En noviembre, Joseph Strickland fue cesado como obispo de Tyler, en Texas (Estados Unidos). No se trató de un traslado a otra diócesis, sino de que, a sus 64 años, muy lejos de los 75 en los que tendría que presentar al Papa su preceptiva renuncia por edad, culminaba una investigación vaticana en su Iglesia local y se le retiraban de sus funciones. ¿La principal razón? Más allá de posibles irregularidades en su gestión, lo innegable es que estamos ante un pastor que ha ido un paso más allá en sus crítica al papa Francisco y que ha llegado a afirmar que “lo que sale del Vaticano es cismático”. Hasta el punto de que el propio Papa incurriría frecuentemente en la “herejía”.
Desde entonces, sus andanadas contra Bergoglio han sido recurrentes, llegando incluso a pedir que ninguna comunidad eclesial acepte ‘Ficucia supplicans’, con la que se ofrecen bendiciones personales en “situación irregular”. Pero ahora ha vuelto a la carga con una fuerza inusitada. Y, como suele ser habitual, a través de su cuenta de Twitter.
En un mensaje publicado hace unas horas, ha recordado una intervención suya, hace seis años en Baltimore, en una reunión del Episcopado estadounidense, la USCCB. Entonces, como ve ahora claro, “no tenía la fuerza suficiente” y “no tenía idea de cuántos de esos pastores no estaban de acuerdo conmigo”.
Así, es ahora, con perspectiva, cuando lamenta que muchos de sus hermanos prelados no hacen nada cuando la fe se ve “indefensa, burlada y comprometida”. Y es que, según su percepción, aunque “muchos me han acusado de ser divisivo, irrespetuoso, desobediente, etc, etc”, sigue estando convencido de que no se debe “permitir” que se dé voz en ámbitos eclesiales a quienes “niegan la enseñanza católica”, incluso aunque se trate de “sacerdotes”.
Para Strickland, abundan los pastores que “optaron por permanecer en silencio y dejar a sus rebaños abandonados y confundidos”. Hasta el punto de que “demasiados obispos que comparten el mandato de custodiar el depósito de la fe actúan como si no creyeran en las enseñanzas básicas de la Iglesia y buscan activamente cambiar y socavar las Escrituras y el Catecismo”.
El prelado emérito de Tyler entiende que, “desde aquel frío día de noviembre, se han desatado muchos males en el mundo y los pastores presentes en esa sala, con demasiada frecuencia, han guardado silencio ante estos males o han sido cómplices de permitir o incluso promover atrocidades contra la fe”.
Hasta el punto de que “los pastores de la Iglesia han olvidado con demasiada frecuencia que Ella existe para la salvación de las almas. Esta amnesia espiritual o, peor aún, esta falta de fe sobrenatural, ha permitido que la blasfemia, la apostasía y la herejía no tengan oposición”.
Haciendo referencia a “los lobos que ha salido del Vaticano” y cuya supuesta mala influencia “no ha sido controlada durante estos años”, Strickland lanza varias preguntas al aire: “¿Quién exigió una verdadera rendición de cuentas sobre el escándalo de McCarrick y disciplina para quienes permitieron sus ataques a la fe? ¿Quién habló cuando el ídolo de la Pachamama [en el Sínodo sobre la Amazonía] desfiló en la Basílica de San Pedro? ¿Quién resistió cuando el miedo a una enfermedad [el coronavirus] permitió que se cerraran iglesias y se negaran los sacramentos? ¿Quién exigió que se respetara el libre albedrío de nuestro Dios cuando los mandatos eran emitidos por demasiados líderes? ¿Quién protestó contra un Sínodo sobre la Sinodalidad que promovía una apertura para bendecir el pecado? ¿Quién ha dicho no al actual ataque a la liturgia? ¿Quién ha protestado cuando sacerdotes fieles, lo suficientemente audaces para decir la verdad, lo suficientemente audaces para preocuparse más por la salvación de las almas que por mantener su puesto, han sido cancelados o silenciados?”.
El mensaje del obispo, uno más en la sucesión de dardos contra el sucesor de Pedro, concluye llamando a la reacción: “Parece que el dominio del mal está a punto de abrumarnos, pero no podemos abandonar la esperanza. En lugar de eso, mantengámonos firmes en la fe y oremos para que nuestros pastores en el Vaticano, en nuestras diócesis y en todo el mundo, se unan a nosotros”.
Solo unos minutos antes de publicar este mensaje, el anterior tuit se Strickland iba dirigido al presidente de Estados Unidos, el católico Joe Biden, al que catalogaba de “absolutamente infame”. Todo antes de mostrar este ‘misericordioso’ mensaje: “Oren por el alma de nuestro presidente. Es un anciano débil, necesita prepararse para encontrarse con su creador…”.