniversario de la evangelización de Filipinas, el repositorio permanente de las reliquias de Juan Bautista de la Salle –el santo francés que fundó la congregación lasaliana hace casi 350 años–, y un espacio dedicado a la comunidad educativa que se abre hacia fuera y a la naturaleza.
“Un emblemático espacio religioso que se conceptualizó como un proceso de diseño integral anclado en los valores y la tradición heredados de La Salle, así como en las orientaciones de la liturgia católica. Estas se tradujeron de forma coherente en las diferentes vertientes del Santuario, incluyendo su experiencia espacial y sensorial, la intención artística, el diseño del mobiliario y la selección de objetos sagrados. Este edificio lasaliano es una celebración de la fe cristiana y del talento filipino”, según Armin Luistro, superior general de los Hermanos de La Salle.
El diseño es de CAZA, el estudio que lidera el arquitecto Carlos Arnaiz, con sede en Nueva York y oficinas en Bogotá y Manila, y que está renovando la arquitectura sacra contemporánea con el concepto de “armonía polifacética”, una vuelta de tuerca al mensaje evangélico a partir de dos interpretaciones o análisis de lo inclusivo.
“El primero exigía crear un espacio de reunión social que armonizara y rindiera homenaje a tres grupos distintos de la comunidad: los religiosos, los académicos y los residentes de los alrededores. El segundo hacía hincapié en la conexión con el paisaje rural circundante, marcado por extensos árboles y campos abiertos. Esto era especialmente digno de mención en el contexto de una región urbana en desarrollo, ya que ofrecía una mezcla única de inclusión comunitaria y sensación de serenidad natural”, según el comunicado con el que el estudio describe su llamativa obra, consagrada el pasado mes de noviembre.
De nacionalidad colombiana y filipina, Arnaiz ideó además la iglesia llamada de los 100 muros, inaugurada en 2013 en Cebú, también en Filipinas, donde su visión de lo sagrado trata “de reforzar la experiencia de búsqueda”. En Biñan, en pleno campus de la Universidad de La Salle –diseñado igualmente por el estudio de Brooklyn–, es la capilla el eje del proyecto y de donde emana la idea de inclusividad. “La capilla está diseñada para acoger a individuos y convertirlos en parte de un grupo más amplio y conectado, y su recorrido espacial da forma física a la idea de participar en una comunidad de fe como individuo”, describen desde CAZA.