“La solemnidad de la Santísima Trinidad nos ofrece la ocasión de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno”, escriben en su mensaje
La Iglesia celebrará el próximo domingo, 26 de mayo, la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva por lema, ‘Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”‘. En este marco, la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha organizado dos ponencias para las tardes del 22 y el 24 de mayo, que se podrán seguir online, de las 16:30 a las 17:45 horas, en las que participarán Juan Antonio Guerrero (el miércoles), y Pilar Avellaneda (el jueves).
Por otro lado, los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada recuerdan que, un año más, la celebración litúrgica de la solemnidad de la Santísima Trinidad “nos ofrece la ocasión de recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son ‘los que rezan’”.
Y son los que rezan, explican, porque han hecho de la actitud orante —que es inherente a la fe, pero se modula de distintos modos según los carismas— regla y medida de todas las cosas: las internas y las externas, las personales y las comunes, las decisivas y las pasajeras, las del corazón y las del mundo”.
Atravesar los muros de un monasterio permite comprobar que allí la realidad se rige por una ley que “surge de las entrañas del Evangelio”, señalan los obispos. “Contemplar para asentir a la verdad y la bondad y la belleza del Dios que se revela a cada instante”.
En este sentido, los prelados señalan como iconos perennes para los consagrados contemplativos a los dos Marías, la hermana de Betania y la madre del Señor. Las dos están “cerca del Señor en toda circunstancia, incluso allí donde imperan las tinieblas del dolor y el sinsentido: en la tumba del hermano muerto o en la cruz del hijo agonizante”.
Ambas “representan ejemplos eximios de la vocación contemplativa en la Iglesia” por en ellas “se cumple esa peregrinación interior por la que la visión humilde del Señor en todo tiempo y lugar termina traduciéndose en una senda esforzada de discipulado”.
Y en su historia, “conocemos la verdad profunda del seguimiento del Señor para todos, pues comprendemos que quien pone sus ojos en Cristo con serenidad y sinceridad no puede dejar de mirar lo que él mira y de caminar por donde él camina. Una mirada y un camino cuyo horizonte último es el Padre, que sale siempre al encuentro de los hombres —tantas veces heridos y perdidos— para que entremos en su voluntad”.
En cuanto al lema de este año, los obispos resaltan que también podría decirse desde la perspectiva inversa: “Haciendo tu voluntad aprendemos a contemplar tu rostro”. Se trata, explican, “de un movimiento con cadencia de ida y vuelta que, justamente porque apela a los dos polos de la experiencia (el receptivo y el activo, el don y la respuesta), hace crecer la fe hacia cotas cada vez más intensas de relación con Dios y oblación fraterna”. Lo que el Señor espera de nosotros y del mundo, matizan, “nos interpela vivamente cuando contemplamos su santa faz, así como su imagen llagada y resucitada nos asalta en la realidad concreta cada vez que intentamos obrar según su voluntad”.
Al mirarnos en el rostro de Cristo, “como la vida contemplativa hace y nos invita a hacer, dejamos por un momento de considerar nuestro propio interés para acoger el querer del Padre. Y el querer del Padre no es sino que el hombre viva conforme a la gloria del rostro de su Hijo”.
Por eso, los obispos concluyen su mensaje con una invitación a entrar “en el misterio a través de la contemplación obediente o de la obediencia contemplativa”. Y, además, a hacerlo “de la mano de ‘los que rezan’, tantos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos y a lo ancho del mundo, han entregado su vida a esta vocación orante de entrega radical”.