El XXVIII Congreso binacional de bailes religiosos reunió delegaciones de Tacna y Moquegua (Perú), y de Calama, La Serena, Valparaíso, Santiago y Copiapó
Durante tres días se reunieron, en Copiapó, delegaciones de las asociaciones de bailes religiosos llegadas desde Tacna y Moquegua, en Perú; y desde Calama, La Serena, Valparaíso y Santiago, en el XXVIII Congreso binacional de bailes religiosos que tuvo como lema “Junto con María y en familia, celebramos la fiesta de la fe”.
El Directorio Pastoral de los Bailes Religiosos de la Conferencia Episcopal de Chile, de octubre de 1990, los describe “como organizaciones de fieles católicos que se reúnen a rendir culto a la Santísima Virgen o a los Santos y para ayudarse mutuamente en su vida cristiana. Una forma particular de su culto a María o a sus Patronos es el Baile”.
En diálogo con Vida Nueva, el obispo de Copiapó, Ricardo Morales, OdM, dijo que en este encuentro se quiso “destacar y profundizar el rol de la familia como transmisora de la fe y, reconocer que la experiencia de los bailes religiosos es una profunda expresión de fe, que se vive siempre como una fiesta”.
PREGUNTA.- ¿Qué objetivo tienen estos encuentros?
RESPUESTA.- Estos Congresos son la oportunidad de acompañar pastoralmente la expresión de los bailes religiosos, reconociendo en ellos un precioso tesoro de fe para nuestra Iglesia. Es la ocasión que los representantes de cada diócesis, pueden compartir experiencias y recibir formación en áreas teológicas y pastorales, de manera que se transforme, cada uno de los participantes, en agentes multiplicadores de lo que se conversa y vive en cada encuentro.
P.- ¿Qué destaca de los bailes religiosos en la vida de la iglesia?
R.- Lo principal es la vivencia de la fe en las familias, cada baile está conformado no por personas individuales, sino fundamentalmente por familias, que transmiten las “promesas” a sus santos, de generación en generación; llama mucho la atención como en las fiestas religiosas baila desde el abuelo hasta el más pequeño de la familia, y si todavía el niño no camina, baila en brazos de su madre o lo hace en el coche.
También destaco, desde una mirada eclesiológica, la expresión de fe desde el Pueblo de Dios, desde laicos y laicas que, organizados en asociaciones y federaciones, viven su ser Iglesia no desde una estructura jerárquica, sino que desde una igual condición bautismal. Si bien en lo bailes hay una organización interna, son ellos mismos quienes se la dan, sin depender de una estructura “institucional”, podríamos decir que viven a plenitud lo que en derecho canónico llamamos “el derecho de asociación en la Iglesia”.
Por último, subrayo la profunda devoción a la Virgen María; en cada baile esto se expresa en una piedad muy acendrada en cada uno de los promeseros. Podría decir que es una tierna condición filial que cada persona experimenta en el baile religioso: la Virgen es la Madre de Dios y también es la Madre de cada uno de los integrantes de los bailes.
P.- ¿Y cómo se vinculan con la pastoral ordinaria de la Iglesia?
R.- En espacios como el vivido en el Congreso, que cada dos años convoca a asociaciones y federaciones de baile de Chile y Perú para reconocer que no están aislados de la pastoral ordinaria de la Iglesia. Por eso en la formación que reciben los participantes en el Congreso y en cada una de sus diócesis, se intenta vincular siempre con las líneas de la Iglesia particular y universal, así por ejemplo, el proceso sinodal ha sido tema importante de lo trabajado y conversado en el Congreso.
Es siempre un desafío la vinculación de los bailes con la pastoral ordinaria de la Iglesia, pues por su misma estructuración, menos institucionalizada, cuesta a veces que participen más activamente en las instancias diocesanas y parroquiales.
P.- ¿Son sólo una organización de devotos o tienen también un rol pastoral?
R.- El rol pastoral es evidente pues cada baile está inserto en una familia y la familia en un barrio y éste en una ciudad, por lo tanto, su despliegue es siempre en un espacio religioso, fiestas patronales o diocesanas, que los vinculan con la pastoral de la Iglesia. Quizás lo más difícil es que los bailes perseveren en el año, y no sólo en sus fiestas particulares, en la vida eclesial de la Iglesia diocesana y parroquial.
El sólo hecho de la existencia de los bailes religiosos, los convierte en evangelizadores y mensajeros de Jesucristo. La expresión de fe no hay que entenderla sólo como una experiencia intelectual, sino que también afectiva y corporal, y en este sentido los bailes nos muestran lo que ya los Salmos nos relatan: cómo el Pueblo de Israel bailaba y saltaba en las peregrinaciones que se hacían, por ejemplo, a Jerusalén.
P.- ¿Qué espera usted de este encuentro para el desarrollo de los bailes religiosos?
R.- En primer lugar, que sea un espacio para poner de relieve esta expresión de fe en nuestra Iglesia; no son los bailes una manifestación secundaria en la vivencia creyente, más bien diría que son una profunda muestra de fe de nuestros pueblos Latinoamericanos, donde el proceso evangelizador unió la fe ancestral con la fe que se traía por los primeros evangelizadores. El encuentro de los pueblos originarios y sus creencias con la fe en Jesucristo, se expresa de forma colorida y alegre en los bailes religiosos. Es hermoso comprobar cómo, por ejemplo, la dimensión del tiempo se vive de una manera distinta en los momentos de los bailes, que está muy ajena a la dimensión del tiempo greco-latina. El que baila no mira el reloj, es como si el espacio del baile correspondiera a un espacio sagrado donde el tiempo cronológico no cuenta.
Además, esperaría que quienes participan en los bailes religiosos percibieran cómo los pastores estamos cerca de ellos, los valoramos y alentamos a seguir con su hermosa expresión de fe, que tal como decía el Documento de Aparecida, son “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda”.