Cuando al final de la procesión de María Auxiliadora el 24 de mayo el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro, saludaba a los fieles, en el ambiente flotaba cierto aire de despedida. Así, al día siguiente, se anunciaba el nombramiento del actual vicario general de Mondoñedo-Ferrol, el ribadense de 56 años Antonio Valín Valdés, como nuevo prelado de la diócesis fronteriza. Antes de su toma de posesión el 20 de julio, comparte con ‘Vida Nueva¡ algunas de sus inquietudes.
PREGUNTA.- ¿Cómo ha vivido estos días?
RESPUESTA.- Está siendo un revoltijo de sentimientos, ya que, por un lado, está la sorpresa y lo inesperado del nombramiento y, por otro lado, lo que significa cerrar una etapa de tu vida en la diócesis de la que eres hijo y en la que está tu familia; todo con esperanza e ilusión.
P.- Pasa de la que es, seguramente, la diócesis más rural de Galicia a la que tiene mayor concentración urbana…
R.- Ciertamente es grande, pero yo encaro todo esto sabiendo que llego a una Iglesia particular que tiene una historia, unos agentes de pastoral y una gente que están caminando. Es a ese camino al que yo me incorporo y caminaré con ellos. Lo hago arrimándome a esta tradición y al trabajo de esta Iglesia, porque nos toca seguir bregando.
P.- La de Tui-Vigo también es una diócesis con un amplio tejido industrial y abierta al mundo de los trabajadores de la mar. ¿Qué tipo de obispo reclaman estas realidades?
R.- A uno que escuche y esté cercano a estas realidades, que intente descubrir sus peculiaridades, que se ponga a conocerlas en primera persona, pues el mundo industrial o el entorno del mar son ámbitos muy particulares que requieren conocer, escuchar y estar cercanos haciéndose presente en medio de ellas.
P.- Ha sido nombrado en un tiempo en que la Iglesia está metida en un proceso sinodal, ¿qué implica llegar a una diócesis en medio de esta nueva etapa?
R.- El espíritu del sínodo es ponernos a todos a caminar –y a caminar juntos–. Este es uno de los retos más grandes que tenemos ahora mismo en la Iglesia. Cada uno tiene su papel y tiene que asumir la invitación de Jesús a seguirlo, a comprometerse en la realidad de la Iglesia. Eso no lo podemos hacer por libre, tiene que ser juntos… todo el mundo y el obispo, por supuesto, en medio de la gente y caminando con ellos. Así entre todos iremos abriendo propuestas nuevas.