Javier Alonso Zapata: “La sinodalidad nos exige pasar del discurso a la acción”

Sacerdote de la Diócesis de Quibdó (Colombia)

Javier Alonso Zapata ha sido uno de los sacerdotes colombianos participantes en el encuentro Párrocos por el Sínodo. Este presbítero de la diócesis de Quibdó –una de las jurisdicciones del pacífico colombiano más golpeadas por la violencia– nunca se imaginó que compartiría cara a cara con Francisco y otros 300 curas del mundo: “Ese sitio lo tenía mi hermano en el sacerdocio el padre Ernesto Zapata, pero no pudo asistir porque se le presentó un contratiempo y así fue cómo se me dio la oportunidad”.



Esta experiencia ha renovado su compromiso en la misión, sobre todo tras “escuchar tantas historias maravillosas de hermanos sacerdotes en lugares difíciles como Ucrania, Medio Oriente, China, quienes viven la misión en medio de esas dificultades” no muy diferentes a las de su propia tierra, donde pastorea desde hace 15 años. Allí ha prestado sus servicios como vicario, delegado pastoral, consultor y párroco.

PREGUNTA.- Participar en este encuentro con el Papa, ¿qué le deja?

RESPUESTA.- Fue gratificante, renovador también para el ministerio sacerdotal, entendiendo esa gran misión que tenemos como párrocos de acompañar a nuestras comunidades. El Papa nos insiste en ese olor a oveja, en ese salir al encuentro de nuestros fieles, sobre todo, de aquellos que están de pronto más alejados, más fríos en la fe.

P.- ¿Cómo lograr vivir la sinodalidad sin quedarnos en el mero discurso?

R.- La sinodalidad parte no solo en quedarnos en el discurso, sino en el hecho. Tiene que impregnar todo nuestro ser, que cada una de nuestras acciones, palabras, pensamientos sean en esa tónica del sentido sinodal. Eso implica una conversión en nuestra manera de ver al mundo, a la Iglesia, a las parroquias, a la experiencia de la fe. Eso es fundamental para pasar del discurso a la acción.

P.- ¿Cuáles son los desafíos de la sinodalidad en medio de las tensiones con sectores que consideran este un camino errado?

R.- Primero, el clericalismo y el secularismo que son dos corrientes muy fuertes dentro de la Iglesia, tanto del lado de los laicos como de los sacerdotes. A ello le sumamos todos los retos que se presentan a nivel de la sociedad: cambios culturales, políticos y sociales que también marcan un hito en ese caminar sinodal.

Un ejercicio de escucha

P.- ¿Cómo implementará esta experiencia en Quibdó, una zona de Colombia tan golpeada por la violencia?

R.- Será poder aplicar el mismo método que vivimos nosotros los sacerdotes en el encuentro, en especial, la conversación en el Espíritu, que fue un ejercicio muy práctico de escucha. Eso enriquece el trabajo sinodal y fue una experiencia maravillosa. Es una buena metodología para aplicar en nuestras parroquias, incluso, con quienes no participan de una vida activa de fe o que se han alejado por algún motivo o que simple y llanamente han dejado de creer. En torno a toda esta realidad de violencia que vivimos es una buena oportunidad este ejercicio de escucharnos mutuamente, porque puede dar herramientas para que entre todas y todos construyamos la paz y la fraternidad que tanto anhelamos en estos territorios tan golpeados por la violencia; nos falta para poder vencer todas esas barreras de intolerancia, esas barreras ideológicas, que a veces nos hacen mal, para vencer la corrupción que daña tanto a nuestra sociedad.

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