“Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil”. Así comienza el papa Francisco su mensaje por la IV Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos, que este año se celebrará el 28 de julio bajo el lema ‘En la vejez no me abandones’.
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“Los salmos”, recuerda el Papa, “están llenos del asombro del corazón humano frente a Dios, que nos cuida a pesar de nuestra pequeñez; nos aseguran que Dios nos ha plasmado en el seno materno y que no entregará nuestra vida a la muerte. Por tanto, podemos tener la certeza de que también estará cerca de nosotros durante la ancianidad, tanto más porque en la Biblia envejecer es signo de bendición”.
“En la Biblia hallamos la certeza de la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, encontramos el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor”, continúa el Papa. “No se trata de una contradicción. Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente”. Y es que “con mucha frecuencia la soledad es la amarga compañera de la vida de los que como nosotros son mayores y abuelos”.
Confrontar la actitud egoísta que lleva al descarte
Las causas de esa soledad, advierte Francisco, son múltiples. Pero, lo que está claro es que “la soledad y el descarte se han vuelto elementos recurrentes en el contexto en el que estamos inmersos”. Así, “en muchos ancianos podemos advertir ese sentimiento de resignación del que habla el libro de Rut”.
Sin embargo, “la libertad y la valentía de Rut nos invitan a recorrer un camino nuevo”. “Sigamos sus pasos, hagamos el viaje junto a esta joven mujer extranjera y a la anciana Noemí, no tengamos miedo de cambiar nuestras costumbres y de imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos”. “Estando cerca de los ancianos, reconociendo el papel insustituible que estos tienen en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, también nosotros recibiremos muchos dones, muchas gracias, muchas bendiciones”, añade.
Por todo ello, el Papa insta a que, en esta IV Jornada Mundial dedicada a los ancianos, “no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible”. “A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir ‘¡no te abandonaré!’ y de emprender un camino diferente”.