Un Francisco exultante. Un Papa rejuvenecido al que no parecían pasarle factura sus 87 años. Y provocador, en tanto que no dejo de interpelar prácticamente en cada párrafo de su discurso a los miles de niños de 101 países que le escuchaban en el Estadio Olímpico de Roma. La multitud se reunió en torno al pontífice argentino para celebrar la primera Jornada Mundial de los Niños, que busca replicar el modelo evangelizador de las ya asentadas Jornadas Mundiales de la Juventud.
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“¡Lo logramos!”, expuso un Papa convencido del éxito de este encuentro que busca ser solo el “saque inicial” a otros tantos. “En ustedes todo habla de vida y futuro, y la Iglesia, que es madre, los acoge y acompaña con ternura y esperanza”, añadió justo después en un acto en que también se sometió a preguntas de varios chavales y que estuvo aderezado por varias actuaciones musicales y un partido de fútbol entre niños y ex futbolistas.
A pie de pista
A ras de suelo, sin altares ni ornamentos. A pie de pista deportiva fue recibido por cinco niños de los cinco continentes a los que se sumó una sexta niña de Ucrania, portavoz de todos aquellos países que no han podido asistir. Ante una colorida cruz, el Sucesor de Pedro se dirigió a los menores, acompañados de sus familias y de diferentes agentes de pastoral para animarlos a construir “un movimiento de niños y niñas que quieren construir un mundo de paz, donde todos somos hermanos, un mundo que tiene un futuro, porque queremos cuidar el ambiente que nos rodea”.
“Sé que se entristecen por las guerras”, planteó el pontífice en su discurso inicial, en el que se hizo portavoz de la infancia: “Recemos por los niños que no pueden ir a la escuela, niños que sufren la guerra, los niños que no tienen que comer, los niños que están enfermos y nadie les cura”. Es más, insistió: “Son realidades que yo también llevo en mi corazón, y se las encomiendo a Dios en la oración”.
Hacer las cosas nuevas
Partiendo de un encuentro que hoy mismo ha tenido con niños huidos de Ucrania, “algunos de ellos heridos y que tenían tanto dolor por las guerra”, el Papa les preguntó: “¿La guerra es una cosa bella? ¿La paz es una cosa bella?”. “Me gusta escuchar ese sí por la paz”, acogió el pontífice.
A la par, animó a los chavales para que tampoco le roben los sueños, en concreto, lo que presentó como “el sueño de Dios”. Y remitiéndose al lema de la jornada, ‘Yo hago nuevas todas las cosas’, compartió con los niños la necesidad de que ellos colaboren en esta tarea encomendada por Dios que pasa por “renovación del mundo” para que reine “el amor, la alegría y la paz A la par, les recordó que “la alegría es salud para el alma”. “¿Jesús os quiere mucho? ¿El diablo os quiere bien?”, volvió a preguntar a su cómplice auditorio. “¡Vamos adelante!”, remató en esa primera alocución invitando a los niños a rezar un Avemaría a la Virgen.