El origen de la exposición ‘Pintar (y fotografiar) la Biblia’ está en la rareza. Así lo cuenta el propio Tato Zapata (Pamplona, 1978): “Yo soy publicista y hace seis años me puse a estudiar Bellas Artes y me interesé, sobre todo, en especializarme en pintura. Y mis profesores, haciendo un resumen, lo que me decían es que era necesario pintar algo raro. Entonces, pensé: ¿y si pinto la Biblia y consigo reinventar la rueda? Ya muy poca gente la pinta, o eso pensaba yo. Esa fue mi primera motivación”.
Zapata decidió, sí, pintar la Biblia, pero se planteó a continuación lo que él llama las preguntas: “Por ejemplo, ¿cómo se vería a un niño que según la Biblia es Dios, con su madre en el taller de trabajo de su padre, hoy en día y en Euskadi? ¿Qué edad tendrían? ¿Y su aspecto y vestimenta? Si José era un artesano, ¿no podría ser hoy mecánico? ¿Qué pasa si pinto a Julia y a Carlos –amigos y compañeros de clase– en mi taller de coches favorito?”.
Las respuestas están en el ‘El taller de Jose’ (2020), así sin tilde, un óleo de gran formato en el que la Sagrada Familia es una Virgen María en vaqueros –él afirma que es la primera que se ha pintado–, un san José casi tan joven como ella y un niño Jesús de apenas 5 años con un jersey rojo en el que se lee Superstar, en referencia al musical Jesucristo Superstar. Visten como cualquier joven familia de hoy, calzando sus Vans o sus zapatillas Nike.
“Me hacía ilusión pintar una Sagrada Familia, si quieres, obrera –explica a ‘Vida Nueva’–. A mí me interesaba ver a san José trabajando. Pero me lo imaginaba en un taller, al principio de carpintería, lo lógico. Luego, pensando en traerlo al mundo contemporáneo, pensé que en el evangelio dice que san José era un artesano. No especifica si era carpintero o hacía más cosas. Eso me ha dado la licencia creativa para representarlo en un taller de coches clásicos. Que ya ahí estoy mezclando mi bagaje de hobbies y de historias. Tengo un Mini del año 73, es mi único coche y he aprendido mecánica desde que tengo ese coche”.
En ese primer cuadro, eje de la exposición que acoge O_LUMEN –el espacio para las artes de los dominicos en Madrid–, destaca la juventud de María y, sobre todo, de José. “He tenido el disfrute de darme cuenta, porque tampoco lo hice muy conscientemente, pero cuando tenía delante los modelos me di cuenta de que Julia, que es quien hace de María, tenía 19 años; Carlos, el que hacía de José, tenía 22, y Lucas, el niño, tenía 5 años. A mí esta correlación de edades me parece más real que todo lo que he visto por ahí pintado. Porque tú investigas a qué edad se casaban las mujeres en Palestina en el siglo I, y lo hacían a los 14 años. Y los hombres, a los 16. Entonces me encaja”, manifiesta.
“Más allá de la fascinación por la Biblia, lo que busco es pintar y que esa pintura se pueda contemplar como pintura y punto. ¿Habrá quien disfrute, habrá quien medite o pueda rezar con estos cuadros?”, se cuestiona. “Busco que puedan contemplarse los misterios que pinto de este libro desde una óptica actual –añade—, que no se vea como algo de siglos pasados por la ambientación y la indumentaria. Que estas escenas sean familiares. Entiendo que contextualizar sin perder la esencia es importante. Me gustaría que mis cuadros iluminen la parte humana visible sin perder de vista la invisible”.