Francisco comparte la comida con los reclusos de la prisión local durante su visita a la ciudad del norte de Italia
Desde la Arena de Verona el papa Francisco continuó su visita pastoral a la ciudad italiana haciéndose presente entre los reclusos y reclusas de la cárcel donde ha comido con ellos junto con agentes y voluntarios de la pastoral penitenciaria. El pontífice ha sido recibido por Francesca Gioieni, directora de la cárcel, y por Mario Piramide, director de la Policía Penitenciaria. También un joven recluso de 22 años ha dado la bienvenida al Papa en nombre de los 592 presos de 40 países de la cárcel.
“Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención”, confesó Francisco en su encuentro con los reclusos con quienes compartió alguna anécdota. El Papa destacó que “esta humanidad, aquí, en todos vosotros, en todos nosotros, está presente hoy el rostro de Cristo, el rostro del Dios de la misericordia y del perdón”. Por ello apeló a no dejar la puerta de la esperanza.
“Renuevo mi llamamiento, especialmente a quienes pueden actuar en este ámbito, para que sigan trabajando por la mejora de la vida en las cárceles”, apeló el pontífice. Ante los últimos suicidios de ese penal, el Papa destacó que “se trata de un acto terrible, al que sólo pueden conducir la desesperación y el dolor insoportables. Por eso, al unirme a las familias y a todos vosotros en la oración, quiero instaros a no ceder a la desesperación”.
“Siempre merece la pena vivir, y siempre hay esperanza en el futuro, incluso cuando todo parece desvanecerse. Nuestra existencia, la de cada uno de nosotros, es importante, es un don único para nosotros y para los demás, para todos, y especialmente para Dios, que nunca nos abandona, y que sí sabe escuchar, alegrarse y llorar con nosotros. Con Él a nuestro lado, podemos superar la desesperación, y vivir cada momento como el momento oportuno para volver a empezar”, recalcó subrayando las distintas tradiciones.
Y por ello aconsejó: “hablemos con Dios de nuestro dolor y ayudémonos mutuamente a sobrellevarlo, entre compañeros de viaje y con la gente buena a nuestro lado. No es debilidad pedir ayuda: hagámoslo con humildad y confianza. Todos nos necesitamos y todos tenemos derecho a la esperanza, más allá de cada historia y de cada error o fracaso”, instó a no permanecer caído ya que “solo es lícito mirar a una persona por encima cuando la estás ayudando a levantarse”. Bergoglio deseó que el próximo Año Santo sea “también una señal que nos ayude a levantarnos de nuevo y a tomar las riendas, con confianza, de nuestras vidas cada día”. “Sigamos caminando juntos, porque el amor nos une más allá de toda distancia”, concluyó.