10 años de callejear la fe. Todo nació en Ibagué un 7 de marzo de 2014, departamento del Tolima, centrooccidente de Colombia, cuando católicos (y no católicos) decidieron salir al encuentro de las periferias humanas, representadas en los habitantes de calle.
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Así nació el Aguapanelazo – obra animada por los Misioneros de La Consolata – cuyo objetivo es reconocer, vivir el encuentro y consolar a personas que están en situación de calle. Jóvenes han respondido al llamado de Francisco de vivir una auténtica misericordia para vencer la cultura del encuentro.
El proyecto se fue esparciendo por todo el país: Bogotá, Medellín, Cúcuta, Bucaramanga, Cali, Florencia, Tunja, Chaparral y Santa Marta, hasta ir más allá de sus fronteras para instalarse en Buenos Aires (Argentina).
Comunicar las propuestas de Jesús
Un apretón de mano, un saludo, una sonrisa, un Dios le pague, son suficientes para tender puentes, explica Jonathan Acuña, sacerdote consolatino y fundador de esta iniciativa, quien añade que el nombre Aguapanelazo “es el sello del alimento sencillo, pero esperanzador”.
Consiste en compartir “aguapanela y pan” con aquellos a los que la sociedad descarta y viven en la intemperie en medio de “las frías y solitarias noches de las diferentes ciudades” y de su “compleja realidad”.
Otra palabra (más sufijo, pero no menos significativa) es lazo, que para Acuña “se traduce en unión, en fraternidad, en cercanía con quienes, en muchas ocasiones, resultan olvidados o despreciados”.
“Son tantos rostros, historias, nombres y realidades que acompañan la memoria de cada uno de los misioneros que salen a las calles para decir: ‘Ellos no son de la calle, son nuestros’”.
Además es animación misionera ‘sui géneris’, porque “el ejercicio del aguapanelazo pone animo misionero en el corazón de los jóvenes que lo realizan, es una práctica que explica implícitamente el sentido de la misión: comunicar las propuestas de Jesús”.
Acuña también precisa que “los habitantes en situación de calle transforman la vida de los misioneros y voluntarios”, puesto que “sus historias de dolor y sufrimiento, de abandono y vulneración transforman la vida de aquellos que en sus manos llevan un pan y una aguapanela, alimentos que no quitan seguramente el hambre, pero que se convierten en excusa para hacerlos sentir hermanos, para encontrarlos y recordarles su dignidad”.
Aún cuando los Misioneros de la Consolata son los principales promotores de la experiencia, durante esta década de trabajo se han ido sumando otras congregaciones Hermanas de la Presentación, Jesuitas, Franciscanos, Misioneras del Divino Maestro, Hermanas del Divino Pastor, Hermanas de la Providencia.
También se han sumado diferentes jurisdicciones eclesiásticas, e instituciones como: YMCA Tolima y Santander, Lazos de Amistad, SIGNIS Colombia, entre otras.
Por supuesto, el cardenal Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, le ha venido acompañando, porque desde el inicio de su gobierno pastoral ha tenido su opción preferencial por las ciudadanías callejeras.
Líneas de voluntariado
Aguapanelazo, en 10 años de camino, ha extendido sus servicios. Es así como también atienden a otras poblaciones vulnerables como a migrantes. Han trazado varias líneas de voluntariado, entre las que destacan:
Escucha a adultos mayores con el proyecto Pa’ EscuchArte con el que voluntarios profesionales de diversas áreas promueven espacios de escucha mutua y ofrecen ayuda psicológica, espiritual, jurídica y tecnológica. Por otro lado, está la acción muralista con la que promueven la paz mediante técnicas teológico-artísticas en los territorios colombianos, afectados por el conflicto usando la pintura comunitaria en la elaboración de un mural participativo.
Hogares de Cristo y el proyecto Yo comparto, afianzan la conformación de círculos solidarios, por una parte, para garantizar “el sueño de un techo digno para familias pobres, mediante sinergias interinstitucionales e individuales”, mientras que por otra promueven una campaña para la captación de recursos que permitan “alargar la mesa y partir el pan con familias en situación de vulnerabilidad, familias indígenas desplazadas por la violencia y habitantes de calles”.
Foto: El Tiempo