Albino Luciani, quien sigue siendo un desconocido para millones de católicos al ser, como Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa fugaz (murió al mes de su elección pontificia, el 28 de septiembre de 1978), fue un hombre de reconocidos talentos. Entre ellos, la pasión por la cultura. Hasta el punto de que el patriarca de Venecia atesoró en su biblioteca privada hasta 5.000 volúmenes.
Pero no solo fue un voraz lector, sino que él mismo se entregó al arte de la escritura. Así, en 1976, dos años antes de vestirse de blanco como sucesor de Pedro, el entonces cardenal veneciano escribió el libro ‘Ilustrissimi’, una colección de cartas abiertas en las que, imaginariamente, conversaba con 40 personajes históricos. En esas charlas del alma, Luciani hablaba con Jesús y con varios santos, como Bernardo, Teresa de Ávila, Teresa de Lisieux, Francisco de Sales o el evangelista Lucas… Pero también se acercaba a escritores como Goethe, Chesterton, Dickens, Manzoni, Péguy, Walter Scott o Mark Twain… ¡Incluso a un personaje literario como Pinocho!
La Fundación Vaticana Juan Pablo I, que lleva varios meses promoviendo actos en torno a la edición crítica del libro, ahora publicada, organizó, este 17 de mayo en Venecia, un doble homenaje a Juan Pablo I. Por un lado, en una iniciativa a la que también se sumó el Ministerio de Cultura, el actual patriarca de Venecia, el arzobispo Francesco Moraglia, descubrió una placa a la entrada y bautizó con su nombre la sala de la Biblioteca Diocesana donde se recogieron los escritos y libros lucinianos.
Como recoge ‘Vatican News’, el purpurado dijo que “Luciani no solo era humilde, sino también un hombre inteligente y culto. Inteligencia y cultura eran sus sentimientos interiores, con los que se enfrentaba, dentro de los contextos pastorales en los que se encontraba, para anunciar el Evangelio y conseguir hablar a los hombres y mujeres de su tiempo. Sin olvidar la sabia y cortés ironía que brilla en sus cartas, síntesis de humildad e inteligencia. La santidad también está hecha de sabia ironía, como nos enseñan también Tomás Moro, Felipe Neri y Benedicto XIV”. Además, “era humilde en la libertad” y, como escritor, “fue una de las plumas más brillantes del episcopado”.
A continuación, empezó en el Palacio Ducal el segundo acto de homenaje: una presentación de ‘Ilustrissimi’ al más alto nivel. Y es que intervinieron en el coloquio, entre otros, Stefania Falasca, periodista vaticana, postuladora de la causa de canonización, vicepresidenta de la Fundación Juan Pablo I y responsable de esta edición crítica de la obra; el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado y presidente de la Fundación Juan Pablo I; José Tolentino de Mendonça, cardenal prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación; y el cardenal Beniamino Stella.
En su intervención, el cardenal Parolin recordó que, para Luciani, “papeles y libros fueron el único equipaje inseparable en todas las sedes de su ministerio”. Lamentablemente, “tras su muerte, los fondos de la biblioteca se dispersaron en gran parte y no se conocen disposiciones finales del Papa”. Sin embargo, “en 2020, se inició el retorno al Vaticano, y ahora aquí, en el Patriarcado, es posible hacer memoria viva y accesible de su patrimonio bibliográfico con trabajos de recuperación, catalogación y estudio que lo convierten en fuente privilegiada para la formación sobre su obra y magisterio”. Como papa, “Juan Pablo I fue un punto de referencia ineludible y un ejemplo en la Iglesia universal. Un maestro en hablar a todos para llevar el mensaje evangélico de salvación”.
Roberto Papetti, director de ‘Il Gazzettino’ y quien moderó el acto, reiteró que, como solía decir a veces Luciani de sí mismo, “si no hubiera sido sacerdote, habría sido periodista”. De hecho, las 40 cartas que luego dieron forma a Illustrissimi se publicaron previamente tanto en en Il Gazzettino como en Il Messaggero di Sant’Antonio.
Por su parte, el cardenal Tolentino de Mendonça hizo una íntima unión entre las figuras de Luciani y san Francisco de Sales, patrón de los periodistas, destacando que “en el temperamento bonachón del Papa estaba la profunda conciencia de que la verdad debe ser expuesta con delicadeza, una intuición espiritual en línea con el Evangelio”. En este sentido, “su cordialidad no es solo un rasgo de su temperamento, sino un método espiritual creíblemente asumido como expresión de un corazón pastoral y testimonio de auténtica vida cristiana. Cuando entramos en contacto con el pensamiento de Juan Pablo I, nos llama la atención que su objetivo era ayudarnos a convertirnos con la herramienta del humor, lo que demuestra el alcance, la originalidad y la finura de su sabiduría. Debemos situar a Juan Pablo I en el bando de los ‘santos humoristas’”.
Stefania Falasca, responsable de la edición crítica de Ilustrissimi, recordó que Luciani siempre estuvo unido espiritualmente a Venecia, por lo que fue feliz tras su nombramiento como patriarca: “Cuando regresó, tenía el deseo de volver a sus orígenes, aquí donde nació, en esta ciudad que es símbolo del puente entre Occidente y Oriente y de la apertura al mundo, como era el propio Juan Pablo I y como nos enseñó con su gran profundidad humana”. Y es que, ante todo, “Luciani fue un hombre bueno e hizo mucho bien”.