El Grupo Intraeclesial de Protección a la Infancia y Adolescencia en Riesgo, formado por Cáritas Española, Subcomisión Episcopal de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal, Plataformas Sociales Salesianas, La Salle-Arlep, Red Mimbre (Servicio Jesuita para la infancia y juventud) y la CONFER, ha organizado este martes 9 de abril una jornada sobre la prevención del suicidio y la detección precoz de conductas autolesivas en la infancia y la juventud.
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El evento, celebrado en la sede de la Fundación ONCE en Madrid, ha comenzado con la bienvenida de Jesús Miguel Zamora, secretario general de la CONFER, y Carmen García Cuestas, responsable del programa de Infancia, Adolescencia y Familia de Cáritas Española. En el marco de una sociedad líquida, en la que los vínculos interpersonales han perdido sentido y valor, los agentes sociales deben enfrentarse al reto de proteger a niños y adolescentes de esta lacra. “¿Qué ha tenido que ocurrir para que algunos menores no encuentren otra salida”, se preguntaba Zamora al inicio de su intervención. “Nos están pidiendo ayuda a gritos; encontremos las claves para poder hacerlo”, señaló el ex provincial de La Salle-Arlep, una de las entidades organizadoras.
La ponencia marco de la mañana ha corrido a cargo de Luis Fernando López-Martínez, psicoterapeuta y codirector del Proyecto ISNISS. En su intervención, López-Martínez subrayó la importancia de “detectar las tres Ds: dolor desconexión y desesperanza, que son las piedras angulares que circunscriben a las experiencias que los niños y adolescentes tienen en el contacto -a veces no sentido- que no cubre sus necesidades básicas y donde el suicidio y la autolesión emergen”. En este sentido, el psicoterapeuta indicó que “el suicidio y las autolesiones no son los problemas principales, son las consecuencias de los problemas que los menores acarrean por no haber tenido vínculos suficientes. En el suicidio o en las autolesiones a veces encuentran una vía de escape de ese mundo que no les sostiene, donde no se sienten valorados ni queridos”.
Apego, paciencia, ternura
Para aprender a ayudar a los menores en riesgo, educadores, profesores, monitores, catequistas, orientadores, profesionales de la salud mental, etc., necesitan recursos actualizados que tengan en cuenta la realidad en la que viven los niños y adolescentes hoy, en este mundo hiper-digitalizado en el que nos encontramos. Un aspecto importante a tener en cuenta es saber diferenciar entre conducta suicida y conducta autolesiva. Ambas están muy relacionadas, pero no siempre atienden a los mismos objetivos. “La conducta suicida tiene un objetivo de poner fin a un sufrimiento de manera autoinflingida; sin embargo, la autolesión puede tener múltiples finalidades”, especificó el ponente.
Todas las heridas, ya sean físicas, emocionales o psicológicas, necesitan tres cuidados esenciales para sanar: apego, paciencia y ternura. Estas tres palabras son fundamentales para frenar algo que es muy característico, sobre todo en la adolescencia: la impulsividad. En esta etapa, se concentra el mayor número de casos de menores que se autoinflingen lesiones debido a esa necesidad de comunicar el dolor que sienten, mostrándolo en su propia piel. «Los menores que se autolesionan no quieren llamar la atención; solo quieren comunicar un dolor que no pueden -o no saben- trasladar de otra manera», apostilló López-Martínez.
¿Cómo podemos evitar estas conductas? El psicoterapeuta resaltó la importancia de crear “entornos seguros, amables, que nos hagan sentirnos pertenecientes a la comunidad, donde se nos haga sentir queridos en nuestra vulnerabilidad”. “En esta sociedad digitalizada, donde estamos muy presentes, pero profundamente ausentes, no encontramos ese vínculo amable y significativo donde poder depositar nuestra vulnerabilidad, el dolor que sentimos ante diferentes experiencias. Por eso es tan importante volver a humanizar las relaciones para aprender a afrontar las dificultades de la vida“, concluyó López-Martínez.