Ante “una decisión lamentable que hará más difícil la coexistencia religiosa”, “cualquier iniciativa de diálogo interreligioso promovida por las autoridades turcas pierde credibilidad”, afirma la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea
El proceso de islamización del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, continúa imparable. Hasta el punto de ir borrando los principales restos del histórico pasado bizantino cristiano, ratificando ahora su último proyecto de convertir la iglesia de San Salvador de Cora, en Estambul, en una mezquita. Algo que ha hizo hace cuatro años, causando una gran convulsión, con la basílica de Santa Sofía, también en la capital turca.
Frente a ello ha reaccionado la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), que, en un comunicado publicado estos días y firmado por el sacerdote español Manuel Barrios Prieto, secretario general de la institución eclesial, ha lamentado que “este paso diluye aún más las raíces históricas de la presencia cristiana en el país”. En consecuencia, al estar ante “una decisión lamentable que hará más difícil la coexistencia religiosa”, “cualquier iniciativa de diálogo interreligioso promovida por las autoridades turcas pierde credibilidad”.
Para la COMECE, San Salvador de Cora nació en el siglo IV y lo hizo como una iglesia, por lo que “es un emblema del cristianismo oriental y memoria viva de la presencia histórica de los cristianos en el país”. Sin olvidar que “el templo forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO y funcionó como museo durante décadas”. Concretamente, desde 1945. Ahora, la realidad es que sus impresionantes frescos han sido tapados tapados con sábanas blancas, pues el islam no acepta la representación de imágenes sagradas.
Los Episcopados europeas también recuerdan que, en julio de 2020, cuando se produjo el cambio de estatus de Santa Sofía y esta pasó de ser un museo a un templo musulmán, también lo condenaron y lo consideraron “un golpe al diálogo interreligioso”.
Tal fue la consternación entonces que el patriarca ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé, mostró su abatimiento por la resignificación de Santa Sofía: “¿Qué puedo decir como clérigo cristiano y patriarca griego en Estambul? En lugar de unirnos, un patrimonio de 1.500 años nos está dividiendo. Estoy triste y conmocionado”. Y es que pasaba a ser un templo islámico la que fue principal iglesia del Imperio Romano de Oriente hasta que Constantinopla cayó en manos del sultán Mehmed II en 1453 y la ciudad pasó a ser llamada Estambul, capital desde entonces del Imperio Otomano.
En esos cinco siglos, la que fuera iglesia más grande de todo el mundo (datada del siglo VI, fue durante un milenio el templo cristiano de referencia en todo Oriente), fue una mezquita. Algo que se mantuvo hasta la caída del Imperio Otomano y la implantación de la República Turca, cuando, bajo la presidencia de Kemal Atatürk (1923-1938), quien sentó las bases del triunfo de la Revolución de los Jóvenes Turcos en 1908, se apostó por un modelo político “democrático, moderno y laico”. Fruto de ese proceso de “desislamización”, el gran hito simbólico consistió en la conversión de Santa Sofía en un museo, lo que fructificó en 1934.
Ahora, bajo el mandato de Erdogan, el recuerdo del Imperio Otomano y la reclamación de las esencias islámicas están más presentes que nunca, lo que ha provocado numerosos enfrentamientos con grupos opositores que denuncian que está desnaturalizando la República democrática.