Las bajas temperaturas hicieron en 2023 que el papa Francisco no pudiera acudir al Coliseo, algo que se ha repetido este 2024 “para preservar su salud de cara a la Vigilia de mañana y la Misa del Domingo de Resurrección, el papa Francisco seguirá esta tarde el Vía Crucis del Coliseo desde la Casa Santa Marta”, según ha informado la Sala de Prensa del Vaticano. Sin embargo su presencia se ha notado en que el pontífice ha sido el autor de las meditaciones de este año. ‘En oración con Jesús en el camino de la Cruz’ ha sido el título de las 14 reflexiones que han acompañado a cada una de las estaciones en la noche del Viernes Santo. Es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio escribe estos textos durante su pontificado, aunque otros papas lo hicieron anteriormente. Los textos, según informan los medios vaticanos, han tenido un fuerte corte meditativo e han ido menos ligados a la actualidad.
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La Oficina de Prensa de la Santa Sede destaca que el Via Crucis es “un acto de meditación y espiritualidad, con Jesús en el centro. Él es quien hace el camino de la Cruz y nosotros nos ponemos en camino con Él. Todo está muy centrado en lo que Jesús y vive en ese momento y está claro que nos extendemos en el tema del sufrimiento…” Familias, obispos, reclusos, niños, teólogas o víctimas de diferentes conflictos han elaborado los textos en los últimos años. Francisco ha seguido la celebración desde Santa Marta siendo reemplazado por el cardenal vicario Angelo de Donatis mientras la cruz –portada por monjas de clausura, residentes en casas de menores o de asistencia social, una familia, personas con discapacidad, un grupo de oración, confesores romanos, migrantes, agentes de pastoral sanitaria o de Cáritas, catequistas, párrocos y jóvenes– ha seguido su recorrido por el entorno del anfiteatro Flavio. Un acto en el que ha estado presente el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri.
“En oración con Jesús en el camino de la cruz” es el título de las meditaciones en sintonía con el Año de la oración que vive la Iglesia como preparación al Jubileo 2025. “Señor, tú preparabas con la oración cada una de tus jornadas, y ahora en Getsemaní preparas la Pascua”, recuerda el Papa en la introducción, en la que destaca que Jesús tuvo “temor frente a la muerte, angustia bajo el peso de nuestros pecados, que cargaste sobre ti, mientras te invadía una amargura infinita”. Sin embargo, lamenta Francisco, “cuántas veces, como los discípulos, en lugar de velar, me dormí, cuántas veces no tuve tiempo o ganas de rezar, porque estaba cansado, anestesiado por la comodidad o con el alma adormecida”. En la oración final, entre las 14 invocaciones que realiza el pontífice, clama: “Jesús, te contemplo en la cruz y veo que se despliega ante mis ojos el amor, que da sentido a mi ser y es meta de mi camino. Ayúdame a amar y a perdonar, a vencer la intolerancia y la indiferencia, a no quejarme”; así como “que esta oración de intercesión abrace a los hermanos y hermanas de tantas partes del mundo que sufren persecución a causa de tu nombre; a los que padecen la tragedia de la guerra y a los que, sacando fuerzas de ti, cargan con pesadas cruces”.
Una oración confiada
En las meditaciones, Francisco le alaba a Jesús: “tu silencio es fecundo: es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces”. Una oración por quienes tiene la cruz de “una enfermedad, un accidente, la muerte de un ser querido, una decepción amorosa, un hijo que se perdió, la falta de trabajo, una herida interior que no cicatriza, el fracaso de un proyecto, una esperanza más que se malogra…” y que desea “que descarguemos en ti nuestros cansancios y sinsabores, porque quieres que en ti nos sintamos libres y amados”.
