El pontífice reza junto a los fieles presentes en la plaza de San Pedro y pide que el Espíritu abra puertas de paz en Ucrania y Tierra Santa
Tras la misa del Domingo de Pentecostés, el papa Francisco ha rezado el Regina Caeli con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el último de este tiempo pascual de 2024. El pontífice además de felicitar la fiesta recordó que el Espíritu traiga armonía a los corazones, a las familias, en la sociedades y en el mundo entero, que crezca la comunión entre los cristianos de distintas compresiones e inspire el diálogo en los líderes políticos para un final de las guerras, como la de Ucrania especialmente tras el ataque a la región de Járkiv, Tierra Santa y tantos lugares en guerra, “que el Espíritu abra puerta de paz” deseó el Papa. También agradeció la acogida durante la visita a Verona, especialmente mostró su emoción por la visita de a la prisión regional.
En su reflexión el pontífice destacó que Jesús en el evangelio “es testigo de un hermoso diálogo: aquel en el que el Padre y el Hijo se hablan de su amor”. Así se muestra en escenas como el bautismo, la resurrección de Lázaro, en el Huerto de los Olivos o antes de su muerte. Cada vez que Jesús habla así emplea, explicó Francisco, “palabras que expresan sentimientos maravillosos, como afecto, gratitud, confianza, misericordia”.
Para el Papa estas palabras “nos dan a conocer una relación hermosa, luminosa, concreta y duradera como es el Amor eterno de Dios. Son precisamente las palabras transformadoras del amor, que el Espíritu Santo repite en nosotros, y que es bueno que escuchemos, porque hacen nacer y crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos e intenciones”. Por ello invitó a meditar la Palabra de Dios –llevar un evangelio de bolsillo– que como dijo el sacerdote y poeta Clemente Rébora “la escucha de la Palabra de Dios acalla la cháchara”.
“Así es como se da espacio en nosotros a la voz del Espíritu Santo”, añadió Bergoglio invitando a la “adoración –no olvidemos decir estas palabras al corazón de Dios para decírselas después a los otros– y la oración, sobre todo la oración sencilla y silenciosa” así como empleando “buenas palabras, haciéndonos eco mutuamente de la dulce voz del Consolador, del Espíritu”. “Leer y meditar el Evangelio, orar en silencio, decir buenas palabras, no son cosas difíciles –es más fácil que insultar, que enfadarse–, todos podemos hacerlas”, insistió el Papa implorando a María.