¿Diaconisas en la ortodoxia? “Una señal del Espíritu” para la Iglesia católica

En 2016, el Patriarcado Ortodoxo de Alejandría y de toda África tomó una decisión histórica: admitir a las mujeres al diaconado. La medida se remitía a que esto era algo habitual en los tiempos de la Iglesia primitiva. Tras un primer gesto, en 2017, cuando se ordenaron las primeras mujeres como subdiáconos en la República Democrática del Congo, ha sido ahora cuando el arzobispo ortodoxo Serafim, en Zimbabue, dependiente del Patriarcado de Alejandría, ha ordenado a Angelic Molen como diaconisa.



La importancia de este hecho es que estamos ante la primera mujer en muchos siglos en recibir este ministerio. Y en que, por su formación (estudia Geografía y Ciencias Medioambientales), esta joven, muy implicada en la pastoral juvenil, la catequesis y el trabajo con madres en la parroquia misionera de San Nektarios, en Harare, también será responsable de distintas iniciativas ecológicas.

En pleno proceso sinodal

Preguntada por Vida Nueva, la teóloga española Cristina Inogés, que tuvo un papel más que significativo en la primera cita del Sínodo de la Sinodalidad, en octubre, considera que “es providencial que la ordenación de esta mujer haya llegado en nuestro proceso sinodal. Lo interpreto como una señal del Espíritu, pues creo que tenemos que caminar en ese sentido”.

El caso de Molen, cuya pastoral estará muy ligada a “una cuestión tal actual como la ecológica”, interpela a la Iglesia católica “en el sentido de hacernos reflexionar sobre que quizás no debemos replicar exactamente el diaconado de la Iglesia primitiva, pues no estamos en el siglo I y no somos una comunidad que esté naciendo. Somos una Iglesia que tiene que recuperar el rumbo perdido, pero en el siglo XXI”.

Funciones específicas

Algo que tiene que hacerse “sentando las bases de una sinodalidad y de una estructura sinodal de cara al tercer milenio, no ciñéndonos al corto plazo de este siglo”. De ahí la propuesta de Inogés: “Que nuestro diaconado permanente, al mismo tiempo que en el catolicismo se ocupa de las tareas habituales, también pueda tener funciones específicas según la formación de la persona que accede a él; justamente, lo que ha hecho la Iglesia ortodoxa con esta joven de Zimbabue. Sería una gran noticia ver a una médica siendo ordenada diaconisa y ejerciendo en la pastoral sanitaria, por ejemplo. O a una trabajadora social encargándose del acompañamiento a inmigrantes, presos o personas en situación de exclusión”.

En definitiva, según la teóloga aragonesa, “tenemos que sacarnos de encima la idea de que el diaconado permanente es para estar dando vueltas alrededor del altar… Hay que estar preparados para esto y tener una sólida base teológica, pero también es muy positivo aprovechar su formación y valorar en qué áreas concretas los candidatos pueden dar lo mejor de sí mismos”.

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