Antonio Bellella, CMF, director del Instituto Teológico para la Vida Religiosa, ha abierto la 53ª Semana Nacional para la Vida Consagrada, impulsada por el ITVR de los misioneros claretianos, agradeciendo la presencia masiva al gran evento anual de los consagrados españoles que este año se celebra en el Espacio Maldonado de Madrid en modalidad tanto presencial como online.
‘Comunión y fraternidad: dos tareas siempre pendientes’ es el lema de este año. En este sentido, Bellella ha recalcado que “a la hora de hablar de la comunión y la fraternidad, la vida consagrada está llamada ante todo a abordar cuatro tareas netamente espirituales”.
En primer lugar, “volver una y otra vez a la raíz que la sostiene”. En segundo lugar, “seguir creyendo en la comunión y luchando por hacerla posible”. En tercer lugar, “resistir los males de la dispersión, el desencantamiento, la fragmentación y la falta de sentido, que muchos perciben entre nosotros”.
En cuarto lugar, “preguntarse cómo puede mejorar la vivencia de la fraternidad ‘ad intra y ad extra’, pues ella es uno de nuestros elementos identitarios”. Y es que “no podemos olvidar el gran potencial evangelizador de la fraternidad cristiana, en un contexto paradójico donde se superponen sin solución de continuidad la indiferencia por la suerte del hermano y las sonoras declaraciones a favor de los débiles y del destino común de la humanidad”.
Tras abordar estas cuatro tareas, el religioso claretiano ha lanzado varias preguntas al aire: “¿Es suficiente hacer una consideración espiritual o es necesario dar algunos pasos más? ¿No sería una especie de burla hacer de la comunión y la fraternidad dos labores meramente espirituales en un mundo lacerado por la guerra y la injusticia, herido por el individualismo personal y los egoísmos colectivos, marcado por la insolidaridad, la manipulación, la aparente incapacidad de un diálogo abierto y la tendencia a la polarización?”.
Pero no han quedado ahí las preguntas. “¿Puede nuestra Iglesia presentarse legítimamente como un espacio de comunión cuando en no pocas ocasiones aparece dividida y enfrentada? ¿Por qué nos atrevemos a hablar de fraternidad si no las practicamos en el grado y la manera que cabría esperar? ¿Tiene la Vida Consagrada aún algo que decir y aportar sobre el particular, cuando su aparente incapacidad de ser relevante en nuestra sociedad consume la energía que necesita para hacer propuestas atractivas?”, ha dejado caer Bellella.
Ante tantas cuestiones, una primera respuesta “la ofrece el lema de nuestra Semana, al plantear la comunión y la fraternidad no como bienes adquiridos, o espacios de su propiedad, sino como tareas siempre pendientes, procesos abiertos (inversiones) a largo plazo”, ha concluido.
El cardenal Aquilino Bocos, durante su saludo, ha advertido que “constatamos en la sociedad, en la Iglesia y en la vida consagrada un doble movimiento: uno, hacia la convergencia y la solidaridad, hacia la proximidad y el diálogo, hacia la comunión; el otro, es un movimiento que apuesta por la diferencia y, cuando la acentúa en demasía, fomenta la tensión, la oposición y la disgregación”.
Ante esta realidad, “la vida consagrada siente la urgencia de testimoniar la comunión, la fraternidad, la solidaridad y la paz”. “Ser distintos no significa ser opuestos. Entre todos podemos construir un mundo más humano, más habitable, más solidario. Y esta es nuestra misión: ser luz del mundo y levadura en la masa, y ayudar a pasar del desencanto a la esperanza, del egoísmo al amor, del miedo al coraje, de la hostilidad a la convivencia, de la lucha a la paz y del desinterés a la acogida y la hospitalidad”, ha agregado.
Del mismo modo, ha insistido en que “estamos llamados a ser ‘expertos en comunión’ y ofrecer a este mundo tenso y dividido, en el que vivimos, un testimonio inequívoco de fraternidad. Es nuestra mejor contribución a la sinodalidad en la Iglesia y a la paz en todos los pueblos”.
Por su parte, Adolfo Lamata, superior provincial de los misioneros claretianos de Santiago ha señalado que “la comunión no se hace con prisas, también necesita su tiempo de cocción, porque la comunión, sobre todo, se recibe de aquel que la tiene y la vive plenamente, Dios Padre, Dios hijo y Espíritu Santo”.
Durante su intervención, María José Tuñón, directora de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, ha insistido en que “no nos acabamos de enterar que las tareas pendientes de comunión y fraternidad nos urgen en este momento de la historia en la que vivimos con falta de puentes”.
“Quizá tenemos que ser más osados, más audaces y más propositivos para ofrecer a Jesucristo”, porque “nuestra mejor riqueza es Él”, ha añadido, para luego invitar a “sentir la llamada del papa Francisco a trabajar por el sueño de la fraternidad, todos en la misma barca”.
A su lado, Jesús Miguel Zamora, secretario general de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), ha agradecido el “bendito empeño en destacar estas dos tareas pendientes: comunión y fraternidad”, pues “es bueno indagar qué es lo que nos ha llevado a no derrochar fraternidad y a encogernos en la comunión”.
Según el religioso de La Salle, “la sororidad no es un invento actual sino una ola de tantas hermanas que viven a fondo su llamada”. Así, “con las luces y sombras, la comunidad es camino de fraternidad, de santidad y de misión compartida”, ha aseverado. Por ello, “queremos que nuestro estilo sea evangelio puro, estilo de Dios en la vida diaria”.
Por su parte, Francisco García, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), a la que el ITVR está incorporado, ha indicado que “quizá necesitamos menos teólogos de oficio y más profetas”.
“Somos llamados a pensar palabras como comunión y fraternidad a lo grande”, ha recalcado. Por ello, ha invitado a que “comunión y fraternidad sean reflexionadas en gerundio para que no terminen siendo mitología de belleza artificial y puedan mostrar la belleza de la pequeñez, donde habitan estas grandes palabras”.
Por último, Simona Brambilla, secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, ha enviado un mensaje a la Semana que ha leído la secretaría del ITVR, Laura Zamora.
“La comunión auténtica es el fundamento sobre el cual nace y se desarrolla la fraternidad entre las personas. Cuando compartimos nuestra vida de manera gratuita y desinteresada, según el Espíritu de Dios y en el ejercicio de las virtudes, nos convertimos en parte de ese único cuerpo que llamamos comunidad/fraternidad. Es a través del perdón dado y recibido, y de la mutua acogida, que transformamos nuestra experiencia de vida comunitaria en un vivo reflejo del amor de Dios”, ha comenzado advirtiendo.
De esta manera, “al igual que los granos de trigo molidos forman un solo pan y las uvas pisadas forman una única bebida en el vino, así también nosotros, consagrados y consagradas, estamos llamados a ser una verdadera comunidad/fraternidad a imagen de Dios. Es en la unión de nuestros corazones y en la aceptación mutua donde encontramos la fuerza y la belleza de la vida consagrada”.
Por ello, “la comunión y la fraternidad nos invitan a superar las divisiones y diferencias que pueden separarnos, para abrazar la unidad en la riqueza de las diferencias. Es a través de compartir la oración, la reflexión y el diálogo que podemos crecer juntos, aprendiendo unos de otros y apoyándonos mutuamente en nuestro camino de fe”, ha concluido.