“Quiero mucho a Pío X y siempre lo he querido”. Así de entusiasta se muestra el papa Francisco al retratar la figura de uno de sus predecesores, Giuseppe Melchiorre Sarto (1835-1914), al firmar el prólogo del libro ‘Homenaje a Pío X. Retratos contemporáneos’, obra de Lucio Bonora, funcionario de la Secretaría de Estado y publicado por Edizioni Kappadue.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Compromiso infinito con los ‘indignos’
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En el texto papal, distribuido por ‘Vatican News’, Bergoglio cuenta, a modo de anécdota, que, “cuando estaba en Buenos Aires, el día de su fiesta, el 21 de agosto, solía reunir a los catequistas de la archidiócesis. Mis pensamientos y mis recuerdos se remontan a esa cita, porque era un encuentro que anhelaba y buscaba. Me gustaba pasarlo con quienes hacen todo lo posible por instruir a niños y adultos en las verdades de la fe, y Pío X siempre ha sido conocido como el Papa de la catequesis”.
Dócil y fuerte, humilde y claro
Pero, para Francisco, su dimensión va más allá, estando ante “un Papa dócil y fuerte. Un Papa humilde y claro. Un Papa que hizo comprender a toda la Iglesia que, sin la Eucaristía y sin la asimilación de las verdades reveladas, la fe personal se debilita y muere”.
Además, el Pontífice detalla que “también amo a Pío X por otra razón. Porque, como jesuita, le debemos a Pío X el haber propiciado el nacimiento del Instituto Bíblico aquí en Roma, con beneficios teológicos y espirituales que pronto se extendieron por toda la Iglesia”.
Cercanía espiritual en plena catarsis global
El siguiente punto resaltado por quien fuera arzobispo de Buenos Aires y quien no se cansa de clamar por la paz ante la certeza de que vivimos “en la Tercera Guerra Mundial a pedazos”, es que Sarto “también fue un Papa que lloró ante la Guerra Mundial, de la que fue considerado la primera víctima, rogando a los poderosos que depusieran las armas. Cómo lo siento cercano en este trágico momento del mundo actual…”.
Y es que el sucesor de Juan XXIII murió el 20 de agosto de 1914, cuando la contienda mundial se había iniciado apenas unas semanas antes, ese 28 de julio, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. Del cónclave emergería la figura de Benedicto XV, quien trató por todos los medios de allanar el camino de la paz.
Con los pequeños
Por todo ello, Bergoglio muestra su devoción por Pío X, “un Papa que deseaba estar con los pequeños, los pobres, los necesitados, las víctimas de los terremotos, los desfavorecidos, y con los que sufrían a causa de las catástrofes naturales o de las dificultades de la vida”. Un Papa, en definitiva, que “fue un monumento a la pastoral, como le llamó san Juan XXIII cuando concedió a Venecia el derecho a venerar sus restos mortales en San Marcos en la primavera de 1959”.
Ante las páginas del libro Lucio Bonora, Francisco reconoce que “disfruto” con la lectura en torno a “un Papa amado y deseado durante su vida, y luego invocado como santo, incluso antes de su beatificación, por la gente sencilla, por los fieles, por los sacerdotes, por las parroquias, por los estudiantes de las escuelas católicas de todo el mundo con muchos religiosos dedicados a ellos, pero también por intelectuales y hombres de Estado”.
En definitiva, hay que felicitarse por el hecho de que “Pío X no está confinado a épocas pasadas de la historia ni es monopolizado por grupos particulares, sino que pertenece a la Iglesia de hoy, al pueblo de la Iglesia, es decir, a los bautizados de todas las edades, que quieren ser fieles al Evangelio y a sus pastores, y que ven en los santos verdaderos modelos de vida y sus sinceros compañeros de camino tras Jesús y el Evangelio, inspirándose en los ejemplos y opciones de sus vidas. ¡Viva San Pío X y que él viva profundamente en el corazón de la Iglesia de hoy!”.