Tras una pausa de algunos meses, el papa Francisco ha reanudado sus visitas a las parroquias de su diócesis: Roma. En esta ocasión le ha tocado el turno a la parroquia de San Enrique, en el barrio de Casal Monastero, situada en el noreste de la capital. A la entrada, Francisco, con su habitual sentido del humor, ha dicho a los medios de comunicación congregados: “¡Todavía estoy vivo!”.
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Tal como recoge Vatican News, los 35 sacerdotes de la Prefectura recibieron al Papa a su llegada, junto al obispo auxiliar Daniele Salera y el párroco Massimiliano Memma. Ahí comenzó un diálogo con ellos, iniciado con una oración e invocación al Espíritu, a puerta cerrada, y en el que el Papa ha respondido a preguntas sobre diversos temas.
“Creatividad y valentía”
Entre los presentes se encontraban también algunos capellanes de Rebibbia que ya se habían reunido con el Papa durante su visita a la cárcel de mujeres para la misa del Jueves Santo. Su presencia dio la oportunidad de abordar el tema de las dificultades que se viven en las cárceles, empezando por la emergencia del suicidio. De hecho, tal como ha explicado el párroco a los micrófonos de Tv2000, algunos capellanes contaron al Papa cómo el trabajo y el estudio son muchas veces “oportunidades para cualificar su camino y relanzarlos a una nueva vida”.
Todos los sacerdotes y diáconos estaban “muy contentos con esta reunión, con la escucha y con las respuestas que el Papa les ofreció”, subrayó el párroco, enumerando entre los otros temas en el centro de la conversación la preparación de los jóvenes y la “misericordia”. Después, hablaron sobre la preparación al Jubileo, y, al ser cuestionado sobre cómo vivir bien este tiempo de preparación, Francisco -explicó Memma- sugirió dos caminos: “Creatividad y valentía”, lo que en concreto significa poner en marcha “caminos para acercar a muchas personas”, no quedándose en “viejos esquemas que bloquean el testimonio y el anuncio del Evangelio”.
