El papa Francisco ha escrito “en vísperas de esta Pascua, que para ustedes tiene una fuerte carga de Pasión y todavía poco de Resurrección” una carta a los católicos de Tierra Santa asegurando su cercanía y oración continua. “Me hago cercano a todos ustedes, en sus varios ritos, queridos fieles católicos esparcidos por todo el territorio”, señala, pensando especialmente en quienes “están sufriendo dolorosamente el drama absurdo de la guerra, a los niños a los que se les niega un futuro, a cuantos lloran y sufren, a cuantos experimentan angustia y desorientación”.
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Gracias por su testimonio
“La Pascua, centro de nuestra fe, tiene aún más significado para ustedes, que la celebran en los lugares en los que el Señor vivió, murió y resucitó”, recalca el Papa aludiendo a que “la geografía de la salvación existiría sin la tierra que ustedes habitan desde hace siglos, en la que quieren permanecer y donde es un bien que puedan quedarse”. “Gracias por su testimonio de fe, gracias por la caridad que existe entre ustedes, gracias porque saben esperar contra toda esperanza”, apunta.
El Papa, unido a los cristianos de todo el mundo que rezan por el dolor de esas comunidades, desea “que el Señor Jesús, nuestra Vida, como Buen Samaritano derrame sobre las heridas de sus cuerpos y sus almas el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”. Recordando su viaje a Tierra Santa, Francisco repite el llamamiento por la paz de Pablo VI.
“No estáis solos”
Para el Papa, “la comunidad cristiana de Tierra Santa no sólo ha sido custodia de los lugares de la salvación a lo largo de los siglos, sino que constantemente ha dado testimonio, a través de sus propios sufrimientos, del misterio de la Pasión del Señor. Y, con su capacidad de levantarse y seguir adelante, ha anunciado y sigue anunciando que el Crucificado resucitó, que con los signos de su Pasión apareció a sus discípulos y ascendió al cielo, llevando junto al Padre nuestra humanidad atormentada pero redimida”. “Ustedes son antorchas encendidas en la noche; son semillas de bien en una tierra desgarrada por los conflictos”, apela Bergoglio.
Y por ello, al Señor le pide: “Haz que nadie nos robe del corazón la esperanza de ponernos en pie y de resucitar contigo, haz que no nos cansemos de afirmar la dignidad de todo hombre, sin distinción de religión, etnia o nacionalidad, empezando por los más frágiles, por las mujeres, los ancianos, los pequeños y los pobres”. “Hermanos y hermanas, quisiera decirles que no están solos y no los dejaremos solos, sino que permaneceremos solidarios con ustedes a través de la oración y la caridad activa, esperando poder volver pronto a ustedes como peregrinos, para mirarlos a los ojos y abrazarlos, para partir el pan de la fraternidad y contemplar aquellos brotes de esperanza nacidos de vuestras semillas, esparcidas en el dolor y cultivadas con paciencia”, reclama.