El Papa preside la celebración eucarística en el atrio de la basílica de San Pedro en medio de un jardín de 170 metros cuadrados creado para la ocasión
Desde 1985, la mañana de Pascua en la Plaza de San Pedro siempre es florida gracias al trabajo de un grupo de floristas holandeses. Una vez más, el atrio de la basílica ha contado con adornos florales de los Países Bajos que ocupan 170 metros cuadrados en un auténtico jardín con 21.000 flores entre tulipanes, narcisos, jacintos y rosas de varios tipos. En la celebración de la misa han concelebrado casi 400 ministros entre cardenales, obispos y sacerdotes.
El papa Francisco ha celebrado la misa del día de la resurrección de Cristo en medio de este inmenso jardín preparado bajo la dirección de Piet van Burg con un grupo de voluntarios. Con la supervisión del Departamento de Jardines y Medio Ambiente de la Dirección de Infraestructuras y Servicios de la Gobernación, en el diseño se logra que unos 3.500 bulbos florezcan en la misma noche de Pascua como símbolo de la Vida Nueva de Cristo.
La celebración de la misa ha comenzado con un rito particular de la misa papal: el ‘Resurrexit’. Durante el canto, al comienzo de la celebración, los diáconos abrían las portezuelas de un icono bizantino de la Resurrección –el llamado icono ‘Acheropita’, es decir, no pintado por mano humana, que se encuentra en el santuario de la Scala Santa en San Juan de Letrán–. Este símbolo, de claro sabor oriental, recuerda a Pedro como primer testigo de la Resurrección y por eso se repite ante el Papa, sucesor del príncipe de los apóstoles. También se ha proclamado el evangelio en latín y en griego. Y es que en esta ocasión la liturgia papal remarca la coincidencia de fecha con la primera luna nueva de primavera para celebrar el día de la Pascua.
Más allá de que el Domingo de Ramos el papa Francisco haya sustituido la homilía por un silencio meditativo debido en parte a un proceso respiratorio, en la misa de Pascua es habitual que el pontífice no haga homilía o simplemente dirija unas palabras espontáneas, reservando el mensaje pascual para la bendición Urbi et Orbi –además de la propia Vigilia Pascual que presidió en la noche del Sábado Santo–. En esta ocasión, el pontífice dejó unos minutos de silencio tras la proclamación del evangelio.