El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, hizo esta mañana de la fiesta de san Isidro un ejercicio de autocrítica social y eclesial. “Con dolor lo digo, en nuestra Iglesia, a menudo estamos muy lejos de vivir la fraternidad que anunciamos y a la que nos llama Jesús”, expresó el purpurado durante la homilía de la misa que presidió en la colegiata donde reposan los restos del patrón de la capital de España.
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“Nos miramos con sospecha, nos juzgamos con dureza, nos criticamos con malicia”, lamentó Cobo ante un templo repleto de fieles, en el que concelebraron, entre otros, el cardenal emérito de Madrid, Carlos Osoro, el nuncio Bernardito Auza, los obispos auxiliares Jesús Vidal y Juan Antonio Martínez Camino, así como los obispos auxiliares electos, Vicente Martín y José Antonio Álvarez. Es más, compartió que “es un poco como si estuviéramos enfadados unos con otros, y el enfado estuviese adueñándose del mundo”.
De la la riqueza al egoísmo
En otro momento de su alocución, el cardenal denunció que los católicos no están siendo “discípulos”, en tanto que se están dejando llevar por “ídolos que nos entretienen, pero no nos llenan, nos seducen”. Ni dudó el vicepresidente de la Conferencia Episcopal en enumerar estos lastres: “ El poder, la ideología, el bienestar y la seguridad, el culto a la imagen, la riqueza, el egoísmo convertido hoy en valor en esta sociedad confundida, o falsos profetas con egos tan grandes que no cabe en ellos ni el prójimo ni la comunidad ni el encuentro”.
Como alternativa a esta deriva, Cobo expuso que “hoy, más que nunca, necesitamos volvernos al mismo Señor y ponerlo a él en el centro”, para que “su palabra sea la savia que nos alimente, que su pan sea el alimento que nos configure, que su vida sea la fuente de la nuestra”.
En la vida cotidiana
En este sentido reivindicó la figura de san Isidro como referente para los católicos madrileños de hoy, “un santo que había encontrado como ser discípulo de Cristo en la vida cotidiana”. Para Cobo, el patrón “toca a Cristo comprometiéndose con los más pobres de su Madrid, dedicándoles tiempo y ofreciendo lo que tenía hasta aprender a ser pobre con ellos”. Con la mirada puesta en el ámbito sociopolítico, el cardenal advirtió de que son “tiempos turbulentos, tiempos de división, y me atrevo a decir que de crispación”.
Más allá de condenar las guerras, alertó del clima de crispación y polarización: “Ocurre en nuestro país y en nuestra sociedad, donde tan fácil es hoy en día levantar muros, trazar líneas para aislarnos unos de otros, sepultar al otro, sea el que sea, bajo avalanchas de descalificaciones”.