Un milagro en la Amazonía lleva a los altares a José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata

Al nuevo santo se le ha atribuido un segundo milagro de la curación de Sorino, un indígena yanomami residente en Roraima

Un milagro en la Amazonía lleva a los altares a José Allamano, fundador de los Misioneros de la

Un milagro en la Amazonía ha llevado a los altares al beato José Allamano, fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata. Es así como el papa Francisco ha autorizado la publicación – este 23 de mayo – del decreto que lleva a los altares a este sacerdote italiano, nacido en 1851 en Castelnuovo Don Bosco, región Piamonte al norte del país.



Al nuevo santo se le ha atribuido un segundo milagro de la curación de Sorino, un indígena yanomami, residente en Roraima, al norte de Brasil, fronteriza con Venezuela y Guyana. Lo cierto es – según explicaron los Consolatinos – el 7 de febrero de 1996, primer día de la novena al beato José Allamano, Sorino, de 40 años, fue atacado por un jaguar en el interior de la selva.

Quedó comprometida su vista, porque parte de su cerebro quedó al descubierto y con pocas posibilidades de sobrevivir. Sus primeros cuidados médicos se realizaron en la misión de Catrimani, en la diócesis de São Gabriel da Cachoeira, en el estado de Amazonas.

Esperó ocho horas, con esas graves heridas, para ser trasladado en avión al hospital de Boa Vista, donde fue operado y entró en cuidados intensivos. Frente a este delicado cuadro, un grupo de misioneras y misioneros de la Consolata, invocaron al beato José Allamano por su intercesión.

Realizaron la novena, colocaron una reliquia suya junto a la cama de Sorino en el hospital. Pese al pronóstico reservado, el indígena despertó 10 días después de la operación sin problemas neurológicos. El 4 de marzo salió del hospital y el 8 de mayo regresó a Catrimani completamente curado, reanudando su vida normal en el territorio indígena Yanomami.

Encarnados en la Amazonía

Los misioneros de la Consolata llegaron a la Amazonía en 1948, en Roraima. Desde entonces se han dedicado a acompañar a las comunidades de este territorio, haciendo una opción preferencial por los pueblos indígenas de Raposa-Serra do Sol y la Yanomami.

A petición de los misioneros, Mário Antônio da Silva, entonces obispo de Roraima, constituyó el Tribunal diocesano local para las causas de los Santos, que estudió la veracidad de la curación milagrosa de Sorino en 2021 y, posteriormente, remitieron el expediente al Dicasterio para las Causas de los Santos de la Santa Sede.

Para Luiz Carlos Emer, superior regional de los misioneros en Brasil, “la gracia recibida por el indígena Sorino Yanomami, miembro de un pueblo originario de nuestra tierra brasileña, es muy simbólica y llena de esperanza nuestra Congregación”.

En efecto – dice el sacerdote –, “hemos tenido al pueblo yanomami en el corazón y en el centro de sus prioridades pastorales y que, gracias a este milagro concedido a uno de sus hijos predilectos, reciben el consuelo de ver por fin a su fundador elevado a los altares”.

Alumno de Don Bosco

Allamano nació el 21 de enero de 1851 en Castelnuovo d’Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco), en el norte de Italia. Educado sólidamente en las virtudes humanas y cristianas por su madre, hermana de san José Cafasso, y por el mismo Don Bosco, de quien fue alumno durante cuatro años, respondió a su vocación sacerdotal con firmeza y determinación.

Ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1873, fue durante siete años formador y director espiritual en el seminario mayor de la diócesis de Turín. En 1880, fue nombrado rector del santuario de la Consolata, cargo que desempeñó durante 46 años, hasta su muerte.

En 1901 fundó el Instituto de los Misioneros y en 1910 el de las Misioneras de la Consolata, para la misión en África. Murió el 16 de febrero de 1926 en Turín, cerca del santuario de la Consolata. Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II el 7 de octubre de 1990. Su fiesta litúrgica se celebra el 16 de febrero.

Foto: Misioneros de la Consolata

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