Tras unas semanas en las que el papa Francisco ha preferido dejar que otros lean en ocasiones sus discursos, la Semana Santa ha sido una ocasión para escuchar directamente al pontífice en las celebraciones más destacados del año litúrgico. A pesar de sus habituales limitaciones en cuestión de movilidad el Papa ha asistido a la eucaristía de la mañana del Domingo de Ramos, la de Pascua o acudido al Coliseo para el Via Crucis del Viernes Santo. Tampoco han faltado en la agenda papal la Misa crismal, la Vigilia Pascual o la bendición ‘Urbi et Orbi’ desde el balcón central de la basílica de San Pedro.
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Vida Nueva repasa los momentos imprescindibles de las celebraciones litúrgicas desde el Domingo de Ramos hasta la celebración de la Pascua en esta Semana Santa de 2024.
Domingo de Ramos, 24 de marzo [Lee la crónica completa en Vida Nueva]
Tras un invierno marcado por la bronquitis y los resfriados, el papa Francisco llega a la primavera sin recuperarse del todo aunque ha presidido la eucaristía del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor en la Plaza de San Pedro. El pontífice, con capa pluvial roja, ha introducido la celebración y bendecido los ramos de olivo desde el atrio de la Basílica Vaticana. El encargado de realizar las oraciones de la plegaria eucarística fue el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales.
Tras la lectura de la Pasión según san Marcos, el papa Francisco, con un silencio contemplativo no ha pronunciado su homilía ni ha delegado la función en ningún otro de los cardenales o celebrantes. Tras la oración final sí que dirigió la alocución previa al ángelus mostrando su cercanía por las muertes, una mujer y su hijo, en una comunidad de San José de Apartada en Colombia, ejemplo de economía social. También ha condenado el ” vil atentado terrorista” en Rusia, pidió por las víctimas y que Dios “convierta el corazón” de quienes cometen estas “acciones deshumanizas que ofenden a Dios que nos ha mandado: No matarás”. Invitó además a rezar por las víctimas de la guerra como sucede en Ucrania o en Gaza.
Jueves Santo, 28 de marzo [Lee la crónica completa de la misa crismal en Vida Nueva]
El papa Francisco ha presidido, en la mañana del Jueves Santo y junto con una representación del consejo presbiteral de la diócesis de Roma, así con diferentes fieles, la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro. Un templo que muestra una imagen peculiar y es que se espera que durante diez meses esté totalmente cubierto por las obras de restauración el Baldaquino de bronce dorado, obra de Bernini. Francisco propuso a los sacerdotes una reflexión sobre la compunción que es “‘una punción en el corazón’, un pinchazo que lo hiere, haciendo brotar lágrimas de arrepentimiento”, “no es un sentimiento de culpa que nos tumba por tierra, no es el escrúpulo que paraliza, sino un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo” y hace derramar lágrimas de gracia.
Finalmente destacó que “la compunción no es el fruto de nuestro trabajo, sino que es una gracia y como tal ha de pedirse en la oración” desde el arrepentimiento auténtico como don del Espíritu. Ante esto Francisco ofreció dos consejos a los curas: “no mirar la vida y la llamada en una perspectiva de eficacia y de inmediatez, ligada sólo al hoy y a sus urgencias y expectativas, sino en el conjunto del pasado y del futuro” y “redescubrir la necesidad de dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada”. “Gracias, queridos sacerdotes, por sus corazones abiertos y dóciles; gracias por sus fatigas y sus lágrimas, gracias por llevar la maravilla de la misericordia de Dios a los hermanos y a las hermanas de nuestro tiempo. Que el Señor los consuele, los confirme y los recompense”, concluyó Francisco.
Jueves Santo, 28 de marzo [Lee la crónica completa de la Misa de la Cena del Señor en Vida Nueva]
La prisión femenina del gran complejo penitenciario de Rebibbia, en la periferia de Roma, es el lugar elegido por el papa Francisco para mantener la costumbre, desde que era arzobispo de Buenos Aires, de celebrar la misa de la Cena del Señor, en la tarde del Jueves Santo, de manera restringida en una institución con personas vulnerables –frente a la tradición de los papas de acudir a San Juan de Letrán–.