“Mientras besas la tierra árida y fría, piensas en el hombre, sacado de la tierra, piensas en nosotros, que estamos en el centro de tu corazón”, destaca Bergoglio ante el Jesús orante postrado en tierra. “El amor del Padre por ti y el tuyo por nosotros: el amor, ese es el estímulo que te hace levantarte y seguir adelante. Porque el que ama no se queda derrumbado, sino que vuelve a empezar; el que ama no se cansa, sino que corre; el que ama vuela”, añade en la tercera estación. También, añade, “Jesús, en la mirada de María, llena de lágrimas y de luz, encuentras el grato recuerdo de su ternura, de sus caricias, de sus brazos amorosos que siempre te han acogido y sostenido. La mirada de la propia madre es la mirada de la memoria, que nos cimienta en el bien”. Ante el Cirineo, prosigue, “le muestras tus fragilidades a un hombre sencillo, a un campesino que vuelve del campo. Gracias porque, al dejarte ayudar en tu necesidad, borras la imagen de un dios invulnerable y lejano”.
La grandeza de las mujeres
En otra estación, Francisco lamenta que “basta un teclado para insultar y publicar condenas” peroVerónica “va contra la corriente, sola, con la valentía de la compasión; se arriesga por amor, encuentra la manera de pasar entre los soldados sólo para brindarte el consuelo de una caricia en el rostro”. “Me doy cuenta de que toco fondo cuando vuelvo a caer, cuando recaigo en mis errores, en mis pecados, cuando me escandalizo de los demás y luego me doy cuenta de que yo no soy distinto de ellos … Pero tú, Jesús, caíste muchas veces bajo el peso de la cruz para estar a mi lado cuando yo caigo. Contigo la esperanza nunca se acaba”, señala más adelante. “Recuérdame que las caídas se pueden convertir en momentos cruciales del camino, porque me llevan a comprender que lo único que importa es que te necesito”, implora el Papa.
Francisco alaba también a “esas mujeres, a las que has dado esperanza; que no tienen voz, pero se hacen oír. Ayúdanos a reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia”. Además, pide: “Concédeme que pueda verte en los que sufren y que a los que sufren los pueda ver en ti, porque tú estás ahí, en quien está despojado de dignidad, en los cristos humillados por la prepotencia y la injusticia, por las ganancias injustas obtenidas a costa de los demás y ante la indiferencia general”.
La cruz, icono de amor
“En la cumbre del Gólgota nos revelas la altura de la oración de intercesión que salva al mundo. Jesús, que yo no rece sólo por mí y por mis seres queridos, sino también por los que no me quieren y me hacen daño; que yo rece según los deseos de tu corazón, por los que están lejos de ti; reparando e intercediendo en favor de los que, ignorándote, no conocen la alegría de amarte y de ser perdonados por ti”, clama en la décima estación. A esto se suma otra petición: “Yo, en las tinieblas de mis porqués, te encuentro a ti, Jesús, luz en la noche. Y en el grito de tantas personas solas y excluidas, oprimidas y abandonadas, te veo a ti, Dios mío: haz que te reconozca y te ame”.
El Papa alaba a Jesús porque: “Conviertes la cruz, que es emblema del tormento, en icono del amor; cambias el muro de la muerte en puente hacia la vida. Transformas la oscuridad en luz, la separación en comunión, el dolor en danza e incluso el sepulcro ―última estación de la vida― en punto de partida de la esperanza”. A María le implora: “Recíbeme en tus brazos e inclínate sobre mis heridas”. “Madre de misericordia, vivimos en un tiempo despiadado y necesitamos compasión: tú, tierna y fuerte, úngenos con mansedumbre; deshaz las resistencias del corazón y los nudos del alma”, añade. En la última estación, destaca que “Tu sepulcro, que ―único en la historia― será fuente de vida, era nuevo, recién labrado en la roca … Será verdaderamente Pascua si doy algo de lo mío a Aquel que dio la vida por mí; porque es dando como se recibe; y porque la vida se encuentra cuando se pierde y se posee cuando se da”.