“Dime cómo puedo ofrecerte / todo el amor que Tú me das. / Tus manos son como semillas / que se transforman para dar. / Hoy yo me ofrezco a amar”. “Mira, yo realizo algo nuevo. / Ya está brotando, / ¿no lo notáis? / Como agua en el desierto, / apagaré la sed de mi pueblo”. Así empiezan dos canciones, ‘Hoy yo me ofrezco’ y ‘Algo nuevo’, que reflejan a la perfección el alma de Tomad Señor Nuestro Canto (TSNC).
Hablamos de un grupo de música distinto y en verdad especial. Y es que, más que ofrecer conciertos, que también (han tocado recientemente en parroquias de Valladolid y Bilbao), lo suyo es ofrecerse como un fermento que alimente espíritus que buscan. Es, más bien, un abrirse en canal y ser un instrumento. ¿De quién? De Dios, que a veces prefiere hablarnos con susurros.
De todo ello hablan a Vida Nueva tres componentes de TSNC: los laicos Ana Bayón y Álvaro Iglesias, y el jesuita Gérar Villar. El religioso de la Compañía de Jesús fue el primero en incorporarse al grupo, llegando al poco del momento fundacional: “La iniciativa como tal surgió en 2003, en la comunidad jesuita de Valladolid. En esa época había personas con mucho empuje, como José María Rodríguez Olaizola [hoy secretario de Comunicación de la Provincia de España] o Daniel Villanueva [tras muchos años en Entreculturas, ahora es el coordinador general de la federación mundial Fe y Alegría]. Entre ellos y otros más impulsaron una experiencia de verano con laicos y religiosos que tuvieran sensibilidad mística y musical, y que bebieran del carisma ignaciano. Acudieron de toda España y, durante una quincena, se reunieron 15 personas en Valladolid. Dedicaban ratos a la oración y a la vida comunitaria, y luego muchos otros a componer juntos canciones, aportando cada uno sus respectivos talentos. De esa primera experiencia, que se repitió en los veranos de 2004 (cuando llegué yo) y 2005, salieron 90 canciones”.
Entonces, “el gran objetivo era ofrecer un aporte muy significativo que pudiera ayudar a renovar el cancionero que utilizamos en las celebraciones, actividades y colegios de la Compañía de Jesús. Era una obra que surgía fruto de la oración compartida entre personas con diferentes experiencias y perspectivas, lo que nos enriquecía a todos muchísimo. Y es que esta pastoral forma parte de la esencia de una serie de personas vinculadas de diferentes modos a la Compañía y que sentimos que la música nos da una especial fuerza en nuestra fe”.
Tras ese primer impulso, que sirvió para alimentar con muchas canciones a los coros jesuitas de toda España, en 2022, de la mano de MAG+S, Educsi y Promoción Vocacional (Serjesuita), surgió la idea de volver a convocar un taller de verano centrado en la música. Tras ese primer impulso, que sirvió para alimentar con muchas canciones a los coros jesuitas de toda España, en 2022 volvió a surgir la idea de volver a convocar un taller de verano centrado en la música. Como los anteriores, tuvo lugar en Valladolid durante 15 días y, tras dos semanas muy intensas, los presentes (llegados desde Cádiz, Bilbao, Vigo o Barcelona) alumbraron 46 nuevos temas.
Una de las diez que acudió, desde la capital vizcaína, fue Ana Bayón, que nos explica cuál ha sido el germen de este nuevo impulso: “Fue a raíz de unas ordenaciones sacerdotales de jesuitas en mi ciudad. Vinieron compañeros de Valladolid y realmente fue una ceremonia bonita. Lo comentamos los compañeros que formamos parte de aquel coro y todos coincidimos en que vibramos, de un modo literal. Entonces, hablamos de lo que supuso para todos la herencia de lo creado por TSNC y, desde el entusiasmo, sentimos que era el momento de recuperarlo. Por ello, sentí una gran alegría cuando me invitaron a participar en el taller musical de ese verano”.
Una experiencia parecida a la de Álvaro Iglesias: “He crecido con las canciones creadas por el grupo en sus inicios y, por eso, cuando me ofrecieron estar en el encuentro de verano, me hizo muchísima ilusión… Me quedé en shock”. Y es que siente que están configurando algo especial: “Me apasiona esa sensación de crear en comunidad. Es una red que va creciendo cada vez más, siempre abierta a personas con esta sensibilidad por el arte. Y eso es fantástico, pues, al incorporarse gente nueva, aumentan las diferentes perspectivas y matices”.
Algo que ratifica Ana: “Gracias a que el punto de partida es la convivencia comunitaria, todos nos sentimos partícipes del proyecto. Hay un componente muy fuerte de misterio y fascinación, pues las canciones brotan de muchos corazones. Es un proceso muy vivo e incierto, ya que nunca sabemos a dónde nos conduce cada nuevo comienzo… Avanzamos juntos y abiertos a la novedad. Y siempre desde una gran generosidad, aceptando siempre las aportaciones de los demás, fructifiquen al final o no en la versión final de la canción. Lo que incluye desde un verso a un acorde. Todo, en definitiva, es un regalo que amasamos y, finalmente, entregamos a los demás”.
Para Gérar, “lo mejor es que TSNC es una experiencia de Dios y de servicio. Yo tuve la suerte de participar en la primera etapa y siempre sentí que sería bueno recuperar esa intuición que tanto bien hizo a muchas personas, desde ese espíritu de compartir, donar y orar que ha animado muchas de nuestras celebraciones estos años. Y es que en verdad ha llenado de vida nuestras comunidades”.
Por ello, hay que celebrar esta segunda etapa, con las novedades que ha traído consigo: “El contexto es diferente respecto al de hace 20 años y creo que eso está muy presente. De ahí que ahora se esté queriendo dar el paso de celebrar conciertos-oración, algo que en el primer grupo nunca se dio, y también se esté haciendo un esfuerzo mucho mayor para extender lo creado más allá de las comunidades jesuitas”.
De hecho, cuentan con su propia página web y cuentan con cuentas en Instagram, YouTube, Spotify y Linktree, subiendo varias de sus canciones a la red y manteniendo vivo el sueño de publicar un primer disco. Una apuesta por la “calidad” (cuyo reflejo se da también en la presentación gráfica de cada tema) que, como destaca el jesuita, a él mismo le “refresca” en su vocación: “Desde la conciencia de que tenemos un regalo heredado y que no nos pertenece, sino que hemos de abrirlo a quien pueda estar interesado en sumarse, vamos generando espacios comunitarios en los que experimentamos un crecimiento espiritual a través del arte. Crecemos y nos adaptamos a la novedad, siempre abiertos a los signos de los tiempos”.