Jesús, iluminado en el centro del lienzo, porta una corona de espinas, está desnudo, cabizbajo, ensangrentado ante Poncio Pilato. Todo es dolor y todo es oscuridad, como si el pintor, Michelangelo Merisi, más reconocido como Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610), estuviera ya anunciando lo que va a venir: Ecce Homo. Este es el hombre, el que va a morir. Pero este es también el cuadro del que todo el mundo habla, el que durante nueve meses –desde el 28 de mayo– podrá contemplarse en el Museo del Prado, el que ha comprado un misterioso coleccionista británico, el que ha estado tres siglos siendo visto y no visto en Madrid, el que iba a salir a subasta apenas por 1.500 euros, el que finalmente se ha vendido por 36 millones.
La inclusión de la obra –identificada como de un seguidor de José de Ribera– en el catálogo de la casa de subastas Ansorena a principios de abril de 2021 movilizó a los grandes expertos en la obra de Caravaggio. La sede de la Puerta de Alcalá no cesó de recibir a especialistas, sobre todo de Italia y Gran Bretaña para verla in situ: era sin discusión el Ecce Homo que el artista pintó en Nápoles entre 1605 y 1609. “La obra es un poderoso ejemplo de la maestría de Caravaggio en cuanto al proceso de concepción: una hábil composición que presenta una escena tridimensional y dinámica totalmente innovadora dentro de los límites de una tradición iconográfica arraigada”, ratifica ahora el Museo del Prado.
Ansorena –que no informó de quiénes eran los propietarios: los tres hijos del matrimonio Antonio Pérez de Castro y Mercedes Méndez Atard– retiró la obra de la subasta y recibió repetidas ofertas, sobre todo de Italia, por tres, seis, hasta 23 millones de euros. El Museo del Prado alertó solo días después al Ministerio de Cultura para que dictaminara su inexportabilidad y a la Comunidad de Madrid para que lo declarara Bien de Interés Cultural (BIC) porque había “fundadas razones formales y documentales” para confirmar que era “una obra maestra” de Caravaggio. Ya no hay dudas: “Es una de las, aproximadamente, 60 únicas obras conocidas de Caravaggio que existen, lo que confiere a la misma un valor extraordinario”, ratifica el Museo del Prado.
Inmediatamente, por ejemplo, Iván Marcos García-Diego lanzó la hipótesis de que era el Ecce Homo anotado como número 94 del inventario fechado en 1657 de García de Avellaneda y Haro, segundo Conde de Castrillo, quien ejerció de virrey de Nápoles y adquirió una colección que reunió obras de Tiziano, Rafael, Guido Reni o Lucas Jordán para el rey Felipe IV. “Mas otro cuadro de un Heccehomo de cinco palmos con marco de evano con un soldado y Pilatos que le enseña al Pueblo, es original de mº Miçael Angel Caravacho”, según describía. En ese mismo inventario, figura otro Caravaggio: la Salomé con la cabeza del Bautista –número 91–, actualmente en el Palacio Real de Madrid.
Ambos caravaggios procedían, como confirmó Maria Cristina Terzaghi –catedrática de Historia del Arte Moderno en la Universidad Roma Tre y miembro del comité científico del Museo di Capodimonte de Nápoles–, de las obras adquiridas por Juan de Lezcano, secretario de Pedro Fernández de Castro, embajador de España en Roma hasta 1616 y, más tarde, virrey de la corte de Palermo, que ya los incluyó en un catálogo fechado en 1631: “Un eccehomo con Pilato que lo muestra al pueblo, y un sayón que le viste de detrás la veste purpúrea”.
Es el mismo Ecce Homo que “acabó siendo llevado a España”, según describió Giovanni Pietro Bellori en Vite de pittori, scultori e architecti moderni (1672), una serie de biografías en la que, además, señala que Caravaggio pintó “por encargo de los Massimi”. Hacía referencia al concurso que el cardenal Massimo Massimi convocó, en 1605, en el que le encargó a Caravaggio un Ecce Homo sin que supiera que competía con otros dos grandes maestros: Ludovico Cardi, ‘Il Cigoli’, y Domenico Cresti, ‘Passignano’. El cardenal eligió la obra de ‘Il Cigoli’, hoy en el Palacio Pitti de Florencia