Más allá de las palabras de saludo inicial, Francisco evitó que la primera Jornada Mundial de los Niños fuera un monólogo de un Papa, un sermón incomprensible para los miles de chavales de 101 países que se encontraban esta tarde en el Estadio Olímpico de Roma. Por eso, se optó por establecer un diálogo con ellos, a través de unas preguntas prefijadas que Francisco respondió con la naturalidad de un párroco que se pone frente a su grupo de catequesis. Y lo hizo a la altura del césped del estadio, sin estrado ni escenario alguno. Tan solo acompañado de una colorida cruz a un lado y de un cesto de caramelos al otro. Él mismo se encargó de que ningún niño que se acercara a preguntarle y saludarle se quedara sin su dulce de recuerdo.
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La pregunta más original la formuló menor de Indonesia: “Si pudieras hacer un milagro, ¿cuál sería?”. “Eres brava”, le dijo de inmediato, para responder: “Es fácil: que todos los niños tengan lo necesario para vivir, comer, jugar, ir a las escuelas. Este es el milagro que más desearía yo, que todos los niños sean felices”. “Recemos a Dios para que este milagro lo haga el Señor”, añadió el pontífice.
Preguntas valientes
Pero, si hubo una cuestión en la que se detuvo especialmente fue en la realizada por Luis Gabriel, un preadolescente nicaragüense le interpeló al Obispo de Roma preguntándole porqué hay personas que no tienen casa ni trabajo. “Es una pregunta real y no fácil de responder”, comentó, devolviendo de nuevo la pregunta al auditorio: “¿Es justo que haya personas que no tienen casa ni trabajo? Esto es una injusticia y, por desgracia hay tanta gente que no tienen trabajo y casa, muchas veces no tienen nada que comer”.
“Nosotros hoy estamos contentos, pero nuestro amigo nos hace una pregunta: ¿Por qué? Es fruto de la malicia, del egoísmo, es el fruto de la guerra. Si una persona busca escalar por encima de los demás, ¿es buena o mala?”, dijo serio el pontífice. “Hay tanta maldad, egoísmo y tantos países que gastan dinero en comprar armas y gente que no tiene nada que comer…”, lamentó el Papa. Y continuó: “Niños y niñas, hay niños que no tienen nada que comer, gente que no tienen que comer y esto es culpa de la humanidad”. Justo después, les hizo un encargo: “Les pido algo: que todos los días, cuando hagan la oración, recen por los niños que sufren esta injusticia”. A continuación llamó a todos de forma insistente a pedir “silencio” para “rezar al Señor para que ayude a resolver esta injusticia de la que todos tenemos algo de culpa”.
Hacer reflexionar a los adultos
“Hay tanta gente con el corazón cerrado y duro que parece un muro”, comentó el Papa a una niña coreana. A partir de ahí, invitó a los menores a tener “ilusión” para “hacer cosas que hagan reflexionar a los adultos”. “Ustedes tienen que dar ejemplo a los mayores y preguntarles porqué hay gente que no tiene que comer, tienen que plantearles esas dudas también a Dios.”. “Queridos niños, con estas inquietudes pueden hacer una verdadera revolución”, reclamó.
Yolanda, una niña italiana, le expresó al Sucesor de Pedro su preocupación por la soledad de los mayores. Francisco apuntó que “hay tantos ancianos que han dado su vida, educando hijos y nietos, y ahora están abandonados en alguna residencia. Esto es injusto. Tenemos que ir a visitar a los abuelos a su casa o allá donde estén”. “Los abuelos nos han regalado nuestra historia, hay que respetarles, buscarlos y escucharlos”, ahondó. Y terminó su respuesta pidiendo a los chavales que gritaran con él: “¡Vivan los abuelos!”.
Juego limpio
Malik, un chaval de las islas Seychelles, lanzó una pregunta más prosaica: “¿Cómo se sintió cuando su equipo ganó el Mundial?”. “¡Muy feliz!”, comentó el Papa, pero dejó caer: “Ganó, pero cuando se gana con la mano no está bien”.
En otro momento, Jerónimo, un niño colombiano, le preguntó: “¿Es verdad que la paz es siempre posible?”. “¿Qué piensan ustedes? ¿Cómo se consigue la paz?”, devolvió a la gallega en un primer momento a su auditorio, prestando el micrófono para que alguno de los pequeños que le rodeaban , que le contestó: “Perdonar y pedir disculpas”. Con este punto de partida, Francisco les comentó que “en nuestro barrio, cuando jugamos con los niños en la escuela, cuando hay algún conflicto, no hay que seguir peleando, hay que hacer la paz, perdonando”.
La paz siempre es posible
Justo después les comentó: “Les voy a enseñar un gesto de paz”. Y en ese momento dio un apretón de manos al chaval que le acompañaba. “Quiero que todos ustedes den un gesto de paz a quien tiene al lado”, invitó a todo el estadio, que hizo caso al pontífice. Y remató: “Ven, la paz siempre es posible”.
En esta misma línea se dirigió, a Liam, de Burundi, preocupada por qué “podemos hacer los niños para que el mundo sea mejor”. “¿Pelear o hablarse con amabilidad, jugar juntos y Ayudar a los demás?”, les dio a elegir Jorge Mario Bergoglio: “Haciendo estas cosas, el mundo va ser mejor. ¡Adelante! ¡Ánimo!”.
A la pregunta de Alí, de Pakistán, preocupado por si “de verdad todos somos hermanos”, Francisco respondió con un “es verdad, es una pregunta muy profunda”. “Y si somos hermanos y hermanas, ¿somos amigos? ¿Somos enemigos?”, volvió a provocar a los menores para buscar de nuevo su complicidad.