La universidad ha homenajeado hoy al arzobispo de Boston en un acto en el que ha estado rodeado de personalidades eclesiales, civiles y del mundo académico
La Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) ha nombrado esta mañana doctor ‘honoris causa’ en Teología al cardenal Seán Patrick O’Malley, arzobispo de Boston (Estados Unidos). La ceremonia de investidura, presidida por el Gran Canciller y obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo, José Luis Retana, ha estado marcada por el compromiso hacia la búsqueda de la dignidad y el bien común de las personas y ha contado con la intervención del rector de la Universidad, Santiago García-Jalón de la Lama, y la lectura de la ‘Laudatio’ por parte del padrino y profesor Miguel Anxo Pena González.
El cardenal ha estado respaldado por la presencia del nuncio apostólico en España, Bernardito Auza; el cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela; el cardenal arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez; el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga; el obispo emérito de Albacete, Ciriaco Benavente; el obispo de León, Luis Ángel de las Heras; el obispo de Zamora, Fernando Varela; el obispo de Palencia, Mikel Garciandía; el obispo de Astorga, Jesús Fernández; la rectora de la Universidad Católica de Ávila, María del Rosario Sáez Yuguero; el rector de la Universidad Católica de Valencia, José Manuel Pagán Agulló; el rector de San Dámaso, Javier María Prades López, y la secretaria general de la Universidad de Salamanca, María José García Barrado entre otras autoridades académicas, empresariales, civiles y militares.
El acto ha comenzado con la intervención de la secretaria general, Mirian Cortés Diéguez, que ha leído el acta de concesión para, una vez abierto el claustro, dar comienzo a la sesión con la presencia del doctorando. El catedrático Miguel Anxo Pena González, padrino del doctorando, ha sido el encargado de pronunciar la laudatio. Sus palabras han comenzado señalando que “necesitamos recuperar arquetipos de hombres cuya nobleza de espíritu marque la diferencia, que nos proyecten hacia una forma de vivir que sea hondamente humana, que sean reflejo de la excelencia y del rechazo de la mediocridad” para, posteriormente, focalizar su intervención en cinco puntos destacados de la trayectoria del cardenal que justifican su reconocimiento.
En primer lugar, por su formación humanística, donde destaca su paso a los trece años por el Seminario Menor de San Fidel de Sigmaringen, en la ciudad de Herman (Pensilvania). “Allí recibe una vasta formación humanística y espiritual que será un sólido fundamento para toda su vida. El 13 de julio de 1964 ingresa en el noviciado y, un año más tarde, profesa en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, tomando el nombre de Séan, en honor al apóstol San Juan y en recuerdo de sus raíces irlandesas”. Posteriormente, en 1970 es ordenado presbítero y, unos meses más tarde, es enviado a Washington donde, en la Universidad Católica de EE.UU. se gradúa en educación religiosa con un ensayo donde ya se ponía de relieve su vinculación intelectual y afectiva con la espiritualidad castellana.
En segundo lugar, por el servicio de la dignidad humana a través de sus diferentes responsabilidades. En 1973, comienza a trabajar en el Centro Católico Hispano de la Archidiócesis de Washington y, lo que empieza siendo una preocupación espiritual e intelectual, terminará tomando nueva forma de expresión en la atención a aquellos que forman parte de la herencia española en América, los inmigrantes latinos. “Estos años de su vida consagrada y ministerio presbiteral están marcados por la justicia social y la atención humana y espiritual de los emigrantes. O’Malley nos enseña a mirar al límite y a la pobreza sin miedo”.
En tercer lugar, por el servicio de la verdad porque, después de ser nombrado arzobispo de Boston -tras la dimisión de su predecesor como consecuencia de la gestión de los escándalos de abusos sexuales en esta archidiócesis- y tomar la decisión de vender propiedades de la Iglesia de Boston para indemnizar a las víctimas, destaca por “su nobleza de espíritu, como una opción por desactivar una contracultura muy viva en nuestro presente: la de ocultar lo negativo, que mucho tiene que ver con un exceso de tiranía de la positividad. Su labor como pastor y creyente pone de relieve la necesidad de transparencia en la Iglesia contemporánea y, por lo mismo, lo convierte a él en inspirador para nuestra Iglesia y sociedad”.
El cuarto motivo se ha centrado en su servicio a la Palabra: “Si algo ha caracterizado la vida del cardenal O’Malley ha sido ser servidor y testigo de la Palabra de Dios, que se ha concretado en una voluntad inquebrantable por proclamar con urgencia la Buena Nueva del Evangelio, tanto a creyentes como a no creyentes”.
Finalmente, Pena González ha concluido con su destacado servicio a la Iglesia. “Ha desarrollado un número amplio de tareas, en diversas comisiones y comités, incluyendo misiones particulares, de las que será presidente: formación sacerdotal, asuntos hispanos, migración. Ha formado parte de la junta directiva de la Catholic Relief Services, así como de la asociación para el desarrollo de la Universidad Católica de Portugal y del Consejo de administración de la Universidad Católica de EE.UU.”, ha señalado.
