El pasado 15 de mayo, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, sufrió un atentado en la ciudad de Handlova, cuando un individuo se acercó a él y le disparó cinco tiros. Pese a la gravedad de su estado y a que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente dos veces en unas horas, salvó su vida y en principio ya no se teme por ella. El atacante, Juraj Ciuntula, tiene 71 años y, tras ser detenido al momento, reconoció su culpabilidad y explicó que pretendía asesinarle por no compartir con él su ideario populista y xenófobo, cada vez más orillado hacia posiciones de extrema derecha.
A tres semanas de las elecciones al Parlamento Europeo y cuando parece evidente el auge de estas posiciones antieuropeístas, la situación en Eslovaquia es de máxima tensión. Hasta el punto de que la actual presidenta de la República, la progresista Zuzana Caputová, tras lamentar que este intento de magnicidio es “un ataque contra la democracia” y llamar a todos los partidos a un proceso de diálogo para abonar un clima de entendimiento, se ha encontrado con el portazo del que será su sucesor en el cargo presidencial, el conservador Peter Pellegrini, muy cercano a Fico. De hecho, tras argumentar que “el escenario político no está preparado para la reconciliación mutua”, ha rechazado toda posibilidad de ofrecer un mensaje de unidad política.
La primera reacción eclesial, a las pocas horas del ataque, llegó por parte del arzobispo metropolitano de Košice y presidente de la Conferencia Episcopal de Eslovaquia, Bernard Bober, que expresó su “profundo pesar” por tal “desgracia”. A continuación, mostró su “condena” de “la violencia, el odio y la agresión, que no hacen sino engendrar más males y profundizar la polarización de la sociedad”.
En medio de tanta división, el prelado quiso dejar un mensaje de encuentro y fraternidad: “Apelo a la conciencia de todos. No permanezcamos indiferentes, seamos pacificadores. No nos hagamos daño unos a otros, sino reforcemos el bien que hay en cada ser humano”.
Bober añadió que “deseo al primer ministro una pronta recuperación e invito a los fieles a rezar por la paz para nuestra patria y para todos los ciudadanos de la República Eslovaca”.
Por su parte, el arzobispo de Bratislava, Stanislav Zvolenský, en la pasada misa dominical, solemnidad de Pentecostés, también rezó de un modo especial por la paz en el país, pidiendo “que podamos abrirnos a la acción del Espíritu Santo de Dios y al respeto mutuo”.
Dos días después, la Conferencia Episcopal de Eslovaquia difundió dos textos: el primero, “una oración por la paz en la nación” que, entre otras cosas, pide “que el diálogo mutuo y el deseo de justicia prevalezcan sobre las calumnias y la corrupción; que nuestros funcionarios públicos unan fuerzas en la lucha contra el mal y toda iniquidad; que todos busquemos el bien común, defendamos a los más débiles, ayudemos a los pobres y vivamos unos para otros como miembros de una gran familia cuyo verdadero hogar solo encontramos en ti”.
El segundo texto es “una oración por la recuperación del primer ministro”. También está destinada rezarse “durante las misas en toda Eslovaquia” y se recalca que “todos los creyentes están invitados a unirse”.
En ella, además de pedirse que Fico “se recupere lo antes posible y pueda volver a dedicarse al servicio del bien de nuestro país”, se desea que el mandatario “se convierta en un defensor convincente de la paz y el entendimiento”, siendo, en definitiva, “un mensajero de paz y comprensión entre el pueblo”.
Tras conocer la noticia mientras participaba en un foro económico promovido por los jóvenes de la Unión Cristiana de Dirigentes de Empresa (UCID), en la Embajada de Italia ante la Santa Sede, el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin hizo un aparte de los medios presentes y mostró su pesar: “Estamos realmente preocupados por lo que está sucediendo. Parece que ya no hay límites”. Y es que el contexto mundial está cada vez más tensionado, percibiéndose con claridad “un aumento de la violencia. Las relaciones son cada vez más violentas y hay menos esperanza de construir relaciones pacíficas”.
El papa Francisco, a través de una carta a la presidenta, Zuzana Čaputová, condena “este cobarde acto de violencia” y ofrece su oración “por la pronta recuperación y restablecimiento del primer ministro”. Igualmente, expresa su “cercanía y solidaridad” al pueblo eslovaco “en este momento de prueba”, deseando que “reinen la unidad y la paz”.