Se trata de “un documento muy oportuno y muy necesario”. Es el balance que hace el dominico Martín Gelabert de la renovada normativa vaticana sobre fenómenos sobrenaturales elaborada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Este fraile manacorí, que fue provincial de la Provincia de Aragón de la Orden de Predicadores y es académico numerario de la Real Academia de Doctores de España, comparte con Vida Nueva cómo este tipo de hechos “trasciende el límite de las diócesis y suele tener repercusiones que van más allá de lo local para tener un alcance mundial”.
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“Por eso es más que pertinente que haya entrado la Santa Sede, porque si se deja solo en manos de los obispos pueden dejarse entrever contradicciones o no tener las herramientas suficientes para evaluar con cierta perspectiva lo que allí está sucediendo”, explica, sabedor de que en no pocas ocasiones se genera tal respaldo popular a estos sucesos que los pastores prefieren aplazar su decisión, salvo que se den circunstancias realmente de gravedad.
Más allá de las precisiones que se realizan en el documento vaticano para certificar la veracidad o no de estos fenómenos y de las pistas que se ofrecen para evaluarlo, Martín Gelabert valora especialmente cómo Roma “nos recuerda a todos y cada uno que el cristianismo estamos llamados a vivirlo en la cotidianidad y en la normalidad, en la sencillez”. “No podemos estar buscando como anclaje para nuestra fe cosas grandilocuentes y que deslumbran”, advierte el religioso, que hace un llamamiento a renglón seguido: “Cuanto más sencillos, más humildes y más normales seamos en nuestra vivencia de la fe, más sólidos serán nuestros pilares porque más nos pareceremos al Jesús del Evangelio”.
Grado máximo de veracidad
De la misma manera, aprecia cómo el Dicasterio para la Doctrina de la Fe muestra una prudencia significativa incluso cuando plantea la posibilidad de que una de estas manifestaciones se catalogue como ‘Nihil obstat’, esto es, el grado máximo de veracidad. “Roma apunta que en esa devoción concreta no hay nada contrario a la fe y a la moral de la Iglesia, pero no va más allá ni ofrece un cien por cien de garantías, ni obliga a nadie a creer en ello”, remarca. Es más, subaraya que “cada cual puede seguir pensando lo que considere sobre estos fenómenos, la Iglesia no impone seguir este dictamen”.
Gelabert no oculta que estas reservas de la Santa Sede podría generar cierto malestar en quienes han cimentado su pastoral en este tipo de peregrinaciones, así como en algunos de estos lugares que se han erigido a sí mismos como epicentros de supuestos milagros y favores. “Claro que sí puede decepcionar a muchos este posicionamiento tan claro del Papa, dado que las personas muchas veces pensamos más en función de nuestros intereses económicos y grupales que con una actitud de autocrítica que pase por una lectura serena, pacífica, piadosa y verdaderamente evangélica como la que ahora nos ofrece Francisco ante estas manifestaciones que pueden entorpecer y confundir la piedad popular”.
La Virgen encargada del oficio telegráfico
De hecho, Gelabert desliza algunas de las reflexiones lanzadas al respecto por el Pontífice argentino que, de alguna manera, están detrás de la normativa recién estrenada. “Yo personalmente soy muy ‘malévolo’, yo prefiero a la Virgen Madre, no la Virgen encargada del oficio telegráfico que todos los días envía un mensaje a tal hora… Esta no es la madre de Jesús. Estas presuntas apariciones no tienen tanto valor. Y esto lo digo como opinión personal”, comentó el propio Papa en mayo de 2017, en su vuelo de regreso a Roma después de visitar el santuario portugués de Fátima. En ese mismo avión, Jorge Mario Bergoglio se refirió explícitamente a Medjugorje y apuntó que es “innegable hecho espiritual y pastoral, de la gente que va allí y se convierte, encuentra a Dios, que cambia la vida…”. Por ello, reivindicó que hay que atender pastoralmente a los peregrinos que se desplazan hasta ese enclave bosnio porque no puede ser “una varita mágica”.