Las reclusas y el personal recibieron a Francisco con un aplauso y muchos saludos incluyendo numerosos besos en las manos –ante el temor de los responsables de seguridad aunque recorrió todos los pasillos y zonas de sillas–. En una breve homilía sin papeles, el Papa ha destacado que “en este momento de la cena, hay dos episodios que llaman la atención: el lavatorio de los pies de Jesús, Jesús se humilla, con este gesto nos hace entender lo que él había dicho que no he venido para ser servido sino para servir, nos enseña el camino de servicio”. Francisco además contó que “una vez escuché a una anciana sabia del pueblo: Jesús no se cansa jamás de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.
Francisco, ayudado por un bastón, ha lavado y besado los pies a un grupo de 12 reclusas de las 360 mujeres –y un niño, que recibió un huevo de Pascua del Papa– que están en la prisión, según ha informado el capellán de la prisión, Andrea Carosella, que ha destacado que durante la cuaresma se han preparado para la visita del pontífice. Las mujeres son doce reclusas de entre 40 y 50 años, de varias nacionalidades diferentes: Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia.
Viernes Santo, 29 de marzo [Lee la crónica completa de los oficios en Vida Nueva]
Tras la celebración de la Cena del Señor, que el papa Francisco presidió en la cárcel de mujeres de Roma, el Viernes Santo trae celebración de la Pasión que comienza sin cantos, una procesión de entrada reducida y con el papa Francisco ha sustituido la postración en oración sobre el suelo por un instante de silencio despojado de la mitra y el solideo frente al baldaquino de Bernini tapado por andamios con motivo de las obras de restauración y dejando a la vista solo el altar completamente desnudo.
Así ha comenzado una celebración que ha incluido, como es habitual, una Liturgia de la Palabra en torno al texto de la Pasión del evangelista san Juan –que el pontífice ha seguido sentado en la misma sede preparada en la Misa Crismal, la Adoración de la Cruz –siempre sin poder arrodillarse el Papa por su dolencia en la rodilla– y el Rito de la Comunión. Solo recogimiento, oración y devoción entre los rayos de luz que se colaban por las ventanas de la cúpula de Miguel Ángel. El Papa, que preside la celebración, en cambio no hace la homilía. Ha sido, como es habitual, el predicador de la Casa Pontificia el cardenal Rainiero Cantalamessa el encargado de hacer una reflexión sobre el Dios que se revela en la Cruz de Jesús.
Viernes Santo, 29 de marzo [Lee la crónica del Via Crucis completa en Vida Nueva]
Las bajas temperaturas hicieron en 2023 que el papa Francisco no pudiera acudir al Coliseo, algo que se ha repetido este 2024 “para preservar su salud de cara a la Vigilia de mañana y la Misa del Domingo de Resurrección, el papa Francisco seguirá esta tarde el Vía Crucis del Coliseo desde la Casa Santa Marta”, según ha informado la Sala de Prensa del Vaticano. Sin embargo su presencia se ha notado en que el pontífice ha sido el autor de las meditaciones de este año. Es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio escribe estos textos durante su pontificado, aunque otros papas lo hicieron anteriormente. Los textos, según informan los medios vaticanos, han tenido un fuerte corte meditativo e han ido menos ligados a la actualidad.
“En oración con Jesús en el camino de la cruz” es el título de las meditaciones en sintonía con el Año de la oración que vive la Iglesia como preparación al Jubileo 2025. “Señor, tú preparabas con la oración cada una de tus jornadas, y ahora en Getsemaní preparas la Pascua”, recuerda el Papa en la introducción, en la que destaca que Jesús tuvo “temor frente a la muerte, angustia bajo el peso de nuestros pecados, que cargaste sobre ti, mientras te invadía una amargura infinita”. Sin embargo, lamenta Francisco, “cuántas veces, como los discípulos, en lugar de velar, me dormí, cuántas veces no tuve tiempo o ganas de rezar, porque estaba cansado, anestesiado por la comodidad o con el alma adormecida”.