El Rector, Santiago García-Jalón, ha expresado en la gratulatoria la “gratitud de la Universidad por haber aceptado incorporaros al claustro de nuestros doctores. Con ello, ennoblecéis nuestro colegio –honoratus qui virtutem honórat– y lo hacéis más rico, más fecundo, más universal”.
En esta línea, ha señalado que “la Universidad confiere hoy el grado de doctor honoris causa a quien durante décadas ha pastoreado con prudencia al pueblo cristiano; a quien acudió a reparar el desarraigo y las humillaciones que padecen quienes se ven forzados a abandonar su patria; a quien quiso reconfortar a la Iglesia, desconcertada por la conducta de algunos de sus miembros; a quien salió al encuentro de aquéllos cuya inocencia había sido profanada por quienes más debieran haberla custodiado”.
En su Gratulatoria, García-Jalón ha añadido que nuestra institución académica “quiere proclamarse solidaria de la profunda verdad que testimonian los méritos del doctorando. Quiere reafirmarse en la convicción de que cada ser humano alberga la imagen de Cristo, es una representación viva del Redentor, y que este título, inalienable e inmarcesible, constituye la suprema credencial de su dignidad”.
Finalmente, el Rector ha concluido remarcando que “hoy es para la Universidad una jornada alegre y festiva. Quienes la celebramos pasaremos, como han pasado qui ante nos in mundo fuere y pasarán quienes nos sucedan. Pero el dorado brillo que alumbraba este día, la razón que nos ha congregado, perdurará hasta que llegue el momento en que su claridad lo inunde todo y, desvelado el inefable semblante de Cristo, nos permita contemplarlo para siempre sin cansancio ni descanso”.
El cardenal Seán Patrick O’Malley, OFMCap, ha centrado su discurso de agradecimiento en “un tema global apremiante de nuestro tiempo: la migración mundial de personas y el desafío que supone para estados y organizaciones internacionales diseñar una arquitectura de inmigración generosa, humana y efectiva para nuestro tiempo”. Para él, “el desafío que plantea la migración hoy es multidimensional en sus aspectos políticos, pero su significado más profundo se encuentra en la realidad humana contenida en los datos sobre migración”.
En este sentido, sus palabras han estado centradas en tres bloques; el primero, rendir homenaje al papa Francisco por ser una tribuna para los inmigrantes, ya que “ninguna voz ha sido más apasionada ni más poderosa en el análisis que la del Santo Padre. Desde el comienzo de su papado en 2013, ha sido persistente y consistente en su esfuerzo por centrar la atención de los estados, las agencias internacionales y los ciudadanos comunes en la difícil situación de aquellos que se encuentran a la deriva en el mundo sin un camino seguro hacia la seguridad y la estabilidad”. Sobre ello, ha señalado que “el ministerio del Santo Padre en favor de los inmigrantes implica tres contribuciones: su presencia entre ellos; su enseñanza sobre ellos; y, finalmente, su defensa”.
El segundo bloque, titulado ‘El caso de Estados Unidos: Ministerio Pastoral y Defensa Pública’ ha señalado los esfuerzos de EE.UU. por seguir el camino que el Papa Francisco ha comenzado en lo que a la crisis migratoria global se refiere. Sobre ello ha destacado dos vías de actuación: “cuidado pastoral directo de las comunidades de inmigrantes y defensa pública en la sociedad civil”.
Para el cardenal O’Malley, “la Iglesia Católica suele ser descrita en esta historia como una comunidad de inmigrantes. La historia de la inmigración ha hecho del catolicismo la comunidad religiosa más grande de los Estados Unidos. Hoy toda esa historia es relevante para poder comprender en qué nos hemos convertido, pero ahora obviamente estamos viviendo un nuevo momento en la vida de la Iglesia y del país. En este nuevo capítulo, el flujo de inmigrantes ya no es de oeste a este, sino de sur a norte. El patrón de cómo las diócesis de todo el país se han visto afectadas por la reciente ola de inmigración y cómo han respondido es muy diverso”. Sobre ello, el doctorado ha señalado que “la Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha trabajado eficazmente para producir una política unificada en todo el país, siguiendo así los esfuerzos de promoción del Papa Francisco”.
Por último, en la tercera parte, denominada ‘La Unión Europea y la migración’, el cardenal O’Malley ha enfatizado en que su propósito “no es realizar un análisis detallado, sino ofrecer una perspectiva desde la Iglesia en los Estados Unidos, desde donde vemos el potencial de la UE y las iglesias locales de Europa para ayudar a resolver estos desafíos”. En este punto ha destacado que “el aspecto dominante de esta perspectiva es la esperanza y confío en la UE, sus estados, sus ciudadanos y sus comunidades religiosas porque Europa ha conocido en su larga historia muchos episodios de ‘gente en movimiento’ a través de fronteras, mezclando culturas y compromisos religiosos, pero capaces también de construir unidad en países y estados”.
Sus palabras han finalizado reconociendo el trabajo conjunto entre Europa y Estados Unidos: “Los estadounidenses y los europeos saben trabajar juntos; lo hemos hecho durante el último siglo en cuestiones de seguridad, cuestiones económicas y cuestiones culturales. Podemos volver a hacerlo cuando las vidas de otros están en juego. Esta es la base de mi esperanza. No es utópico, sino realista”.