La Historia dice que, el 29 de mayo de 1724, hace ahora tres siglos, Pier Francesco Orsini fue elegido sucesor de Pedro y, al vestirse de blanco, adoptó el nombre de Benedicto XIII. Un gesto, por cierto, con el que devolvía a la senda de la legitimidad un nombre papal que adoptó por última vez Joseph Ratzinger. Y es que, en el siglo XV, lo había asumido Pedro Martínez de Luna, el conocido ‘Papa Luna’ y quien, desde su castillo de Peñíscola, en pleno cisma de Avignon, siempre se consideró el pontífice. Pero ese Benedicto XIII, en el nexo de unión de la Iglesia católica, no fue tal, sino un antipapa.
Volviendo a Orsini, una familia nobiliar del sur de Italia que había dado dos papas y varios cardenales, en su juventud, al ser el primogénito, estaba llamado a ser el cabeza de su hogar y a tener una vida destinada a tener todo tipo de lujos y prebendas. Pero renunció a todo y se consagró dominico y sacerdote.
Como explica el libro ‘Diccionario de los Papas y los Concilios’, coordinado por Javier Paredes, su alta cuna fue determinante para que, con solo 22 años, fuera nombrado cardenal. Las presiones de su familia le granjearon otros cargos eclesiásticos, llegando a ser prefecto de la Congregación del Concilio. Pero él supo esquivar lo que veía encargos burocráticos y consiguió poder encomendarse a lo que le apasionaba: ejercer de pastor. Y nada más.
Así, fue obispo de Manfredonia y luego de Benevento, centrándose en ambas diócesis italianas en tareas estrictamente espirituales. Hasta que esa condición de pastor y no político le condujo al cónclave de 1724, muerto Inocencio XIII. Entonces, bloqueada la asamblea entre los cardenales que pujaban por el candidato más cercano a los intereses del Imperio y los que miraban más por la influencia de los Borbones, no hubo mas remedio que optar por un candidato ‘blanco’… Y ahí todas las miradas confluyeron en Orsini.
En su período de gobierno, efectivamente, siempre trató de mantenerse alejado de la gestión puramente burocrática y política, en un tiempo en el que los Estados Pontificios tenían un papel clave en la escena internacional. En este sentido, su secretario, Nicola Coscia, se aprovechó de la confianza del Papa y él y su grupo de confianza concentraron todos los puestos de importancia (y los beneficios económicos de esa prominente posición).
En lo espiritual, estamos ante un hombre de profunda fe… De hecho, impresionó mucho en su tiempo cómo, tras ser elegido Papa, dedicó los tres días siguientes a rezar. Única y exclusivamente.
Su gran contribución en este sentido fue la convocatoria del Jubileo de 1725, que el pontífice preparó con mimo y en el que visitó las cuatro grandes basílicas romanas. También estamos ante el papa que, en 1726, canonizó a san Juan de la Cruz, gran exponente de la mística española. Murió el 21 de febrero de 1730, siendo sucedido por Clemente XII.
Por todos estos motivos, el papa Francisco le ha dedicado un entrañable mensaje. Difundido por ‘Vatican News, Bergoglio ensalza a Orsini como “un hombre de oración” y “humilde”, siendo su gran legado el que “nunca se adaptó a los estilos mundanos ni sucumbió al atractivo de una carrera”.
“Compañero de los pobres”, también supo aplicar en su esencia el Concilio de Trento y fue un “guía para el clero”, así como un motor de la “renovación espiritual”. Celebrando la Iglesia de nuestro tiempo un Año Orsiniano, Francisco anima a los fieles de Gravina, en la región meridional de Apulia, de donde él era originario, a “aprovechar su experiencia humana y cristiana del Papa Orsini”, siendo todo un “ejemplo para revitalizar nuestro camino”.
Además de su “alma buena”, estamos ante alguien que, teniendo una privilegiada posición social, “tuvo el coraje de dejarlo todo y seguir a Jesucristo, entrando en la Orden de Predicadores”. Al saber renunciar “a los atractivos de una carrera que ya le estaba orientada”, nunca cayó en “el estilo mundano de la época” y, por el contrario, “cultivó el sueño de convertirse en pastor del rebaño, transformando así su oposición interna en oportunidad”, yendo “al encuentro de los fieles”.