Sábado de Gloria, 30 de marzo [Lee la crónica completa de la Vigilia Pascual en Vida Nueva]
Tras la ausencia en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, el papa Francisco reapareció para la Vigilia Pascual. Una celebración en la que se han adaptado algunos momentos a la dificultad de movimiento del pontífice. La liturgia comenzó en penumbra en el atrio de la basílica de San Pedro con el papa Francisco presente en el encendido del cirio en torno a una pequeña hoguera. Ya en el interior del templo donde poco a poco se fue haciendo la luz hasta brillar con todo su esplendor la basílica, siguiendo los ritos de esta Noche Santa de la salvación, la celebración prosiguió con la procesión hasta el altar. Ya a plena luz con el canto del ‘Exsultet’, el pregón pascual, fue el primero de los progresivos anuncios de la resurrección que se encadenan en este inicio del día de Pascua.
En esta celebración también algunos catecúmenos han celebrado los sacramentos de la iniciación cristiana –bautismo, confirmación y Primera Comunión– de las manos del papa Francisco. En este caso han sido 8 personas: Jun Woong Alvaro An y Yeongeun Rosaria Choi de Corea del Sur; Luca Piero Bertolini, Yenitza Cristina Cartaya Jiménez, Diana Jamshir y Daniele Petricca de Italia; Toyokazu Luke Kitazume de Japón y Erisa Margherita Ruzhdija de Albania.
En su homilía Francisco se fijó en las mujeres “paralizadas” que van al sepulcro y cuyo “corazón se ha quedado a los pies de la cruz” convencidas de que “el acontecimiento de Jesús ha sido ya sellado con una piedra”. Una piedra, añadió, que “representa el final de la historia de Jesús, sepultada en la oscuridad de la muerte”. Pero todo cambió ya que “es la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros sepulcros, para que la esperanza no tenga fin”, destacó el pontífice.
Domingo de Resurrección, 31 de marzo [Lee la crónica de la misa completa en Vida Nueva]
Desde 1985, la mañana de Pascua en la Plaza de San Pedro siempre es florida gracias al trabajo de un grupo de floristas holandeses. Una vez más, el atrio de la basílica ha contado con adornos florales de los Países Bajos que ocupan 170 metros cuadrados en un auténtico jardín con 21.000 flores entre tulipanes, narcisos, jacintos y rosas de varios tipos. En la celebración de la misa han concelebrado casi 400 ministros entre cardenales, obispos y sacerdotes.
El papa Francisco ha celebrado la misa del día de la resurrección de Cristo en medio de este inmenso jardín preparado bajo la dirección de Piet van Burg con un grupo de voluntarios. La celebración de la misa ha comenzado con un rito particular de la misa papal: el ‘Resurrexit’. Durante el canto, al comienzo de la celebración, los diáconos abrían las portezuelas de un icono bizantino de la Resurrección. Más allá de que el Domingo de Ramos el papa Francisco haya sustituido la homilía por un silencio meditativo debido en parte a un proceso respiratorio, en la misa de Pascua es habitual que el pontífice no haga homilía o simplemente dirija unas palabras espontáneas, reservando el mensaje pascual para la bendición Urbi et Orbi. En esta ocasión, el pontífice dejó unos minutos de silencio tras la proclamación del evangelio.
Domingo de Resurrección, 31 de marzo [Lee la crónica del ‘Urbi et Orbi’ completa en Vida Nueva]
Desde el balcón central de la Basílica Vaticana el papa Francisco ha dirigido su mensaje de Pascua y dado la bendición ‘Urbi et orbi’ a todos los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y conectados por todo el mundo. En sintonía con la homilía de la Vigilia Pascual, Francisco recordó que “la tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así también hoy hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más”.
Francisco oró por “las víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones. A la vez que invito a respetar de los principios del derecho internacional, hago votos por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por todos!” Además, reclamó “que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja”. “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en sus ojos”, lamentó el pontífice. “La guerra es siempre un absurdo y una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo”, clamó.