En las últimas semanas, diversos grupos evangélicos están tratando de convencer al Parlamento de Papúa Nueva Guinea para que acepte reformar la Constitución, vigente desde 1975, y que el país oceánico renuncie a su condición laica para adoptar la “confesional” cristiana, cambiando incluso el nombre de la nación, que pasaría a conocerse como “Estado independiente y cristiano de Papúa Nueva Guinea”.
Un proyecto frente al cual la Iglesia católica ha manifestado su total oposición. Lo ha hecho en una carta oficial remitida al presidente de la Comisión Parlamentaria para las Reformas Constitucionales y firmada por el cardenal John Ribat, arzobispo de Port Moresby; Otto Separy, obispo de Bereina y presidente de la Conferencia Episcopal; y el abogado Paul Harricknen, presidente de la Unión de Profesionales Católicos. Difundida la misiva por Asia News, en ella se argumenta que adoptar una identidad confesional cristiana es una reforma “anacrónica y disruptiva”.
La postura eclesial se concreta al comentar punto por punto los artículos de la Carta Magna que se pretenden modificar. Empezando por el propio preámbulo, en el que se propone que se invoque a “la Trinidad” como “fuente de autoridad política”, imponiéndose “como deber social el respeto, la observancia y la promoción de los principios cristianos”.
Aunque sin citarlo expresamente, la Iglesia católica pone de ejemplo al papa Francisco, que visitará el país en septiembre y que siempre se muestra como un gran defensor de que se respete la genuina identidad de cada sociedad local, no imponiéndose de un modo artificial modelos culturales ajenos a la propia historia autóctona. En este sentido, se argumenta que “Papúa Nueva Guinea es un país de gran mayoría cristiana, pero formado por un variado mosaico de confesiones y con una compleja relación con las tradiciones y culturas originarias de Melanesia”.
Hasta el punto de que, para el Episcopado, la imposición homogénea de la fe cristiana sea “un hecho peligroso y preocupante”, ya que “oscurece e incluso elimina nuestra identidad melanesia específica (con sus valores), en vez de reconocerla, celebrarla y perfeccionarla a través del Evangelio de Cristo. Los cambios propuestos parecen negar nuestra identidad primordial. Nosotros, en cambio, estamos orgullosos de ser étnica y culturalmente melanesios que hemos abrazado libremente el Evangelio de Cristo y lo hemos hecho nuestro”.
Otro elemento a denunciar es que tal iniciativa parte en exclusiva de “círculos vinculados al mundo evangélico estadounidense y a la llamada ‘Teología de la Prosperidad’”, que gira en torno a la conocida como “Biblia de King James” y cuya traducción de las Escrituras “no es la que utilizan la mayoría de las comunidades cristianas del país”. De hecho, están promoviendo una reforma de calado “sin siquiera consultar formalmente a las Iglesias locales, a pesar de que, por ejemplo, la Iglesia católica representa al 27% de la población”.
De ahí que se deplore que “una versión del cristianismo” sea la que, a partir de ahora, pueda ser “la religión oficial reconocida por el Estado”, teniendo “prioridad sobre todas las demás religiones, credos y prácticas, incluidos nuestros valores culturales y formas de vida tradicionales”.
En conclusión, la llamada al poder político es que rechace tal propuesta y se mantenga tal cual la Constitución, pues “Papúa Nueva Guinea es una nación ya unida en su diversidad. Esta es nuestra fuerza, nuestra bendición y el corazón de nuestra identidad nacional. Somos una nación de mil tribus, culturas, lenguas, tradiciones y creencias, con una variedad de denominaciones cristianas. (…) Cualquier otro camino sería contrario a la Constitución, no cristiano y antidemocrático”. Porque “la promoción del fundamentalismo religioso” o del “nacionalismo cristiano” no es “la solución”.