Tras haber comido en la cárcel de Montorio, el papa Francisco concluyó su jornada en Verona presidiendo la misa de la Vigilia de Pentecostés en el estadio Bentegodi. En el propio estadio el obispo local, Domenico Pompili, agradeció al pontífice la visita y se despidió de las autoridades antes de volver en helicóptero hacia el Vaticano tras haber participado en la jornada ‘La Justicia y la Paz se besarán’, como recordó en su homilía en la que bromeó sobre el misterio del Espíritu Santo.
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Dios no se olvida
En esta vigilia señaló que las lecturas “se refieren al Espíritu Santo, que es el Protagonista de Pentecostés, es el Protagonista de la vida de la Iglesia, y está también ahora, aquí, en esta liturgia”. El Espíritu que da el coraje y la valentía para vivir cristianamente y genera un clima de armonía entre las diferencias de las personas, añadió. “Todos necesitamos que el espíritu nos dé la armonía” frente a la guerra y a la lucha de unos contra otros.
“Éste es el milagro de hoy: tomar a hombres cobardes y asustados y hacerlos valientes; tomar a hombres y mujeres de todas las culturas y hacer de ellos una unidad de todos, hacer la Iglesia. Tomar a estas personas sin hacerlas iguales. ¿Qué hace el Espíritu? Armonía. Juntos: el Espíritu hace la armonía”. Además, destacó que con el Espíritu está María a la que pidió que ayude a todos a recibir este Espíritu Santo. Francisco invitó a corear las características del Paráclito en su homilía improvisada en la que dejó de lado sus papeles casi desde el inicio.