Si esta exposición fuera un texto, sería una meditación, un poema, un salmo”, afirma Susana Blas Brunel (Madrid, 1969), comisaria de ‘Otras liturgias’, la muestra que florece en el Museo de Navarra. “Si una liturgia es el conjunto de prácticas que regulan un culto y sus ceremonias –afirma–, ‘Otras Liturgias’ entiende el fenómeno espiritual más allá de religiones o credos concretos, como pensamiento intuitivo y creativo”. Y eso es lo que se observa: como el fenómeno espiritual es también una “vía de autoconocimiento” a través del arte.
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La personalísima propuesta de Susana Blas responde a una invitación del Museo de Navarra a ahondar en su lema: ‘Todo el arte es contemporáneo’. Así que la historiadora del arte reivindica que este arte visto a través de “los ojos del alma” –como ya intuyó Teresa de Ávila– no solo atraviesa los siglos, sino que aún está vivo, y mucho.
Y para demostrarlo enfrenta a 35 artistas españoles actuales con estelas funerarias romanas, crucificados y cálices góticos, inmaculadas renacentistas o santos barrocos, recabados de las colecciones del Museo de Navarra y del Museo Etnológico de Navarra Julio Caro Baroja, además de los Fondos Arqueológicos del Gobierno de Navarra. “Es un diálogo entre los conceptos de arte, ritual, curación y espiritualidad”, sostiene.
“Una constelación de artistas actuales, interesados en la espiritualidad –prosigue la comisaria–, ha buceado en las colecciones históricas navarras y ha escogido, con mi acompañamiento, y desde la intuición, una serie de piezas antiguas con las que resonar energías ancestrales afines. Formas como el talismán, el exvoto, las reliquias, los amuletos, y los objetos votivos, se han situado entre sus preferencias”.
Instalaciones-diálogo
Y como añade: “La finalidad de estas conversaciones entre obras del siglo XXI y vestigios de diferentes épocas es la construcción de valores inesperados, que nos aporten conocimiento, belleza, curación y reflexión”. Cada uno de estos encuentros entre lo contemporáneo y lo histórico los llama Susana Blas “instalaciones-diálogo”. Son treinta y cinco en total, que se distribuyen entre la planta baja y la tercera planta. “Juntas funcionan como una suerte de profecías, ya que, a mi parecer, ninguna obra de arte refiere solo a su tiempo de producción o de lectura… diferentes estratos temporales siempre conviven”, manifiesta.
Este es el encuentro, por ejemplo, de cuatro lienzos de Juan Fernández Álava (Piedras Blancas, Asturias, 1978) –sobre todo ‘Desencarnar’, óleo firmado en 2018–con esculturas y pinturas góticas, entre ellas, una ‘Crucificado anónimo’ del siglo XV y el ‘Martirio de San Andrés’, de Pedro Díaz de Oviedo. “Es un artista que, a través de su pintura mística y sutil, penetra en el alma de los paisajes y de los cuerpos retratados, desvelando las intuiciones de eternidad que nuestra psique atesora”, describe la comisaria a Fernández Álava.
Ninguna de las obras contemporáneas habla por sí sola, sino según el contexto histórico en el que se expone. Esa es la idea de la comisaria. “En ‘Otras Liturgias’ las piezas contemporáneas no funcionan como proyectos artísticos independientes, sujetos a los criterios del ‘arte contemporáneo’ –matiza–, sino integradas orgánicamente con las antiguas, en un entorno que favorece esta fusión energética, hasta el punto de no diferenciarse a primera vista, en algunos casos, las obras históricas de las actuales”.
Una exposición “para sentir”
Es lo que sucede con ‘Diamantes en bruto’ (2007) –dos esculturas a tamaño natural que representan dos esqueletos hechos con fieltro y cuero–, obra de Mabi Revuelta (Bilbao, 1967), frente a una decena de estelas funerarias romanas. O con los ‘Relicarios del acto creador’ (2016) y ‘Cabaña roja, mujeres en círculo’ (2016-2023), ejemplo de la “mística revolucionaria” de Reme Remedios (Romiña, Ourense, 1972), que se muestra junto a la ‘Celda de monja y la Medida de la Virgen’ (Arantzazu), ambas piezas de finales del siglo XIX.
Es una exposición “para sentir”, según la ha concebido Susana Blas. Es decir: “Los contextos favorecen ‘la presencia’ de las piezas, y su potencial para generar energías, sin basarnos en las categorías y jerarquías habituales, generadas por los criterios de la Academia o el mercado”. No hay “obras vivas” –las actuales– ni “obras muertas” –las piezas de museo–, sino, como dice la comisaria, “un mismo oxígeno”.