El desafío evangelizador en los colegios católicos es múltiple. A la vez que se apuesta por una educación de calidad que contagie el humanismo cristiano –lo mismo en Matemáticas que en Geografía, en el ser y hacer de las tutorías y en el acompañamiento a las familias–, se abren otros frentes no menores: abordar la asignatura de Religión ante unos alumnos secularizados y hacer de la pastoral un eje transversal. Son algunos de los desafíos que afrontan los cerca de 2.000 centros que forman parte de Escuelas Católicas y que Dolors García, carmelita de la Caridad Vedruna, conoce a pie de obra.
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PREGUNTA.- ¿Dónde ve más lagunas y potencialidades: en la asignatura de Religión o en la pastoral?
RESPUESTA.- No creo que la pastoral y la asignatura de Religión sean dos disyuntivas, sino una expresión de la misma cara de lo que queremos comunicar. En la instrucción del Dicasterio para la Educación y la Cultura titulada ‘La identidad de la escuela católica para una cultura del diálogo’, se nos recuerda que la acción educativa en las escuelas no es una obra filantrópica de la Iglesia para responder a una necesidad social, sino que es una parte esencial de la identidad y misión.
Nuestros colegios tienen que cuidarse para que cada espacio que ofrecemos, cada asignatura, cada actividad pueda ser signo de esa Buena Noticia. Es cierto que hay espacios donde pronunciamos con total libertad y de forma explícita el nombre de Jesús: oraciones, eucaristías, asignatura de Religión, itinerarios de solidaridad y transformación… Tanto en lo lectivo como en lo extraescolar, en grupos de fe, catequesis… En cualquier caso, deberíamos añadir siempre ese plus de trascendencia en todo lo que hacemos y que otros centros educativos no ofrecen.
Acogemos a toda clase de familias y alumnado desde la imagen de un Dios que desea la vida plena para todas las personas, tengan las creencias que tengan y sean de la religión que sean. Y, más que lagunas, hablaría del gran reto que hay en cuanto a tener educadores identificados con el proyecto educativo evangelizador. Y otro reto que detectaba es el de comenzar a tejer redes unos con otros para fortalecer la pastoral intercentros. Creo que empezamos a conocer qué es la sinodalidad, pero siento que balbuceamos en cuanto a experiencias reales, concretas y prácticas.
Un latido en el colegio
P.- Los equipos de pastoral tiene mucho que decir. ¿Cómo hacer que no se conviertan en una comisión más o en una ‘maría’?
R.- Tiene que haber una apuesta institucional clara si queremos que la pastoral no sea solo hacer ciertas cositas sueltas por parte de unos pocos del claustro para cumplir con el expediente. Debemos organizarnos y ponernos manos a la obra para que esa identidad y envío eclesial se perciban en las tomas de decisiones que cada uno tiene que asumir: desde el rol de equipo directivo hasta el último especialista que acaba de llegar nuevo al centro.
Si deseamos que la pastoral sea un auténtico latido en el colegio, debemos revisar el aparato circulatorio por completo: el quién, el cómo, el cuándo, y, sobre todo, el desde dónde hacemos lo que hacemos. Es importantísimo, para evitar actuar con inercia y desde el ‘siempre se ha hecho así’. Así, evitaríamos el diluirnos.
P.- ¿Es posible ser hoy escuela evangelizadora o es una batalla perdida en una sociedad hiper secularizada?
R.- ¡Claro que es posible! Es más, sin evangelizar, nuestros colegios no tendrían razón de ser. ¡Ay de mí si no evangelizara! Necesitamos personas que hagan preguntas acerca del sentido de la vida, que hablen de los límites del ser humano, pero que apunten la mirada a Algo y Alguien mucho más grande, hacia el Misterio.
Apuntar hacia Alguien que nos habita, nos empuja, nos da la fuerza para afrontar lo que nos parece complicado e imposible. Es cierto que la sociedad está hipersecularizada, pero precisamente por eso hay mucha búsqueda, mucha sed, y debemos ofertar aquello que para nosotros es lo más. Se trata de encontrar la forma de comunicar esa Buena Noticia, ese tesoro que se nos ha regalado.
Iglesia plural
P.- Algunos centros de la Iglesia defienden la necesidad de un anuncio aún más explícito del Evangelio para que la escuela sea una “fábrica de católicos”. ¿A favor o en contra?
R.- Compartir lo que Jesús me ha regalado y ha provocado en mí y en el resto de hermanas de mi comunidad, nunca ha sido impedimento para un encuentro profundo con personas, fueran de otras religiones o que dicen no profesar ninguna religión. Jesús no imponía, solo se ofrecía e invitaba y, en ese invitar, evidentemente, se incluían las exigencias de ese seguimiento. La clave está en cómo nos situamos a la hora de compartir el tesoro que hemos encontrado como comunidad creyente y no dejar de anunciarlo.
Ver a personas coherentes, comprometidas, alegres y que afrontan las dificultades de la vida con serenidad, provocando paz y transmitiendo al Señor en todo lo que hacen y dicen, es hoy en día cien por cien explícito y, a la vez, atrayente. Ojalá cuidemos en nuestros colegios estos espacios donde se pueda dar el encuentro personal con Él a través de los demás, del silencio, de la solidaridad, y sintamos que no es el único espacio donde el Espíritu sopla. ¡Qué bonito es sabernos Iglesia plural, con diversidad de dones, y carismas!
P.- Es decir, bajo ningún concepto siente que los centros que están bajo el paraguas de Escuelas Católicas han descafeinado su anuncio del Evangelio…
R.- Los colegios están formados por personas y en cada centro hay un núcleo cristalizador más o menos reducido, pero siento que todos apuestan por ese anuncio evangelizador. Tenemos claro que apostamos y caminamos por ahí.
Conocer y amar
P.- Los niños llegan a Infantil sin el mínimo poso creyente, el curso después de la primera comunión resetean, y reengancharles en la adolescencia tampoco es fácil… ¿Qué hay que salvar de lo que se viene haciendo hasta ahora en la pastoral y que habría que cambiar con urgencia?
R.- Hay que conocer el tiempo actual y amarlo, porque en él Dios se encarna y apuesta por la humanidad, aquí y ahora. Es cierto que no hay que dar nada por hecho ni nada por sabido. Sí hay que resetear esta creencia que sitúa a nuestros alumnos como seres vacíos a los que tenemos que llenarles de Dios y que, gracias a nosotros, se encontrarán con Él. Nuestros alumnos ya están habitados por Él, pero hay que ayudarles a que puedan expresar y verbalizar lo que ya llevan dentro. A veces, sus expresiones, sus músicas, sus hobbies, sus influencers, nos pueden hasta rechinar, pero debemos estar atentos porque ahí el Señor se nos hace el encontradizo.
Por otro lado, hay que huir de esa autorreferencialidad, de creernos que nuestro carisma, nuestra forma de hacer en pastoral desde un estilo determinado, es la única, la mejor y la más habitual. En primer lugar, somos en Jesús, y cada uno de nuestros fundadores ha vivido de esa primera fuente. Por eso, debemos apuntar más que nunca a ir trabajando de forma más sinodal. El sueño al que debemos aspirar y ponernos a trabajar es hacia un trabajo más interinstitucional, más de sentido eclesial y en el que la convivencia sea la brújula.